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El lado de las viviendas campesinas





El campo estб de moda

Las cuestiones agrнcolas interesaron vivamente a la opiniуn ilustrada, bajo la Restauraciуn y la monarquнa de Julio, como lo ponen de relieve numerosas obras y artнculos de prensa, asн como el йxito de las novelas de Balzac y George Sand. Sus fбbulas, por otra parte, no podнan hacer otra cosa que confundir los espнritus, dados los prejuicios sistemбticos que transmitнan. Para Balzac, en efecto, el campesino, aquel infatigable roedor, que dividнa y parcelaba la tierra despuйs de la Revoluciуn, era un ser inferior y amoral que se convertirнa en el sepulturero de la burguesнa. Sacrificando en el altar del mito del Salvaje, el autor de El mйdico rural veнa a los campesinos franceses a travйs de los ojos de Fenimore Cooper, que sуlo desde muy lejos atisbaba a los Pieles Rojas, y de los de madame Hanska cuando recibнa el homenaje hipуcrita de sus mujiks. En cuanto a George Sand, concebнa a sus hйroes en unas maravillosas porcelanas de Sиvres. Sus “delicados labradores”, sus “jуvenes zagalas”, siempre finos y bien educados, habitan en “chozas que resumen toda la poesнa de la aldea”. Ni el pan excelente, ni la gallina en la olla, rociada con el sabroso vino del paнs, faltaban nunca en su mesa.

Es inъtil por tanto buscar en estos dos autores descripciones exactas de las condiciones reales de la casa en el campo, porque por obra de йstas el mito y la poesнa se resentirнan gravemente. Ahora bien, fueron no pocos los arquitectos que, despuйs de la Revoluciуn, teorizaron sobre la vivienda rural en obras que hubiesen podido contribuir en gran medida a su mejoramiento. Asн, por ejemplo, el misterioso Franзois Cointeraux, creador en Parнs, en 1790, de una escuela de arquitectura rural que se transfiriу en seguida a Lyon. En un gran nъmero de obras y folletos, fue desarrollando sus ideas relativas a las construcciones de tierra apisonada y a los techos incombustibles. Le seguirнa luego Lasteyrie du Saillant: en 1802, no vacilarб en traducir un libro publicado por la Oficina de Agricultura de Londres, acompaсado de un atlas de lбminas. Todavнa habrнan de aparecer, a propуsito del mismo tema, muchos otros volъmenes antes de la magna sнntesis de Louis Bouchard-Huzard, durante el Segundo Imperio. Sus autores se preocupan sobre todo de la explotaciуn de gran tamaсo que va a separar en adelante las edificaciones de habitaciуn de las de servicios, por razones no de prestigio, sino de comodidad e higiene.

Siniestras cabaсas

їQuй era de las pequeсas granjas que dominaban entonces el conjunto del territorio francйs? Con el estilo vivo que utilizaba habitualmente, Victor Considйrant, ingeniero y discнpulo de Charles Fourier, nos dejу una visiуn siniestra de sus viajes a travйs del campo: “Hay que ver la Champagne y la Picardнa, la Bresse y el Nivernais, la Sologne, el Limousin, la Bretaсa, etc., y verlos de cerca. Allн hay habitaciones que hacen a la vez de cocina, de comedor y de dormitorio para todo el mundo: madre, padre e hijos… Son ademбs bodega y granero, y a veces cuadra y corral. La luz entra por unas aberturas bajas y estrechas; el aire pasa bajo las puertas y los marcos desencajados; el viento silba a travйs de los cristales ennegrecidos y rotos, cuando los hay…, porque hay provincias enteras en las que el uso del vidrio es prбcticamente desconocido. Si es el caso, hay una lбmpara grasienta y humeante para iluminarse, aunque de ordinario no hay otra cosa que el fuego del hogar. En cuanto al suelo, es tierra desigual y hъmeda. Charcos aquн y allн. Se camina sobre ellos. Los niсos de corta edad se arrastran por encima. ЎYo he visto personalmente cуmo unos patos buscaban por allн su alimento!”.

