La moralizaciуn de los pobres

Como ya se ha visto, en un principio los evangйlicos dirigieron sus esfuerzos a la reforma de las costumbres entre las clases altas, pero este planteamiento fue pronto abandonado en favor de una exhortaciуn mбs generalizada a la burguesнa y de un esfuerzo sistemбtico por mejorar los hбbitos domйsticos de los pobres. Pero їcuбnto йxito tuvieron y en quй medida adoptaron los nuevos valores domйsticos relacionados con el movimiento evangйlico los calceteros, tejedores, hiladores de algodуn, pequeсos propietarios, taberneros y comerciantes que constituнan las “clases trabajadoras” de principios del siglo XIX? Innumerables escuelas, catequesis y sociedades filantrуpicas surgieron por todo el paнs, regidas todas ellas segъn las nociones de la separaciуn de los sexos. Al recomendar los valores domйsticos tanto a las alumnas de la catequesis como a las jуvenes de los hospicios o a las ancianas e invбlidas, las mujeres de la burguesнa estaban al mismo tiempo definiendo su propia “esfera relativa” y su percepciуn del lugar que correspondнa a las mujeres trabajadoras. Este lugar adecuado se encontraba bien en las casas de sus superiores, como criadas, bien en sus propios hogares, cumpliendo con su papel de madres y esposas respetables y modestas. Existнa, por ejemplo, una “Sociedad para las Mujeres Ancianas o Invбlidas”, cuyo objetivo era la recaudaciуn de dinero para ayudar a aquellas que habнan cumplido con “los deberes de una madre y esposa” y, ya ancianas, eran abandonadas a su suerte, pero los organizadores eran muy rigurosos a la hora de decidir si las mujeres merecнan realmente esta ayuda, si sus vidas habнan sido modestas y respetables. En las escuelas, los niсos y las niсas eran educados por separado, a menudo en edificios diferentes y haciendo hincapiй en la consecuciуn de objetivos distintos. Por otra parte, sуlo los hombres podнan ser miembros de las sociedades para el autoperfeccionamiento y las asociaciones de debate. Los nuevos Mechanics Institutes (centros de formaciуn profesional), de gran influencia benthamita, eran en un principio exclusivamente masculinos y su objetivo era educar a los hombres no sуlo para que fueran mбs trabajadores, racionales y cientнficos, sino tambiйn para que aprendieran a ser mejores maridos, padres y hermanos. Como se subrayaba en el primer Informe de uno de estos centros, toda la familia de un hombre se beneficiarнa de su relaciуn con una instituciуn de este tipo y se convertirнa en un ejemplo viviente de la felicidad domйstica.

Йstas eran unas pretensiones un tanto grandilocuentes, y no resulta sorprendente que los hombres y mujeres de las clases trabajadoras no se metamorfosearan milagrosamente por obra y gracia de las instituciones creadas por la burguesнa en hombres respetables y sobrios y mujeres domйsticas y amantes de su hogar. Pero, como han demostrado muchos historiadores, tampoco se limitaron a rechazar de plano los valores de esta cultura dominante. Como Grey ha puesto de manifiesto en su estudio sobre la aristocracia de la clase obrera en el Edimburgo de finales del siglo XIX, se produjo un proceso de negociaciуn entre los dominadores y los subordinados, que dio lugar a una serie de conceptos caracterнsticos relacionados con la dignidad y la respetabilidad, nociones influidas desde luego por los valores burgueses, pero aъn ligadas a la acciуn de los sindicatos, por ejemplo, y a un fuerte sentimiento de orgullo de clase. De igual manera, Vincent, en su estudio sobre el significado del tйrmino “conocimientos ъtiles” en las autobiografнas de la clase obrera ha demostrado la independencia de йste respecto al sentido que le daba la burguesнa, constatando la creaciуn de un concepto distinto y especнfico de clase.

Lo mismo se podrнa decir en cuanto a las esferas masculinas y femeninas. Los hombres y mujeres de la clase trabajadora no adoptaron en su totalidad el concepto burguйs del modo de vida correcto, pero ciertos aspectos de las disertaciones, tanto religiosas como laicas, sobre las ideas de masculinidad, feminidad y vida domйstica sн encontraron un eco en algunos sectores de la clase trabajadora, al explicar determinadas experiencias y apelar a ciertas necesidades.

Tomemos como ejemplo el caso del alcoholismo. Se ha mantenido que la abstinencia proporciona un ejemplo perfecto del йxito de la burguesнa en imponer sus criterios. Los trabajadores lucharon como voluntarios para la causa de la respetabilidad burguesa: pretendнan mejorar su condiciуn, educarse, elevarse hasta el nivel de sus superiores. La iniciativa que originу el movimiento por la abstinencia total habнa surgido de hombres trabajadores con conciencia de clase y existнan mъltiples conexiones entre ellos y los cartistas, pero la creencia bбsica en la mejora individual acusaba sin duda la influencia de los modelos culturales de la burguesнa. Los razonamientos en contra de la bebida apelaban con mucha frecuencia al hogar y la familia, ya que uno de los males principales asociados al alcohol era su propensiуn a destruir familias de la clase obrera, conduciйndolas a la degeneraciуn. Asн, por ejemplo, en la famosa serie de lбminas titulada La Botella, obra del popular grabador Cruikshank, la primera imagen representaba a una familia respetable y modesta de la clase trabajadora disfrutando de una comida en su hogar, sencillo pero limpio y agradable. Era el retrato de una familia modelo feliz: las ropas cuidadosamente remendadas, los niсos jugando, un fuego ardiendo en la chimenea y una cerradura en la puerta que permitiera a la casa seguir siendo un lugar seguro donde refugiarse. Entonces el hombre ofrecнa a la mujer un trago, y a partir de este momento Cruikshank ilustraba, escena tras escena, la espantosa destrucciуn del hogar y la familia: el padre enloquecнa despuйs de matar a su mujer con una botella, el hijo mбs pequeсo morнa y los otros dos se convertнan en un chulo y una prostituta. La comparaciуn entre el desgraciado hogar del borracho y el feliz idilio domйstico del trabajador abstemio era un tуpico del cual se servнan con frecuencia los conferenciantes sobre la abstinencia. Como poйticamente proclamaba un borracho reformado: “Yo declaro que nunca mбs me emborracharй / Ya que lo considero la perdiciуn de mi vida / De ahora en adelante vigilarй para que nada destruya / El bienestar y la paz que deberнa disfrutar / Con mis hijos, mi hogar y mi esposa”. Este tipo de declaraciones no implicaban la simple aceptaciуn de los ideales burgueses sobre la vida casera, ya que los hombres y mujeres trabajadores desarrollaron sus propios conceptos de masculinidad y feminidad que, aunque influidos por las ideas dominantes, presentaban, sin embargo, inflexiones propias. Como sostenнa John Smith, de Birmingham, un entusiasta de la abstinencia: “La cuestiуn de la abstinencia pone en juego la felicidad del hogar, y se sabe que el adorno mбs importante de este lugar de felicidad es la mujer. La mayor parte de las comodidades de la vida dependen de nuestras parientes femeninas y amigas, tanto en la infancia como en la madurez o en la vejez”.

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