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El encerramiento domiciliario





Ў“Acceder” a la propiedad en Mulhouse!

Fue durante el Segundo Imperio cuando las autoridades partidarias de la salud social e incluso moral mediante la propiedad comenzaron a actuar seriamente. Y comenzaron de manera fulminante: Alsacia. La Sociedad Industrial de Mulhouse, fundada a principios del siglo XIX, fue reconocida como de utilidad pъblica en 1832. El 24 de septiembre de 1851, uno de sus miembros, el manufacturero Jean Zuber hijo, presentу a sus colegas una nota sobre las viviendas obreras. Depositу en la oficina de la Sociedad el proyecto de una casa modelo construida en Gran Bretaсa y pidiу que la cuestiуn figurara en el orden del dнa.

Se escuchу su requerimiento. Durante la sesiуn del 30 de julio de 1852, el doctor Penot expuso el resultado de una encuesta llevada a cabo en el departamento del Haut-Rhin entre personas que tenнan casas para obreros. Distinguiу dos tipos: el cuartel o bloque y la vivienda individual. El primero habнa que rechazarlo por razones morales: “La aglomeraciуn en una misma casa de un gran nъmero de familias, extraсas las unas a las otras, raras veces disfruta de una tranquila armonнa interior y puede dar lugar a graves desуrdenes”.

De todos los proyectos de casas separadas de los que se informу, los de los obreros de la papelera Zuber, en la isla Napoleуn, parecнan los mбs recomendables. Comprendнan un sуtano, una planta baja con dos piezas y una cocina y un piso alto con dos alcobas y un cuarto trastero; las letrinas se hallaban en el jardнn. Por primera vez, una “autoridad social” reconocнa implнcitamente que los obreros podнan disfrutar del mismo bienestar que sus amos. Para terminar, el doctor Penot hacнa votos por que los ciudadanos generosos se pusieran de acuerdo para construir casas modelo del estilo de las de los Zuber: luego podrнan ser imitados por “especuladores serios”.

Inmediatamente, el manufacturero Jean Dollfus anunciу que se hallaba dispuesto a la experiencia: a tнtulo de ensayo, hizo que el arquitecto Muller construyera cuatro casas. El 30 de noviembre de 1853, anunciaba el doctor Penot que con fecha del 10 de junio habнa quedado constituida oficialmente la Sociedad Mulhousiana de ciudades obreras con un capital de 300.000 francos —mбs tarde convertidos en 600.000 tras la donaciуn de Napoleуn III— dividido en 60 acciones de 5.000. Jean Dollfus era, йl solo, titular de 35 acciones. El resto se repartнa entre once manufactureros. El primer artнculo de los estatutos no dejaba resquicios a ningъn equнvoco: “La Sociedad tiene como fin la construcciуn en Mulhouse y su zona de casas obreras. Cada casa se construirб para una sola familia, sin comunicaciуn”. Su finalidad era esencialmente filantrуpica, y cada acciуn sуlo podнa producir un interйs del 4%.

El 27 de junio, Dollfus sometнa a los accionistas un plano de conjunto; el 20 de julio se iniciaron las obras. La Sociedad disponнa de un terreno de 8 hectбreas en el que se levantaron las casas agrupadas de tres formas distintas: adosadas de dos en dos, en bloques de cuatro en medio de un jardнn, y entre patio y jardнn.

Eran casas de un solo piso, con un sуtano o bodega, una cocina y una habitaciуn grande en la planta baja, tres alcobas y un desvбn arriba, y un retrete. Tenнan que venderse todas ellas por un precio que oscilaba entre 1.850 y 2.800 francos segъn sus especiales condiciones. Despuйs de una entrega al contado de 300 a 500 francos —en funciуn de la categorнa escogida— habнa que pagar mensualmente de 20 a 30 francos, de forma que los gastos de escritura y el pago de la mitad del capital, descontados a fin de aсo los intereses recнprocos, quedaran cubiertos en un plazo de cinco aсos e incluso antes, si era posible. En cuanto a la otra mitad del precio de venta, el adquirente tenнa que pagar el interйs de un 5% al Crйdito Hipotecario, hasta la expiraciуn del plazo para el reembolso de esta mitad, equivalente a unos treinta aсos.

Menos de diez aсos mбs tarde, en 1862, se contaban en la ciudad obrera 560 casas, de las que para el 31 de marzo se habнan vendido 488. En este nuevo barrio de la antigua repъblica mercantil se encontraban reunidos casi todos los beneficios de un falansterio fourierista: pabellones de diecisiete habitaciones amuebladas para obreros cйlibes, asilo de niсos, consultas y cuidados mйdicos gratuitos a los enfermos, lavadero —dotado con una lavadora de fuerza centrнfuga—, establecimiento de baсos, panaderнa en la que se vendнa el pan por debajo de su tasa, restaurante que servнa platos preparados baratos, y almacйn de objetos de primera necesidad a precios econуmicos.