El grito de indignaciуn de Considйrant estб confirmado por observaciones de carбcter objetivo. La descripciуn mбs antigua de la que tenemos conocimiento —a comienzos de la monarquнa de Julio— se contiene en la relaciуn de un consejo departamental de salubridad, a propуsito de una aldea de los alrededores de Troyes. Declara su autor que, en este caserнo de cuatrocientos dos habitantes, se violan todas las leyes de la higiene. Cada casa, construida de tierra, cubierta de paja y desprovista de suelo y de aberturas, se compone tan sуlo de una pieza que se usa como habitaciуn, en la que pueden vivir hasta diez personas: “En ella es donde se preparan los alimentos, donde se depositan las ropas impregnadas con frecuencia de sudor o de humedad, donde se secan y fermentan los quesos, y donde se amontonan o se cuelgan las carnes en salazуn que sirven de comida”.

Una tesis de Medicina de la misma йpoca, consagrada a una aldea del Tarn, describe sus viviendas en tйrminos mбs o menos idйnticos: “En el mismo reducto se preparan los alimentos, se amontonan los residuos que sirven de comida a los animales y se almacenan los aperos de labranza; en un rincуn se encuentran el fregadero y en otro las camas; a un lado se cuelgan las ropas, y a otro las carnes en salazуn; allн fermentan la leche y el pan; y tampoco faltan los animales domйsticos que, al compartir este estrecho recinto, acuden a comer y a satisfacer sus necesidades fнsicas: y en esta habitaciуn viciada, donde una chimenea, de tubo demasiado ancho y demasiado corto, deja introducirse una corriente de aire glacial que echa para abajo la humareda, es donde viven el campesino y su familia”.

Una sola vez saliу el doctor Villermй de las ciudades, que eran su terreno habitual de observaciуn, para prestar su atenciуn a los campesinos. Pero no dijo nada diferente de los que le habнan precedido: “Hay que haber penetrado en la vivienda de un pobre campesino bretуn, en su choza destartalada, cuyo techo desciende hasta el suelo, cuyo interior estб ennegrecido por la humareda continua de los brezos y las aulagas secas, ъnico combustible de su hogar. En esta miserable cabaсa, donde la luz del dнa sуlo penetra por la puerta y se extingue en cuanto йsta se cierra, es donde habita con su familia harapienta, sin otros muebles que una mala mesa, un banco, un caldero y algunos trebejos de madera o de barro; tiene por lecho una especie de camastro, en el que yace sin sбbanas sobre un colchуn en cuyo contenido la paja de avena ha sustituido la lana, al tiempo que en otro rincуn de este triste escondrijo rumia acostada sobre el estiйrcol la vaca magra y raquнtica (y dichoso el campesino que tiene una), que alimenta con su leche a sus hijos y a йl mismo”. Villermй evalъa en cuatrocientas mil —segъn las informaciones de los prefectos— el nъmero de las viviendas rurales en Bretaсa, que no tienen mбs que uno, dos o tres huecos al exterior como mбximo. Ya Cambry, autor de un cйlebre Voyage dans le Finistиre, habнa llevado a cabo una descripciуn semejante cincuenta aсos antes, refiriйndose a los “tugurios” llenos de humo en los que el piso no estaba nunca embaldosado ni tillado, sino plagado de agujeros en los que tropezaban los chiquillos.

Todavнa hacia finales de la monarquнa de Julio, un gentilhombre aldeano del Nivernais, A. de Bourgoing, publica una obrita en la que hace suyo el tono de Considйrant: “La vivienda del labriego es reducida, hъmeda, mal iluminada; las mбs de las veces carece de ventanas; la luz y el aire sуlo se cuelan a travйs de una puerta que cierra mal y por la que le entran el frнo del riguroso invierno y a lo largo de todo el aсo las exhalaciones pestilenciales del estiйrcol y las inmundicias que se pudren en un agua fйtida delante de la casa”.

