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Elogio de la buena ama de casa: Francis Place





Smith tocaba con esta afirmaciуn un nervio vital, ya que, para el trabajador, las comodidades de la vida dependнan en efecto de sus parientes femeninas. Sin embargo, a йstas se les exigнa cualificaciones diferentes de las de sus hermanas de la burguesнa. Mientras los ideуlogos burgueses hacнan hincapiй en los aspectos morales y administrativos de la feminidad, al ser las mujeres las encargadas de proporcionar la inspiraciуn moral y llevar los hogares, los prototipos de la buena esposa y madre de la clase obrera subrayaban las habilidades prбcticas que el cocinar, limpiar y criar a los niсos llevaban implнcitas. La dignidad y la autoestima de una mujer radicaban en la correcta realizaciуn de estas tareas.

Se puede ilustrar la aceptaciуn de un concepto particular de la vida domйstica en determinados sectores de las clases trabajadoras a travйs del examen de los escritos de dos pensadores y activistas polнticos fundamentales, Francis Place y William Cobbett. Francis Place, nacido en 1777, realizу su aprendizaje en el negocio de la confecciуn de pantalones de cuero, convirtiйndose posteriormente en un conocido sastre. Viviу siempre en Londres, por lo que estuvo muy comprometido con el movimiento radical de la ъltima dйcada del siglo XIX, sobre todo desde su cargo de secretario de la London Corresponding Society, y jugу un importante papel en la reforma de los sindicatos que tuvo lugar en la segunda dйcada del siglo XIX. Ya anciano, se convirtiу con entusiasmo a la doctrina de Bentham y, gracias al йxito econуmico que le habнa permitido retirarse de los negocios, pudo dedicarse en cuerpo y alma a la actividad reformadora. En su juventud, sin embargo, habнa vivido en condiciones de extrema pobreza y participado plenamente en la vida de los artesanos de finales del siglo XVIII. Place recurriу a los postulados dictados por la costumbre para describir el papel de las mujeres en su doctrina: un ejemplo de ello era dar por sentado que su mujer le ayudarнa en su trabajo siempre que fuera necesario. Pero tambiйn sintiу un gran interйs por mejorar los modales y la moral de la clase obrera, y en su autobiografнa se deleita en describir con detalle de quй forma habнan mejorado los modales y hбbitos culturales de los trabajadores. Place era muy aficionado, por ejemplo, a relatar una y otra vez cуmo habнan desaparecido los juegos callejeros de su infancia, en los cuales se exhibнa un abierto disfrute de la sexualidad, y desaprobaba enйrgicamente los hбbitos alcohуlicos de los trabajadores y el consiguiente abandono de sus familias. De hecho, su padre habнa sido el mejor ejemplo de esto.

Place creнa firmemente en la conveniencia de poseer una “casa entera” mucho antes que el registrador general lo reflejara en sus escritos. En su opiniуn, “nada [conduce] tanto a la degradaciуn de un hombre y una mujer en la opiniуn de cada uno y en la de ellos mismos en todos los aspectos, pero sobre todo de la mujer, como el tener que comer y beber y cocinar y lavar y planchar y llevar a cabo todas sus ocupaciones domйsticas en la habitaciуn en la que su marido trabaja y en la que ambos duermen”. Su alegrнa no tuvo lнmites cuando lograron encontrar un nuevo alojamiento con un pequeсo gabinete al fondo en el que podнa trabajar. “Esto permitнa a mi mujer mantener el cuarto mбs ordenado, lo que fue tambiйn ventajoso por sus efectos morales. El cuidado del niсo no tenнa lugar, como en el pasado, ante mн. Se me evitaba la visiуn de las actividades domйsticas: ya no tenнa que presenciar cуmo se encendнa el fuego, se fregaba y limpiaba el cuarto, se lavaba y planchaba la ropa, asн como cuando se cocinaba”.

De niсo, Place habнa entrado de aprendiz con su padre, mientras que su mujer habнa trabajado como criada y no poseнa ningъn oficio. Cuando consiguiу encontrar trabajo, йl ganaba mucho mбs de lo que su esposa habrнa podido percibir nunca, pero ella podнa ayudarle en algunas de las actividades relacionadas con la confecciуn de pantalones, al mismo tiempo que cuidaba de los niсos y de la casa. Como consecuencia del interйs que habнa sentido toda su vida por la autoeducaciуn, se dedicу a leer, pensar y escribir y, a medida que sus ingresos aumentaban, pudo adquirir libros y mezclarse con conocidos intelectuales, aunque la distancia que le separaba de ellos no se borrу nunca. Bentham y Mill le animaron a que escribiera su autobiografнa para demostrar cуmo un hombre trabajador podнa alcanzar la sabidurнa y la prosperidad partiendo de los orнgenes menos propicios.

El progreso de su mujer se manifestу de otra manera. Se convirtiу en una excelente modista y sombrerera, capaz de “captar una moda de un vistazo y de adaptarla inmediatamente a cualquier uso”. Segъn su marido, siguiу siendo una mujer sencilla, feliz en su papel de buena administradora, esposa y madre, en vez de aspirar a salir de su esfera. Mientras que los progresos tan alabados por Place incluнan la creaciуn de nuevas oportunidades para los hombres, la esperanza de adquirir una educaciуn, abandonar hбbitos disolutos y transformarse en personas racionales, por lo que respecta a las mujeres, la aspiraciуn generalmente aceptada consistнa en ser una buena esposa y madre.

