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Hegel: la familia, fundamento de la sociedad civil





Tal vez ha sido Hegel el filуsofo que mбs lejos ha llevado la articulaciуn de lo pъblico y lo privado. En los Principios de la filosofнa del derecho (1821) analiza las relaciones entre las tres instancias fundamentales: el individuo, la sociedad civil y el Estado. El individuo es el fundamento del derecho, que no puede ser sino personal. El cuerpo define el yo al que le es necesaria la propiedad individual para objetivarse; el suicidio es la marca ъltima de la soberanнa del yo, asн como la falta lo es de su responsabilidad. Pero el individuo se halla subordinado a la familia, que, junto con las corporaciones, es uno de los “cнrculos” esenciales de la sociedad civil. Sin ella, el Estado se las tendrнa que haber йl solo con las correspondientes “colectividades inorgбnicas”, con las muchedumbres, propicias al despotismo.

La familia es la garantнa de la moralidad natural. Se basa en el matrimonio monуgamo, establecido por mutuo consentimiento; con respecto a йl, las pasiones resultan contingentes, incluso peligrosas; el mejor matrimonio es el “arreglado” al que sigue la inclinaciуn, y no a la inversa. La familia es una construcciуn razonable y voluntaria, enlazada por fuertes vнnculos espirituales, por ejemplo la memoria, y materiales. El patrimonio es a la vez una necesidad econуmica y una afirmaciуn simbуlica. La familia, “objeto de piedad para sus miembros”, es un ser moral: “Una sola persona cuyos miembros son accidentes”. Su jefe es el padre, y sus herederos sуlo se liberan cuando la muerte del padre la descompone. La familia es el todo superior a las partes, que han de someterse a ella; en la sociedad del siglo XIX es un grupo “holista”, de acuerdo con la definiciуn de Louis Dumont. La divisiуn sexual de las funciones se apoya en sus “caracteres naturales”, de acuerdo con una oposiciуn pasivo/activo, interior/exterior que gobierna todo el siglo. “El hombre tiene su vida sustancial real en el Estado, la ciencia, etc., asн como tambiйn en el combate y el trabajo en oposiciуn con el mundo exterior y consigo mismo”. “La mujer encuentra su destino sustancial en la moralidad objetiva de la familia, cuyas disposiciones morales expresa la piedad familiar.” Los hijos son a la vez miembros de la familia e individuos en sн mismos. Como libres que son, han de ser educados, sin abusar del juego que estimula su distinciуn propia. Su mayorнa de edad los hace aptos para tener una familia, “los hijos como jefes y las hijas como esposas”. Pero es la muerte del padre la que les permite acceder efectivamente a este nuevo estatuto. La libertad de testar se halla limitada por el derecho familiar. Hegel critica vivamente a este propуsito la arbitrariedad del derecho romano; y rechaza el derecho de primogenitura, asн como la exclusiуn de las hijas. Lo que cuenta a sus ojos no es la descendencia como tal, lastrada de feudalismo, sino la familia, piedra angular de la sociedad moderna. Como cнrculos de “personas concretas independientes”, “las multitudes de familias”, en nъmero indefinido, forman la sociedad civil, que no es otra cosa que “la asociaciуn de colectividades familiares dispersas”.

La casa de Kant

Si Hegel dirige su atenciуn especulativa a la articulaciуn macrosocial de lo pъblico y lo privado, Kant atendiу sobre todo al microespacio de la casa, poйticamente transcrito por Bernard Edelman. El derecho domйstico es el triunfo de la razуn; hace arraigar y disciplinar, aboliendo cualquier voluntad de huida. Se trata de “un derecho de este mundo y de la conservaciуn, que extinguirб en los corazones la llamada de lo lejano y de los bosques bбrbaros”. La casa es el fundamento de la moral y del orden social. Es el corazуn de lo privado, pero de lo privado sometido al padre, ъnico capaz de domesticar los instintos, de someter a la mujer. Porque la guerra domйstica es una amenaza continua. “La mujer puede convertirse en un vбndalo; el hijo, contaminado por su madre, es un ser abъlico o vengativo, y lo domйstico recobra asн su libertad”. La mujer, que es el centro de la casa, puede tambiйn, en su ambigьedad, llegar a ser quien la amenace. “Basta que se escape para convertirse en seguida en un ser rebelde y revolucionario”. De ahн la contradicciуn, perfectamente advertida por Kant, de su estatuto jurнdico: como individuo, la mujer es de derecho personal; como miembro de la familia, estб sometida al derecho conyugal, de esencia monбrquica. Siempre la mujer “бvida” opuesta a la mujer “sometida”.

La familia liberal

El pensamiento francйs en torno a la familia es de una particular riqueza durante el siglo XIX, en razуn de la agudeza de los problemas relacionados con la reconstrucciуn polнtica, jurнdica y social posrevolucionaria. Tres grandes polos de reflexiуn: las fronteras entre lo pъblico y lo privado, y la nociуn de “esferas”; el contenido de la sociedad civil; y las funciones masculinas y femeninas.