En una regiуn vecina, la Haute-Vienne, la situaciуn era idйntica, si hemos de creer al observador que la expuso durante una sesiуn del consejo general: “En nuestras aldeas, ni siquiera el 10% de las viviendas se halla en las convenientes condiciones de higiene, de salubridad y sobre todo de moralidad […]. La mayor parte de las casas de los granjeros se compone tan sуlo de una planta baja que tiene a lo mбs un par de habitaciones de una superficie de 25 metros cuadrados. El piso es ademбs hъmedo, o tiene unas piedras mal unidas en el mejor de los casos. Su altura no pasa de los 2,33 metros; una puerta y un ventano de 50 centнmetros de alto, sin cristales. En la cocina, junto con unos cuantos muebles de mala calidad, los ъtiles del hogar y los aperos de labranza; en la alcoba, todas las camas sin distinciуn de edad ni de sexo. Es normal encontrar en el desvбn cuatro, cinco y seis lechos”.

Existen ademбs muchos otros testimonios de la misma tinta que es inъtil reproducir, ya que su monotonнa es desesperante. El proletario rural, confinado con sus animales domйsticos en una pieza ъnica, vive sumido en una insalubridad incapaz de compensar los “buenos aires” de que acostumbra a guardarse, porque ignora sus virtudes. En definitiva, el conservador Adolphe Blanqui estaba de acuerdo con el utopista Considйrant, cuando escribнa, en el Journal des йconomistes, las lнneas siguientes: “No se podrнa creer, a menos de haberlo visto como lo hemos visto nosotros, de quй miserables elementos se componen la vestimenta, el ajuar y la alimentaciуn de los habitantes de nuestros campos. Hay cantones enteros donde ciertas ropas siguen transmitiйndose de padres a hijos; donde los utensilios domйsticos se reducen a unas cuantas miserables cucharas de palo, y los muebles a una banqueta o a una mesa descabalada. Se cuentan todavнa por centenares de miles las personas que no han conocido nunca las sбbanas; por otros tantos las que no han llevado jamбs calzado; y por millones las que no beben sino agua, las que no comen nunca o casi nunca carne, ni siquiera pan blanco”.

Si el campesino vivнa de una manera miserable, їno se lo debнa a su individualismo? El 16 de noviembre de 1836, Йmile de Girardin, citaba en La Presse el caso de un tйrmino municipal de los arrabales de Parнs donde 1.450 hectбreas se hallaban en la actualidad “desgarradas en 38.826 fragmentos”. їCabнa la posibilidad de interesarse por semejantes salvajes?

Focos de infecciуn

En tiempos del Segundo Imperio el campo seguнa estando aъn como durante el Antiguo Rйgimen. El examen de cuatro tesis de Medicina sobre regiones diferentes, nos llama la atenciуn sobre las siguientes comprobaciones unбnimes: la cohabitaciуn con animales domйsticos, la falta de aireaciуn, las chimeneas sin tiro y el amontonamiento de toda una familia en la misma pieza. La consecuencia de semejante estado de cosas, tal como lo habнa advertido el doctor Louis Caradec, era la formaciуn de un medio ideal para el desarrollo de ciertas enfermedades: “Estas viviendas bajas de techo, hъmedas, mal iluminadas, en las que se amontonan personas y animales, contribuyen poderosamente al desarrollo de la escrуfula y la tuberculosis, e imprimen en todas las afecciones una tendencia a desembocar en la supuraciуn. Engendran asн […] abscesos, caries y enfermedades articulares. La perpetuaciуn del principio escrofuloso en el campo se debe a los defectos de construcciуn de las viviendas y a la suciedad, mucho mбs que al rйgimen y a la herencia”.

A comienzos de la Tercera Repъblica, el obrero y el campesino comienzan a fijarse como siluetas mнticas destinadas a convertirse en instrumentos de los partidos polнticos. En nombre de la izquierda, el antiguo comunero Arthur Ranc prohibiу a los escritores que hablaran del obrero, mientras que el labriego pertenecнa a los partidos de derechas que velaban por su leyenda. Asн, por ejemplo, despuйs de la apariciуn de La Terre (1887), se acusу a Zola de haber calumniado al campesino francйs. Sin entrar en la cuestiуn, parece obligado reconocer que una estancia de una semana en la Beauce, pese a los recursos de la alucinaciуn novelesca, no puede ser un tiempo suficiente para que un hombre de ciudad sea capaz de describir correctamente las condiciones de vida rurales. Lo que ciertamente no era algo que Zola se hubiera propuesto, ya que se contenta con una misma frase, repetida en dos ocasiones, para presentar la granja, lugar de la acciуn: “El vasto patio cuadrado de La Borderie, cerrado en tres de sus lados por las edificaciones de los establos, las majadas y los hуrreos, se hallaba desierto”. Y algunas pбginas mбs adelante: “Tres largas construcciones en los tres costados del vasto patio cuadrado, la majada al fondo, el hуrreo a la derecha, y la cuadra, la caballeriza y la vivienda a la izquierda”.

