Сдам Сам

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Segregaciуn creciente de tareas y espacios





Pero las prбcticas comerciales estaban experimentando unos cambios tales que resultaba cada vez mбs difнcil de mantener este tipo de participaciуn familiar. Las mujeres casadas nunca habнan podido firmar contratos ni demandar o ser demandadas, asн como tampoco formar parte de una sociedad. Su estado civil implicaba que, frente a la ley, sus maridos respondнan por ellas; no tenнan capacidad jurнdica independiente, y sus derechos estaban cubiertos por los de su marido. Sуlo las solteras y las viudas podнan introducirse por cuenta propia en el mundo de los negocios y, por regla general, sus oportunidades surgнan al morir el marido o el padre. En el siglo XVIII, en los negocios familiares del tipo del poseнdo por los Cadbury, el marido y la mujer funcionaban como una sociedad no oficial, compartiendo las preocupaciones e inquietudes del negocio junto con otros aspectos de la vida domйstica. El hombre seguнa siendo responsable de la empresa desde el punto de vista jurнdico, pero en la vida diaria las funciones no estaban tan claramente delimitadas. Habнa, sin embargo, una serie de tareas relacionadas con el negocio que sуlo el hombre podнa realizar: por ejemplo, era siempre Richard Tapper Cadbury el que viajaba en busca de gйneros y, aunque las mujeres casadas podнan fiar en nombre de sus maridos, Elizabeth Cadbury parece haber dejado el pago de las facturas en manos del suyo. Era йste un tipo de sociedad no oficial en el que la autoridad final era la masculina. El crecimiento de la industria y el comercio, asн como la transformaciуn de la agricultura, dieron como resultado el desarrollo de nuevas prбcticas comerciales que suponнan una amenaza para este tipo de relaciones informales y basadas en la costumbre. Durante este periodo, en el que las asociaciones eran la base de la expansiуn, йstas solнan formarse entre hombres emparentados o unidos por sus creencias religiosas, debido a las restricciones legales que impedнan la participaciуn de las mujeres casadas y a la tradiciуn que no permitнa que las hijas entraran en йstas. Los aprendizajes fueron desapareciendo de modo gradual, pero los nuevos sistemas de educaciуn y formaciуn, concebidos especialmente para satisfacer las necesidades de las clases mercantiles, no estaban abiertos a las mujeres. A comienzos del siglo XIX surgieron gran cantidad de empresas dedicadas a la educaciуn cuyo objetivo era proporcionar a los hombres las cualificaciones bбsicas necesarias para convertirse en “capitanes de industria”. Mientras tanto, las jуvenes seguнan recibiendo su educaciуn en casa. Una vez dentro del mundo de los negocios, los jуvenes no tenнan dificultades para desarrollar con otros hombres los contactos y asociaciones tan necesarios para mantener el crйdito, negociar prйstamos y conseguir nuevos clientes, mientras que para las mujeres resultaba muy difнcil introducirse en el nuevo mundo de las transacciones comerciales. Los prйstamos, por ejemplo, que con anterioridad se negociaban de un modo informal, debнan ser tramitados ahora a travйs de los bancos; el trigo, que hasta entonces se habнa vendido en el mercado, se adquirнa ahora en la Bolsa del Trigo, un edificio construido con este fin, cuyo uso estaba reservado exclusivamente a los hombres. Asimismo, la Bolsa, edificada especнficamente para albergar el cada vez mбs amplio mercado financiero, no era un lugar apropiado para una mujer.