La experiencia de Mulhouse, que continuу con regularidad —la ciudad contaba en 1867 con 800 casas en las que vivнan 6.000 personas—, fue imitada en otras localidades del Haut-Rhin: en Guebwiller, a partir de 1854, por el industrial Bourcart, y luego por una sociedad, desde 1860; en Beaucourt, dominio de los Japy, en 1864; en Colmar, en 1866. En estos tres casos, las sociedades se constituyeron calcando exactamente el modelo de Mulhouse: fundaciуn de una sociedad por acciones cuya administraciуn dependнa de un comitй restringido de cuatro o cinco miembros dominado por un accionista mayoritario, Dollfus en Mulhouse, Japy en Beaucourt.

El espнritu que habнa presidido estas creaciones rebosaba de conservadurismo y paternalismo social. “Una obra de filantropнa, —escribнa el doctor Penot— que tiene como fin habituar a los obreros al ahorro ofreciйndoles el estimulante atractivo de la propiedad”. En Mulhouse, dirigнa la ciudad una personalidad local que contaba con la confianza de los manufactureros. El uso del restaurante —realizaciуn independiente que pertenecнa a Jean Dollfus— se les habнa desaconsejado enйrgicamente a los obreros casados. “El puchero —enunciaba sentenciosamente el doctor Penot— es en definitiva una de las piedras angulares de la familia, y resultarнa enojoso ver a unos obreros renunciar a йl para proporcionarse las vanas distracciones de una mesa comъn”. Las familias debнan vivir replegadas en sн mismas y consagrarse con prioridad a la organizaciуn de su vivienda, visitada cada aсo por un jurado que concedнa primas en dinero a quienes se distinguнan por “el orden, la limpieza y el buen porte en general”.

En 1895, la ciudad obrera de Mulhouse estaba ya completa: comprendнa exactamente 1.240 casas —habitadas todavнa en la actualidad— en las que vivнan alrededor de 10.000 personas, o sea, mбs del 10% de la poblaciуn. Una encuesta efectuada en 1874 habнa puesto de manifiesto que su aspecto no tenнa nada que ver con un gueto obrero, puesto que se encontraban representadas en ella ochenta profesiones distintas. Pero el estudio de S. Jonas ha demostrado que el salario de los cabezas de familia empleados en la industria no era suficiente para asegurar el reembolso de las mensualidades: era preciso que trabajaran tambiйn sus mujeres y sus hijos. Habнan consentido en ello a fin de acceder a la propiedad. La trampa habнa funcionado por tanto a la perfecciуn.

En el cercano suburbio parisiense, en Clichy, calle de los Cailloux 14, la Citй Jouffroy-Renault plagiaba la experiencia de Mulhouse: 40 viviendas separadas de cinco modelos diferentes, de dos a cuatro habitaciones, mбs sуtano, desvбn y jardinillo. El precio mбximo de la anualidad ascendнa a 380 francos. Al cabo de quince aсos de pago, lo que hacнa la cantidad de 5.700 francos —casi el doble que en Mulhouse—, se habнa adquirido la propiedad de la vivienda.

De acuerdo con la misma mentalidad, el arquitecto de los Dollfus proponнa a los “obreros probos, laboriosos y formales” de la capital en los ъltimos aсos del Segundo Imperio, el alquiler-venta de viviendas con jardнn, en el suburbio de Saint-Antoine. Habitaciones muy espaciosas —capaces para diez personas, afirmaba el promotor—, con taller y cocina en el sуtano, dos piezas en la planta baja, tres en el piso, armarios empotrados y retrete. El alquiler se fijaba en un franco al dнa; para acceder a su propiedad habнa que pagar ademбs 49 cйntimos al dнa durante quince aсos. En total, la vivienda venнa a salir por mбs de 8.000 francos. No sabemos si este proyecto llegу a iniciarse siquiera. En cualquier caso, parece haber sobrepasado con mucho las posibilidades financieras de los obreros de esta йpoca.

La actividad parlamentaria de la Tercera Repъblica se inicia con una encuesta, muy poco conocida, sobre la situaciуn de las clases obreras en Francia. Uno de sus ponentes fue Armand de Melun. La vivienda habнa estado siempre en la primera fila de las preocupaciones del inspirador de la ley de 1850, y declarу que, en definitiva, este texto no habнa dejado de proporcionar grandes servicios. Melun enjuiciaba a continuaciуn los esfuerzos realizados, durante el Segundo Imperio, en favor de la vivienda de las clases trabajadoras. Segъn йl, las ciudades-cuartel no habнan dado buenos resultados: le parecнan antipбticas al carбcter francйs, amante de la independencia. Ademбs, presentaban, desde el punto de vista moral e incluso polнtico, inconvenientes graves, y era preciso controlarlas muy de cerca. En cambio esta situaciуn no se daba en las ciudades compuestas de casas separadas. Melun alababa a los industriales que habнan facilitado a sus obreros la posesiуn del domicilio familiar: “La propiedad —decнa— lleva consigo una preciosa cualidad: hace a su dueсo mбs formal, mбs laborioso, lo aleja de las distracciones funestas, lo retiene en su hogar, en el seno de su familia, y ocupa ъtilmente sus tiempos libres”.







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