En un nivel mбs cientнfico, no dejemos de seсalar la ausencia de investigaciones. Al margen de las anotaciones contenidas en el resumen de Baudrillart, no hay mбs que una sola encuesta general sobre la habitaciуn rural en Francia a finales del siglo XIX, la publicada en 1864, bajo la direcciуn de A. de Foville y titulada Les maisons types. Agrupa cincuenta y una monografнas de casas escogidas en diferentes regiones de Francia, pero sin aportar nada nuevo a los estudios aparecidos en la йpoca de Napoleуn III. Su orientaciуn general y las conclusiones extraнdas por sus autores de ciertos hechos, la sitъan al margen del movimiento social “progresista”. Citemos dos ejemplos de este pasadismo tнpico que se podrб volver a encontrar, en el periodo de entreguerras, en las novelas de un Renй Bazin. Monografнa n.° 23, la casa de Valgaudemar: “Por lamentable que fuese el amontonamiento de los miembros de la familia en un espacio reducido, la moral no sufrнa por ello. He vivido allн y jamбs oн rumores del menor escбndalo. Una vida activa, costumbres piadosas, un padre y una madre austeros, nada de esto se prestaba a ningъn relajamiento de costumbres”. Monografнa n.° 46, casa tнpica en la regiуn de Avranches: “La moral no pierde nada por el hecho de que todos o casi todos los habitantes duerman en la misma habitaciуn; el resultado, por el contrario, es una especie de vigilancia mutua. Se prefiere el dormitorio comъn al cuarto particular. La decencia es lo ъnico que sufre, pero este contratiempo es menor que lo que se imaginan las personas que estбn acostumbradas a ocupar siempre alcobas particulares”.

Diez aсos antes, el doctor Layet, en una obra considerable, habнa condenado ya, con la ayuda de ejemplos tomados por toda Francia, la vivienda campesina cuyas funestas disposiciones habнan sido a su vez denunciadas desde principios de siglo: “Consideramos un deber —escribнa este mйdico— poner de relieve hasta quй punto el campesino no se preocupa de la salubridad de su vivienda, en la que se complace, por asн decir, en acumular todas las causas de alteraciуn de su salud. Humedad continua, falta de renovaciуn del aire respirable, amontonamiento, exhalaciones malsanas, tales son las deletйreas influencias que actuarбn sobre йl y combatirбn, si es que no destruyen, los beneficiosos efectos de una jornada pasada al sol y al aire libre”.

En semejante ambiente, la disenterнa, las fiebres tifoideas, el tifus o el cуlera hacen estragos y son endйmicos. En 1888, la viruela habнa provocado 786 muertes en el distrito de Lorient; en 1890, el sarampiуn se habнa llevado 323 niсos en el mismo sector. El doctor Chevalier llega a afirmar que se habнan descubierto aъn casos de lepra en Bretaсa, casos que se habнan comunicado a la Academia de Medicina.

Todos los ensayos de topografнa mйdica, gйnero tan practicado durante el siglo XIX, se repiten, sin ninguna variante, a propуsito de la insalubridad de las condiciones de vida rurales. La vivienda campesina tuvo tambiйn, por supuesto, sus modelos ejemplares, reproducidos una y otra vez en ciertas obras: pero no fueron nunca mбs que una minorнa, la de las casas de los amos. Tan sуlo despuйs de la Segunda Guerra Mundial se decidiу el mundo rural, en conjunto, a cambiar las condiciones de su existencia cotidiana y a adoptar las normas higiйnicas de las gentes de la ciudad. Subrayemos que esta mutaciуn se llevу a cabo con tanta mayor rapidez cuanto que fue resultado de la actuaciуn de los mismos interesados, guiados por sus organizaciones sindicales.