La industria de los tejidos fue la primera rama del comercio en presentar de forma sistemбtica las caracterнsticas actuales de la venta al por menor, al no estar tan atada a las funciones productivas; esto permitнa a los paсeros invertir sus ganancias en mejorar el local, siendo ellos los pioneros en la introducciуn, por ejemplo, de las lunas de vidrio, los escaparates y la iluminaciуn por gas, asн como, posteriormente, de la colocaciуn de etiquetas y el comercio al contado. El negocio de los Cadbury creciу y prosperу. Mientras tanto, John, el segundo hijo, habнa abierto su tienda de tй y cafй junto a la de su padre. No sуlo introdujo en su establecimiento las ъltimas innovaciones en el campo de la venta al por menor (se enorgullecнa sobre todo de sus lunas de vidrio), sino que decidiу ampliar sus actividades a la elaboraciуn de cacao tan pronto como tuviera a su disposiciуn el capital necesario. Esta producciуn, sin embargo, no se iba a apoyar en la familia; por el contrario, para ello se creу una fбbrica completamente independiente que John administraba junto con la otra parte del negocio. Como sus padres antes que йl, vivнa encima de la tienda con su mujer, Priscilla, que muriу en 1828 despuйs de sуlo dos aсos de matrimonio. En 1832 contrajo matrimonio por segunda vez con Candia, hija de un comerciante, con la que viviу hasta el nacimiento de su primer hijo en Bull St. Poco despuйs, sin embargo, ambos decidieron abandonar el centro de la ciudad y fueron a vivir a Edgbaston.

Edgbaston, a mбs o menos una milla de la ciudad, era el barrio residencial que el evangйlico lord Calthorpe, un importante terrateniente, habнa estado planeando desde principios del siglo XIX. Calthorpe diseсу la zona como un lugar residencial selecto, en el que la burguesнa pudiera encontrar casas y jardines elegantes, alejados de la suciedad, el bullicio y los vecinos desagradables de la ciudad. Los arrendamientos eran controlados cuidadosamente para evitar que los comerciantes transformaran sus casas en locales comerciales o que los fabricantes instalaran talleres en sus jardines. Se trazaron calles amplias, se plantу una gran cantidad de бrboles y, con el tiempo, se fundaron iglesias y parques. Edgbaston se enorgullecнa de sus atractivos hotelitos rodeados de un paisaje rural, que ofrecнan lo mejor de la ciudad en el campo. Residir en una zona de estas caracterнsticas exigнa una divisiуn entre el trabajo y el hogar, ya que los negocios familiares no podнan ser llevados desde las casas de Edgbaston. La creaciуn de Calthorpe, una de las primeras de su clase, se inspiraba en la idea de que cada vez serнa mayor el nъmero de miembros de la burguesнa que deseara tener casas separadas de sus lugares de trabajo y una vida familiar independiente de la vida del negocio. “Los dulces afectos y caricias de la mujer y los hijos” iban a ser separados de “las preocupaciones e inquietudes del negocio”.

Como se ha visto, los cambios econуmicos y comerciales estimularon esta separaciуn. A medida que la escala de la empresa Cadbury aumentaba, crecнa tambiйn el nъmero de aspectos del trabajo en los cuales una mujer no podнa participar. La fбbrica estaba a cierta distancia de la casa, y Candia no podнa supervisarla, como su suegra se habнa ocupado de la tienda, y al mismo tiempo de cuidar de los niсos pequeсos. La diversificaciуn implicaba una mayor divisiуn del trabajo, el empleo de un nъmero mбs elevado de trabajadores masculinos, la elaboraciуn de informes financieros: todas ellas actividades que los hombres podнan realizar con mбs facilidad. Tanto John como su padre participaron en la planificaciуn y construcciуn en la ciudad de un nuevo e impresionante Mercado Central, de estilo dуrico, que facilitaba la distribuciуn y formaba parte del proceso de regularizaciуn de las mбs avanzadas prбcticas comerciales tan caracterнsticas de este periodo, las cuales marginaban cada vez mбs a las mujeres. Los negocios y el comercio se estaban transformando en un terreno prбcticamente reservado a los hombres, al tiempo que las pocas supervivientes de la venta al por menor se concentraban en aquellas tiendas relacionadas con la alimentaciуn y las prendas de vestir femeninas. John y Candia optaron por romper la conexiуn fнsica entre el hogar y la empresa y crear un nuevo marco familiar para ellos y sus hijos, libre de las interferencias del trabajo y de la presencia de aprendices y ayudantes. Al adoptar esta decisiуn, estaban aceptando implнcitamente las ideas que la teorнa de las esferas separadas llevaba asociadas.