Los liberales —desde Germaine de Staлl hasta Alexis de Tocqueville— se sienten ante todo preocupados por la defensa de una frontera que garantice la libertad de los “intereses privados”, firme base de la naciуn. “Lo ъnico que puede lograr que se ame a la Repъblica es el respeto a la existencia particular de la fortuna privada”, escribe madame de Staлl, que le pide esencialmente a aquйlla “no exigir, no ser gravosa”. “La libertad se nos volverб tanto mбs preciosa cuanto mбs tiempo nos deje el ejercicio de nuestros derechos pъblicos para consagrarnos a nuestros intereses privados”, dice por su parte Benjamin Constant. Tanto el uno como la otra contraponen a los Antiguos, que vivнan para el бgora o la guerra, el mundo moderno, universo del comercio y de la industriosa actividad de los individuos, al que le conviene sobre todo “dejar hacer”. Semejante concentraciуn en lo privado supone que los asuntos pъblicos se han dejado en manos de representantes. La distinciуn de dos esferas complementarias implica el rйgimen representativo y, en una cierta medida, la especificidad de lo polнtico, la de los dedicados a la prбctica polнtica y, en definitiva, su profesionalizaciуn.

Era lo que habнa comprendido perfectamente Guizot, estudiado hace poco por Pierre Rosanvallon. Mediante una reflexiуn que no deja de recordar la de Hegel, analiza el funcionamiento del poder, que йl ve como mъltiple. El orden y la libertad dependen de la articulaciуn del “poder social”, responsable de la sociedad civil y del poder polнtico, asн como de las orientaciones de conjunto, y transferido a las “capacidades”, o sea, a la elite de los organizadores: cosa de hombres, y no de salones, mixtos y frнvolos. Por muy ampliamente domйstico que sea, el poder social no por ello es femenino. Su clave no arbitraria es el padre de familia, porque es “la expresiуn de una razуn superior, mбs apto que los demбs para juzgar de lo justo y de lo injusto”. Como lugar de una permanente transacciуn, la familia es, segъn Guizot, un modelo polнtico de la democracia. “En ninguna parte es el derecho de sufragio mбs real ni mбs amplio. Es en la familia donde mбs se aproxima a la universalidad.”

Royer-Collard y Tocqueville se muestran igualmente ansiosos por el contenido de la sociedad civil. “La Revoluciуn no ha dejado en pie mбs que a los individuos. […] De la sociedad en ruinas ha surgido la centralizaciуn”, escribe el primero, que ve en las “asociaciones naturales” —el municipio, la familia— el antнdoto del jacobinismo. Tocqueville, tan sensible por otra parte a los atractivos de lo privado y de lo нntimo, precisу perfectamente los peligros de un individualismo excesivo, que preconizaba, segъn las preferencias del barуn Dupin, el “cada uno en su casa, cada uno para sн”. “El despotismo, que de por sн es medroso, ve en el aislamiento de los hombres la garantнa mбs firme de su propia duraciуn, y pone de ordinario todos sus cuidados en aislarlos […]. Llama buenos ciudadanos a los que se encierran estrictamente en sн mismos” (La democracia en Amйrica, libr. II, cap. VIII). Toda la obra de Tocqueville gira en torno a este problema: cуmo conciliar felicidad privada y acciуn pъblica. Preconiza las asociaciones y celebra las virtudes de la familia americana, capaces de crear un vнnculo social. “La democracia afloja los lazos sociales, pero aprieta los lazos naturales. Aproxima entre sн a los parientes al tiempo que separa unos de otros a los ciudadanos”.

De este modo, para los liberales, la familia, comunidad en cierto modo “natural”, es la clave de la felicidad individual y del bien pъblico.

Los tradicionalistas

La familia es asimismo la preocupaciуn primordial de los tradicionalistas, cuyos principales representantes fueron Louis de Bonald bajo la Restauraciуn y, mбs tarde, y de muy otro modo, Frйdйric Le Play y su escuela. La crнtica de la relajaciуn de costumbres, de la perversiуn de las funciones sexuales y del afeminamiento fue su obsesiуn. Por lo demбs, las familias disueltas y las mujeres olvidadas de sus deberes fueron los chivos expiatorios ordinarios de las derrotas militares y de las conmociones sociales. La Restauraciуn (cf. lostrabajos de R. Deniel) y el Orden moral (cf. Mona Ozouf) son, desde este punto de vista, ejemplares. El rйgimen de Vichy lo serб aъn mucho mбs (cf. Robert Paxton).