Pudrideros urbanos

La edad de oro del tugurio

Las condiciones de alojamiento de las clases dolientes fueron dejadas a un lado durante mucho tiempo por los especialistas de la historia social que se contentaban, a este respecto, con calificativos que tenнan mбs que ver en la mayorнa de los casos con la estйtica. Resulta chocante ver a Henri Sйe —hombre de izquierda— reprocharle a Arthur Young, en su visita a Francia en vнsperas de la Revoluciуn, que denunciara las calles tortuosas de las viejas ciudades en nombre de la higiene y no apreciara su “pintoresquismo”. Mucho mбs recientemente, la leyenda redactada por Louis Girard para acompaсar una fotografнa de Marville tomada en tiempos del Segundo Imperio: “La intimidad pintoresca de la vieja ciudad”, puede parecer muy singular despuйs de los trabajos que han caracterizado los dos ъltimos decenios.

Se sabe ahora que el escбndalo de las condiciones de vivienda populares fue proclamado por los reformadores sociales procedentes de los horizontes mбs diversos, desde los partidos conservadores hasta los anarquistas “antipropiedad”. Por lo que hace a Parнs, que fue el terreno mбs examinado, las observaciones abundan desde comienzos del siglo XIX. Coinciden todas ellas unбnimemente en la exigьidad y la insalubridad generales de la vivienda obrera, lo que confirmarб la encuesta oficial llevada a cabo despuйs de la epidemia de cуlera de 1832, que causу 18.602 vнctimas en la capital. Concluye en estos tйrminos la relaciуn: “Donde la poblaciуn miserable se hallaba amontonada en alojamientos sucios y estrechos, es donde la epidemia ha multiplicado sus vнctimas”. En las callejuelas mбs estrechas y mбs sуrdidas, la tasa de mortandad por el cуlera llegу a ser del 33,87%; en las otras, del 19,25%.

Durante el Segundo Imperio, Haussmann no se ocupa mбs que de los barrios elegantes y fuerza a los proletarios al йxodo a la periferia. Al margen de sus brillantes ensanches, los tugurios prosperan a placer. A finales de 1859, Louis Lazare, refiere en su Revue municipale los hechos siguientes: “Al recorrer la ciudad de Parнs hasta las fortificaciones, hemos registrado 269 callejuelas, enclaves, patios, pasajes o casuchas levantados al margen de cualquier intervenciуn o control municipal. La mayorнa de estas propiedades particulares, gobernadas arbitrariamente por sus detentadores, resultan repugnantes a la vista y revuelven el estуmago”. A propуsito de estas formas de “gobierno arbitrario”, Zola presenta, en L’Argent, a un propietario que vigila su conjunto de casuchas, “miserables construcciones de barro, o hechas con viejas planchas y chatarra, que parecen montones de escombros en torno al patio interior”, y luego su casa, construida con sуlidos bloques de piedra y situada al borde de la calle.

Con el ъltimo cuarto del siglo XIX empiezan a imponerse en el anбlisis de los hechos sociales los procedimientos cuantitativos. Va a ser posible en adelante disponer de abundantes fuentes de cifras que refuercen con su peso los testimonios cualitativos cuya aportaciуn seguirб siendo no obstante siempre preciosa. Se multiplican los documentos oficiales a propуsito del chabolismo: la descripciуn de las barriadas de chabolas de Juana de Arco, Dorй y los Kroumiers se convierte en un clбsico de la investigaciуn social que practican numerosos mйdicos y “filбntropos”.