Cottage y nursery

No tardaron mucho en encontrar la casa que se convertirнa en su hogar durante casi cuarenta aсos. Aunque en principio no era muy grande, fue sucesivamente alterada y ampliada a medida que la familia crecнa y habнa dinero disponible. La vida de Candia transcurrнa en la casa, cuidando de los niсos, cocinando, lavando y ocupбndose del jardнn. Segъn la descripciуn posterior de su hija Marнa, la casa “parecнa casi un chalй y demasiado pequeсa a menos que se realizaran muchas reformas, pero su situaciуn en pleno campo hizo que mis padres decidieran quedarse con ella, construir mбs habitaciones y trazar los jardines a su gusto… Nuestra madre era muy aficionada a la jardinerнa, pero nuestro padre estaba demasiado ocupado con sus negocios, los asuntos municipales y otros intereses, y no tenнa prбcticamente tiempo durante la semana para dedicarlo a su jardнn”. La casa pronto tuvo un cuarto de juegos, que posteriormente fue transformado en un cuarto de estudio, y una guarderнa para los mбs pequeсos en el piso superior. Las vidas de Candia y sus hijos giraban alrededor de la casa y la escuela, mientras que su marido usaba la casa de Edgbaston como una plataforma desde la que poder lanzarse activamente a la ciudad y a su mundo de los negocios y la polнtica.

Una casa de semejantes caracterнsticas, con un comedor y un salуn, un cuarto de estudio y una guarderнa, respondнa a un nuevo concepto. En las casas adosadas (crescents) del siglo XVIII no habнa sido posible diferenciar el espacio, pero tampoco habнa parecido conveniente. La idea de que los niсos tuvieran cuartos independientes o de separar las zonas en las que se comнa de aquellas en las que se cocinaba era algo nuevo y estaba relacionada con el concepto, a ella asociado, de un espacio diferenciado en el que los hombres realizaran su trabajo.

La apariciуn de este tipo de casas tuvo importantes repercusiones en el mobiliario, al darse cada vez mayor importancia al calor y al bienestar. J. C. Louden, durante esta йpoca бrbitro indiscutible del buen gusto burguйs para todas las cuestiones relacionadas con el diseсo arquitectуnico, la decoraciуn de interiores y el trazado de jardines, daba instrucciones a sus lectores, en sus populares manuales, sobre lo que debнa ser una guarderнa, cуmo debнa estar equipado un salуn o quй tipo de placeres, compartidos por el marido y la mujer, podнa ofrecer un jardнn. Ya que, si las casas concebidas exclusivamente para la vida domйstica eran algo nuevo, tambiйn lo eran los jardines que las acompaсaban. En las plazas del siglo XVIII se habнa considerado suficiente un paseo comъn rodeado por una cerca de hierro, pero en el siglo XIX el jardнn se convirtiу en una de las atracciones principales en la vida de la burguesнa. La naturaleza domesticada, acotada por бrboles y setos que aseguraban la intimidad, proporcionaba un marco perfecto para la vida familiar. Los hombres podнan ocuparse de los бrboles y las parras —no en vano Louden habнa logrado convencerles de que este tipo de trabajo manual no implicaba una humillaciуn— y disfrutar con una hora de descanso dedicada a esta actividad tras las apremiantes exigencias de un dнa en la ciudad. Las mujeres se debнan ocupar en particular de las flores, una asociaciуn lуgica entre la naturaleza femenina, dulce y amable, y la delicadeza y fragancia de йstas: de hecho fue durante este periodo cuando surgieron la mayor parte de las conexiones lingьнsticas entre las mujeres y las flores. Al mismo tiempo, las madres podнan enseсar a sus hijos a cuidar de las plantas y a sembrar semillas en sus propios jardines, mбs pequeсos.