Bajo la Restauraciуn, la ofensiva familiarista es triple. Ante todo, religiosa: las misiones hacen del respeto a la familia su tema favorito. “їDуnde se puede estar mejor que en la propia familia?”, dice una canciуn de 1825. Luego, polнtica: la emprende contra el divorcio, autorizado a partir de 1792, y obtiene su supresiуn en 1816. Y finalmente, ideolуgica: Bonald es su apуstol. Muy leнdo en los ambientes de la nobleza provinciana (Renйe de Lestrade, la maternal heroнna de las Memorias de dos reciйn casadas, de Balzac, le cita a menudo), es el agente de una moralizaciуn de la aristocracia que, gracias a йl, rehace su virginidad. El sueсo de la “vida de castillo” y del lujo ostentoso de una aristocracia corrompida, tan tenaz en la psicologнa popular, hasta el punto de prolongarse todavнa hoy dнa en los comentarios a las visitas de los castillos de nuestras vacaciones, se alimenta de hecho con un tiempo acabado: el de la “dulzura de vivir”.

La manera de pensar de Bonald sobre la familia se la encuentra, por ejemplo, en su discurso ante la Cбmara de los Diputados “en favor de la aboliciуn del divorcio” (26 de diciembre de 1815). El divorcio es intrнnsecamente perverso, no sуlo en razуn de sus injustas consecuencias para las mujeres y los hijos, que son sus primeras vнctimas, sino por razones morales. Como reconocimiento implнcito del derecho a la pasiуn, le otorga un puesto exorbitante al amor en el matrimonio. Solicitado predominantemente por las mujeres, debilita la autoridad paterna: “Verdadera democracia domйstica, le permite a la esposa, a la parte dйbil, levantarse contra la autoridad marital”. Ahora bien, la grandeza de la esposa reside precisamente en la sumisiуn al padre y, cuando es viuda, al hijo mayor, depositario del domicilio ancestral. Como fundamento del Estado monбrquico la familia es ella misma una monarquнa paterna, una sociedad de linaje que garantiza la estabilidad, la duraciуn, la continuidad. Su jefe natural es el padre, como el rey-padre lo es de Francia, que es tambiйn una “casa”. Restaurar la monarquнa es lo mismo que restaurar la autoridad paterna. “Para alejar al Estado de las manos del pueblo hay que alejar la familia de las manos de las mujeres y los hijos.” El matrimonio no se reduce a ser un contrato civil, sino que es indisolublemente un acto religioso y polнtico. “La familia exige costumbres, y el Estado exige leyes. Reforzad el poder domйstico, elemento natural del poder pъblico, y consagrad la completa dependencia de las mujeres y los hijos, garantнa de la constante obediencia de los pueblos.”

Le Play, o “la familia, principio del Estado”

Ni contrarrevolucionario ni liberal (cf. Fr. Arnoult), el pensamiento de Frйdйric Le Play es original en la medida en que elabora ademбs una estrategia de observaciуn sociolуgica que pretende ser el preludio a una intervenciуn profamiliar. Hostil a la extensiуn del Estado, Le Play querнa vigorizar la sociedad civil mediante la felicidad de las familias, felicidad definida por йl como “la ley moral mбs el pan”. “La vida privada imprime su carбcter en la vida pъblica; la familia es el principio del Estado” (Obreros europeos, 1877).Sin embargo, Le Play es lo contrario de un liberal. El egoнsmo de los “intereses privados” en la jungla del dejar hacer, la urbanizaciуn y la industrializaciуn salvajes, asн como el olvido del decбlogo y de la moral son las causas de esa autйntica calamidad que es la proletarizaciуn. Remedio: la restauraciуn de la “familia-matriz” con heredero ъnico, designado por los padres (la melouga pirenaica, tan prуxima al oustal del Gйvaudan), que Le Play opone a la familia inestable (la del Cуdigo Civil) lo mismo que a la familia patriarcal, en la que el poder se concentra en las manos de un jefe de familia hereditario. La jerarquнa, segъn Le Play, no es, por tanto, puramente “natural”, sino que se funda en el mйrito, en la capacidad.

El respeto a las jerarquнas es una condiciуn del equilibrio. Pero los jefes han de respetar a sus subordinados y protegerlos. La “cuestiуn social” y la intervenciуn creciente del Estado se insertan sobre el olvido de sus deberes por los patronos. Paternalismo y patronazgo proporcionan el mejor tipo de relaciones sociales. A pesar de todo, Le Play atribuye una gran importancia a las virtudes del ama de casa, como mбs tarde su discнpulo Йmile Chaysson, y sus monografнas familiares ofrecen una documentaciуn excepcional sobre las funciones, tareas y poderes de la madre en las familias populares y con respecto a los trabajos del hogar.

El pensamiento de Le Play y de La Reforma social es sin duda el mбs acabado entre aquellos que, en el siglo XIX, hacen de la familia el eje de la reflexiуn y de la acciуn. Su retroceso se debiу a determinadas razones polнticas e ideolуgicas que contribuyeron al triunfo de la escuela durkheimiana, soporte de la Repъblica. La familia fue la vнctima inocente de esta peripecia, en la medida en que dejу de ser, por mucho tiempo, un elemento de base de la investigaciуn en el terreno de las ciencias sociales.







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