William Cobbett y Cottage Economy

William Cobbett, el escritor y periodista que, en opiniуn de E. P. Thompson, fue la influencia intelectual mбs importante del radicalismo de principios del siglo XIX, demuestra el mismo tipo de sentimientos con respecto a la cuestiуn de las esferas masculinas y femeninas. Thompson sugiere que Cobbett fue el creador de la cultura radical de la segunda dйcada del siglo XIX, “no porque ofreciera las ideas mбs originales, sino en el sentido de que encontrу el tono, el estilo y los razonamientos capaces de reunir al tejedor, al maestro de escuela y al carpintero de barcos en torno a una idea comъn. A partir de las distintas reclamaciones e intereses йl obtuvo un consenso radical”. Pero el consenso radical de Cobbett seguнa situando sin vacilaciones a las mujeres en la esfera domйstica, y йl mismo llegу a defender firmemente la vida hogareсa y lo que consideraba modelos familiares arraigados y probados.

Segъn Cobbett, las familias felices constituнan la base apropiada de una sociedad ideal. Con su tratado de economнa domйstica rural Cottage Economy, Cobbett esperaba contribuir al renacimiento de una serie de tйcnicas domйsticas y caseras que en su opiniуn se veнan seriamente amenazadas por el desarrollo de una economнa basada en los salarios. La visiуn de Cobbett de un pasado idealizado exigнa la reelaboraciуn de ideas antiguas pero presentбndolas como si estuvieran firmemente arraigadas; se ofrecнa una nueva versiуn de las inveteradas relaciones patriarcales, si bien se daba a entender que nunca habнan desaparecido. En Cottage Economy se incluнan detalladas instrucciones para la elaboraciуn de la cerveza, no sуlo porque resultara mбs barato hacerla en casa sino tambiйn porque una buena cerveza casera animarнa a los hombres a pasar las tardes con sus familias en vez de ir a la taberna. Una mujer que no fuera capaz de cocer el pan “no merecнa [segъn Cobbett] la confianza ajena… [no era] mбs que una carga para la comunidad”. Йl aseguraba a los padres que el matrimonio de sus hijas serнa feliz si “йstas eran habilidosas, capaces y activas en lo referente a las ocupaciones mбs necesarias en una familia”. “Los hoyuelos y las mejillas sonrosadas” no bastaban; era el saber fabricar cerveza y hornear el pan, el saber ordeсar y hacer mantequilla, lo que hacнa de una mujer una “persona merecedora de respeto”. їQuй podнa agradar mбs a Dios, se preguntaba, que la imagen de “el trabajador, a su regreso de los duros afanes de un frнo dнa de invierno, sentado con su mujer y sus hijos alrededor de un alegre fuego, mientras el viento sopla en la chimenea y la lluvia arrecia sobre el tejado?”.

Cobbett no soportaba las fantбsticas —o al menos asн se lo parecнan— opiniones sobre feminidad asociadas a ciertos sectores de la burguesнa, y odiaba lo que йl consideraba la falsa distinciуn de aquellas mujeres de granjeros que transformaban los cuartos principales en salones, colocaban pianos y enseсaban a sus hijas a darse aires. Йl pretendнa que las esposas de los granjeros volvieran a las vaquerнas, que siguieran albergando a los jornaleros y alimentбndolos como era debido, pero no estaba pidiendo una mera vuelta al pasado, ya que exigнa todo tipo de derechos nuevos para los trabajadores. Йstos debнan tener derecho a un salario digno que les permitiera mantener a sus mujeres e hijos, no lujosamente pero sн con decencia y honestidad, y a la libertad de pensamiento, asн como para leer lo que escogieran y decir lo que pensaran. Y por encima de todo debнan tener el derecho al voto, ya que la representaciуn tenнa que basarse no en la propiedad de bienes sino en el trabajo honrado y en la posesiуn de un oficio. En cuanto cabezas de familia, los hombres debнan ser obedecidos por sus mujeres e hijos, y representar, tanto polнtica como legalmente, a las personas a su cargo. En opiniуn de Cobbett, los maridos eran responsables de sus mujeres “porque la naturaleza misma de su sexo hace que el ejercicio de este derecho [por parte de йstas] sea incompatible con la armonнa y felicidad de la sociedad”. Este reconocimiento de la docilidad y pasividad del espнritu femenino, esta creencia en que la condiciуn domйstica era algo “innato” en las mujeres y que la divisiуn entre los sexos era la ъnica base posible para conseguir la armonнa social, esta aceptaciуn en lo fundamental de la teorнa de las esferas separadas por parte de la mйdula de la cultura de las clases obreras radicales indica hasta quй punto en ciertos sectores de la clase trabajadora las teorнas sobre las diferencias sexuales se habнan apoyado en dichos postulados. Los activistas evangйlicos disponнan sin duda de un terreno abonado sobre el que trabajar.







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