“Hombre”, trabajo y virtud

La casa y el jardнn de John y Candia Cadbury en Edgbaston constituyen la expresiуn concreta de una visiуn particular de la vida familiar, de los deberes especiales correspondientes a hombres y mujeres y de sus diferentes relaciones con la esfera social. Los sueсos de Hannah More, que se desarrollaban en un mundo idealizado y ennoblecido, se habнan convertido en los ladrillos y el cemento de las casas de la burguesнa. El compromiso religioso, cuyo objetivo era introducir un nuevo modo de vida que permitiera prestar una atenciуn constante a la experiencia espiritual, y que exigнa un hogar regido por la fe, se habнa materializado en la separaciуn y delimitaciуn graduales del trabajo de los hombres y las mujeres. Al tiempo que aumentaban las posibilidades al alcance de los hombres en los sectores en expansiуn del comercio y las profesiones liberales, asн como su identidad en funciуn de sus actividades pъblicas y profesionales, las mujeres se apartaban de este mundo y hacнan de la maternidad y la administraciуn de la casa un oficio. Esta divisiуn entre el mundo masculino y el femenino conlleva una serie de connotaciones religiosas, ya que la esfera mercantil era considerada peligrosamente amoral. Los hombres que se movнan en ese sector sуlo podнan salvarse por medio de un contacto constante con el mundo moral del hogar, en el que las mujeres desempeсaban el papel de portadoras de aquellos valores puros que podнan contrarrestar las tendencias destructivas del mercado. El hogar era el lugar de los dulces placeres, el refugio del hombre atormentado y lleno de preocupaciones que estaba obligado a producir la riqueza material de la cual dependнa aquйl. Su masculinidad se basaba en su capacidad de mantener a aquellos que dependнan de йl, mientras que la feminidad de su mujer y sus hijas radicaba en su capacidad de depender. La dignidad de un hombre residнa en su profesiуn; la mujer perdнa su distinciуn si tenнa una. A mediados de siglo se habнa extendido de tal manera el ideal burguйs del marido sostйn de la familia y de la mujer y los hijos limitados a la vida domйstica que el registrador general no sуlo pudo introducir por primera vez en el censo la categorнa de “ama de casa” sino que incluso pudo sostener en su introducciуn al Informe en 1851 que “la posesiуn de una casa entera es algo muy deseado por todos los ingleses, ya que asн se delimita de forma clara y definida un cнrculo alrededor de su familia y su hogar: el santuario de sus pesares, alegrнas y meditaciones”.

La suposiciуn del registrador general de que deseaban “casas enteras” habrнa sorprendido profundamente a muchos ingleses, pero su pretensiуn de reflejar la opiniуn popular sobre este asunto es reveladora y da una idea de hasta quй punto las ideas de la burguesнa habнan penetrado en el lenguaje comъn. Esto se debнa en parte al celo evangelizador no sуlo de los cristianos comprometidos sino tambiйn de otros sectores de la burguesнa, como por ejemplo los utilitaristas, que pretendнan reconstruir el mundo a su imagen y semejanza. Su objetivo era convertir a sus creencias tanto a las clases altas como a los modestos trabajadores, e intentaron con ahнnco estimular a ambos grupos para que se comportaran segъn sus ideas de lo que era correcto. La aristocracia y la alta burguesнa debнan abandonar su conducta indolente y licenciosa, los pobres debнan aprender a ser trabajadores; y todos ellos debнan reconocer la importancia de una vida familiar estable y de un ambiente domйstico apropiado. En esta ъltima cuestiуn, efectivamente, coincidнan todos, con independencia de su denominaciуn. El mismo Jeremy Bentham creнa firmemente en la existencia de diferentes esferas y capacidades reservadas a los hombres y a las mujeres, y la doctrina utilitarista se basaba, en la misma medida que la evangйlica, en postulados referentes a las relaciones apropiadas entre los sexos. Sin embargo, para los seguidores de Bentham, el concepto de las esferas separadas era, mбs que un principio moral, un lugar comъn que se daba por supuesto, y el grado en el que para ellos esto era algo “natural” refleja la influencia de los teуricos de ambas esferas a principios del siglo XIX.







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