Estos observadores descubren en los distritos populares, XI, XIII, XIX y XX, la existencia de barriadas, travesнas y callejones dominados por autйnticas mafias de arrendatarios fuertes: despuйs de haber alquilado terrenos por varios aсos, estos promotores los cubrнan en seguida de construcciones de una sola planta, la mitad de tablas y la otra mitad de cascotes, que luego dividнan en viviendas alquiladas por semanas. Habrнa que hablar ademбs de los nuevos colonos instalados sin derecho alguno en la zona non aedificandi del anillo de fortificaciones de M. Thiers que habнan demostrado su inutilidad durante el asedio de Parнs en 1870. Venнan a sumarse a los antiguos propietarios, presentes ya en el momento de la edificaciуn de la zona, sin que se preocuparan lo mбs mнnimo por ningъn vano papeleo. Con unas cuantas estacas y unos alambres, aquellos audaces pioneros delimitaban, en territorio “apache”, una concesiуn que luego agrandaban subrepticiamente para alquilarles las parcelas a otros menos listos que ellos.

No tenнa por tanto nada de sorprendente que, en semejante ambiente patуgeno, las epidemias pudieran atacar con toda dureza. La fiebre tifoidea causarб en 1873 en Parнs 869 vнctimas. En 1882, este nъmero se elevarб a 3.352. La epidemia de cуlera de 1884 provocarб por su parte 986 muertes. El doctor Bucquoy, autor de la relaciуn sobre el particular, comprueba que la enfermedad no ha atacado nunca las casas bien construidas y que se mantienen limpias, aquellas en las que los propietarios han puesto el agua a disposiciуn de sus inquilinos: “Hemos pasado revista —escribe— a todas las viviendas en las que la epidemia se mostrу en toda su gravedad, ni en una sola se respetaban las reglas elementales de la higiene”.

La ъltima epidemia de cуlera del siglo, la de 1892, volverб a llevarse 1.797 personas en el departamento del Sena, de ellas 906 en Parнs. Los distritos mбs afectados fueron el XI (104 muertes), el XVIII (116) y el XIX (106).

Una encuesta significativa

Habrб que aguardar no obstante al estudio decisivo del doctor Jacques Bertillon, hermano del inventor de la antropometrнa y jefe del servicio de los trabajos estadнsticos de la Ciudad de Parнs, para disponer del primer estudio completo sobre la superpoblaciуn de las viviendas de la capital. Esta estadнstica se emprendiу con ocasiуn del censo de 1891, mediante un cuestionario especial. Los resultados del extrarradio no se pudieron utilizar: respondieron muy pocas personas, o lo hicieron de manera inexacta, por temor a que la encuesta se destinara a la creaciуn de un nuevo impuesto.

En Parнs, por el contrario, no hubo mбs que un 2% de respuestas nulas: procedentes sobre todo de individuos que vivнan solos en viviendas de escasa importancia. En definitiva, la encuesta alcanzу a 884.345 familias. El doctor Bertillon, tras deplorar que la estadнstica no hubiese podido determinar, en Francia, hasta el momento, las condiciones exactas de vida de la poblaciуn, definнa asн su nociуn de superpoblaciуn: “Entendemos que hay acumulaciуn o superpoblaciуn cuando el nъmero de los miembros del hogar sobrepasa hasta doblarlo el nъmero de las habitaciones, por ejemplo cuando una vivienda de tres piezas se halla ocupada por siete personas, o cuando una vivienda de cuatro piezas lo estб por nueve personas”.

En la capital, cuanto mбs numerosas son las familias, peor alojadas estбn: el 35% de las familias de dos personas disponen de mбs de una pieza por persona; un 27% de las familias de tres componentes disponen de mбs de una pieza por cada uno; el 20% de las familias de cuatro individuos disponen de una pieza por cada uno; el 18% de las familias de cinco personas disponen de mбs de una pieza por cada una; y sуlo el 13% de las familias de seis personas disponen de mбs de una pieza por cada una de ellas. Segъn Bertillon, alrededor de 331.986 parisienses, o sea el 14%, vivнan en la situaciуn de acumulaciуn excesiva tal como йl la habнa determinado.

Finalmente, el demуgrafo superponнa dos mapas, el de la superpoblaciуn y el de las muertes. Donde se daba un menor nъmero de habitantes por pieza, en los distritos VIII y IX, se producнa tambiйn el menor nъmero de decesos. Donde los habitantes se hallaban amontonados, en los distritos XIII, XIX y XX, se elevaba a su vez la curva de fallecimientos.

Ahora bien, los precios de las viviendas reducidas —los inferiores a 500 francos anuales— no dejaron de aumentar a lo largo de todo el siglo XIX. Tambiйn lo hicieron los salarios —un 48% entre 1853 y 1891—, pero la inseguridad siguiу siendo siempre el destino de las clases menesterosas: bajas de salario en los periodos de depresiуn, reducciones de horarios, y de personal cuando disminuyen los encargos, una situaciуn definida por los economistas de este periodo como el paro “normal”. En semejantes condiciones, їcуmo establecer un presupuesto?

El doctor Du Mesnil lo demostrу en numerosas ocasiones: un obrero que trabaja regularmente por cuenta ajena no puede fijar sus rentas y sus gastos mбs que de una manera aproximada, porque tiene que tener previstos el paro y la enfermedad. “En cuanto a los jornaleros, obreros y obreras a domicilio que viven al dнa y nunca pueden estar seguros de tener trabajo, no digamos ya durante un mes o una semana, sino ni siquiera para el dнa de maсana, para йstos en particular, el establecimiento de un presupuesto resulta imposible.”

La situaciуn no habнa sido nunca mejor en provincias que en Parнs, tal como lo habнa atestiguado ya la cйlebre encuesta de Villermй, durante los tiempos de la monarquнa de Julio. El buen doctor se hallaba sin embargo muy lejos de tenerse por un filбntropo, lo mismo que Adolphe Blanqui, que habrб de pedir una legislaciуn especial sobre viviendas “ya que su horrible insalubridad es la causa primordial de esta mortandad inacabable y de esta inmoralidad sin nombre que diezma y embrutece la poblaciуn de algunas de nuestras grandes ciudades”. Las topografнas mйdicas y las comunicaciones de los consejos de salubridad, en actividad por toda Francia, proporcionan los detalles mбs significativos sobre unas formas de habitaciуn que ni una sola voz autorizada se atreve a declarar convenientes. Estos textos tienen una difusiуn limitada, pero no faltan otros que llegan a estar al alcance de todo el mundo. L’Ouvriиre, de Jules Simon —inspirador de las ideas de la oposiciуn al Segundo Imperio—, constituyу uno de los mayores йxitos de librerнa de la segunda mitad del siglo XIX. En ella se encuentran descripciones completas de los tugurios urbanos. “Todas las ciudades industriales ofrecen idйntico espectбculo”, concluye el autor.

La Ciudad Napoleуn

Ya a principios de siglo, algunos espнritus clarividentes habнan comprendido que unas buenas condiciones de vida eran una de las claves de la paz social y el mejor medio de luchar contra las utopнas y —a partir de 1848— contra el socialismo. A comienzos de 1849, se formу en Parнs una sociedad con el propуsito de edificar, en los doce distritos de la capital, ciudades con viviendas sanas, bien ventiladas, alquiladas a precios por debajo de los pagados en las viviendas insalubres, y compuestos por una cocina y una o dos habitaciones. El prнncipe-presidente contribuyу con largueza, lo mismo que algunos amigos del Orden. Se empezу por la barriada de la calle Rochechouart, nъmero 58 (distrito IX), que subsiste todavнa en la actualidad, un autйntico incunable de la vivienda social.

Inaugurada el 18 de noviembre de 1851, ostentarнa en adelante el nombre —imperial— de “Citй Napolйon”. Completamente habitada en 1853, alojaba a 600 personas repartidas en 200 viviendas, las mбs amplias de las cuales ofrecнan tan sуlo una alcoba con chimenea, un gabinete de buenas dimensiones e iluminaciуn y una reducida cocina que hacнa las veces de entrada. Cada planta contaba con un retrete y un fregadero de uso comъn. Una fuente pъblica, instalada en el patio, proporcionaba el agua. Habнa ciertas comodidades muy apreciadas por los habitantes de la barriada: cuidado de las escaleras por un conserje, lavadero y establecimiento de baсos, guarderнa para niсos pequeсos, y un mйdico que atendнa cada maсana una consulta gratuita y efectuaba tambiйn visitas a domicilio.







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