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La democratizaciуn del retrato





Pero lo que no deja de ser esencial es la difusiуn social del retrato, “funciуn directa —anota Gisиle Freund— del esfuerzo de la personalidad por afirmarse y adquirir conciencia de sн misma”. Poseer y ostentar la propia imagen descarga la angustia; es lo mismo que demostrar la existencia de uno mismo, asegurar su fisonomнa. Bien escenificado, el retrato atestigua el йxito; manifiesta la posiciуn social. Para el burguйs, obsesionado con el papel de hйroe fundador, ya no se trata, como en otros tiempos para el aristуcrata, de inscribirse en la continuidad de las generaciones, sino de crear una estirpe, cuyo prestigio habrб de inaugurar йl mismo con su triunfo personal. Este siglo de la conmemoraciуn es tambiйn el de la fundaciуn de las genealogнas de tenderos fieramente pregonadas. Por supuesto, la moda del retrato participa de aquel proceso de imitaciуn por capilaridad, identificado muy pronto por Gabriel Tarde; venнa a satisfacer el anhelo de igualdad. Y para terminar, no olvidemos el papel incitador de la tйcnica que facilita la realizaciуn del deseo de la imagen de uno mismo, convertida a la vez en mercancнa y en instrumento de poder.

Despuйs de haber sido durante mucho tiempo patrimonio de la aristocracia y de la rica burguesнa, el retrato se difunde y gana en intimidad al final del Antiguo Rйgimen; triunfa entonces la miniatura; colgantes, medallones, tapas de polveras, se adornan con rostros queridos. Barbey d’Aurevilly subraya con quй fervor se reconciliaron las elites de la Restauraciуn con esta moda del retrato-joya. Para una dama del bulevar Saint-Germain, hacer de su cuerpo una galerнa de antepasados equivalнa entonces a tratar de negar de forma simbуlica el episodio revolucionario.

Entre 1786 y 1830, el physionotrace (trazafisonomнas) de Gilles-Louis Chrйtien contribuye, al menos en la capital, a mantener la boga del retrato. En un minuto, el artista reproduce con su aparato los contornos de la sombra dibujada por el rostro del modelo; basta luego con trasladar el perfil sobre una placa de metal y grabarlo en йsta para obtener una serie de imбgenes de rigurosa exactitud y a un precio moderado. Puede tambiйn, si lo necesita, ejecutar retratos en madera o en marfil, o realizar siluetas a la inglesa, adornando el dibujo con un tocado o un vestido. Los perfiles asн obtenidos, a veces de un gran parecido, son por desgracia rнgidos y carecen de expresiуn. El daguerrotipo paliarб esta insuficiencia y serб el que responda a una demanda social cada vez mбs apremiante.

En 1839, Daguerre registra la patente del procedimiento que le permite fijar sobre una placa de metal, tras un cuarto de hora de exposiciуn, un retrato ъnico, vendido entre 50 y 100 francos. El artista, mбs guiado por el deseo de expresar la psicologнa del modelo que por la preocupaciуn de erigir una prueba de йxito social, construye el clisй en funciуn del semblante y la fisonomнa. Claro y preciso, el daguerrotipo no permite por desgracia la multiplicaciуn de la imagen obtenida.

De modo que va a ser la fotografнa la que consiga la democratizaciуn del retrato. Por primera vez, la fijaciуn, la posesiуn y la comunicaciуn en serie de la propia imagen se vuelven posibles para el hombre del pueblo. Registrada en 1841, la patente de este nuevo procedimiento se beneficia, durante los diez aсos siguientes, de una serie de mejoras tйcnicas. Se reduce poco a poco el tiempo de exposiciуn, hasta el descubrimiento, en 1851, de la impresiуn instantбnea. En 1854, Disdйri lanza el retrato en formato de tarjeta de visita (6 Ч 9 cm). A partir de ese momento, la fotografнa amplнa de una manera prodigiosa el mercado establecido por el daguerrotipo. En 1862, vende Disdйri, йl solo, 2.400 tarjetas diarias. Hay que decir que en adelante bastan unos pocos segundos para tomar un clisй; de este modo 12 retratos cuestan solamente 20 francos. Los fotуgrafos se establecen hasta en las ciudades mбs pequeсas; hay artistas de feria que instalan sus barracas en la calle y anuncian sus fotos por un franco.

El acceso a la representaciуn y posesiуn de la propia imagen aviva el sentimiento de la importancia de uno mismo, democratiza el deseo del reconocimiento social. Los fotуgrafos lo perciben muy bien. En adelante pondrбn en escena la estatura completa, dentro del estudio-teatro, todo йl trufado de accesorios, de columnas, de cortinajes y de veladores. Exageran el йnfasis, estimulan la hinchazуn interior del sujeto; y no faltarбn los que, despuйs de 1861, favorezcan la moda del retrato ecuestre. Semejante teatralizaciуn de las actitudes, de los ademanes y las expresiones del semblante, en una palabra, la postura, cuya importancia histуrica ha puesto de relieve perfectamente Jean-Paul Sartre, invadiу poco a poco la vida cotidiana. Los innumerables retratos fotogrбficos difundidos y religiosamente insertos en los бlbumes imponen determinadas normas gestuales que renuevan la esfera privada; enseсan a dirigir una mirada nueva sobre los cuerpos, en concreto sobre las manos. El retrato fotogrбfico contribuye a aquella propedйutica de las posturas que se hallaba en el punto de mira de la escuela, al tiempo que difunde un nuevo cуdigo perceptivo. El arte de ser abuelo lo mismo que el ademбn reflexivo del pensador obedecerбn en adelante a una banal escenificaciуn.

El deseo de idealizar las apariencias, el rechazo de la fealdad, de acuerdo con los cбnones de la pintura oficial, concurren a su vez a la ordenanza del retrato-foto. Las multitudes que visitan la Exposiciуn de 1855 se muestran fascinadas por la demostraciуn del retoque. Esta tйcnica se difundiу a partir de 1860; se suavizan los rasgos del rostro; de los semblantes lisos, nimbados de artнstico esfumado, desaparecen las pecas, las arrugas o los granos molestos. Hasta en el campo, se deja sentir una nueva imagen de la belleza que amenaza las normas impuestas por la cultura tradicional.

El бlbum fotogrбfico familiar precisa la configuraciуn de la parentela y corrobora la cohesiуn del grupo, que empieza a sentirse amenazada por la evoluciуn econуmica. La irrupciуn del retrato en el seno de amplias capas de la sociedad modifica la visiуn de las edades de la vida, y en consecuencia el sentimiento del tiempo. Las fotografнas, advierte Susan Sontag, constituyen otros tantos memento mori. Gracias a ellas, se vuelve mбs fбcil imaginar su propio deterioro; lo que incita a mirar de distinta manera al anciano y a reconsiderar la suerte que se le reserva.

Como soporte que es de la imaginaciуn, la foto renueva la nostalgia. Por primera vez, le resulta posible a la mayorнa de la poblaciуn representarse a sus mayores desaparecidos y a sus parientes desconocidos. Se vuelve tambiйn perceptible la juventud de los ascendientes a cuyo lado se vive cada dнa. Y se efectъa de rebote una transferencia sobre las seсas de la memoria familiar. De un modo general, la posesiуn simbуlica del otro tiende a canalizar los flujos sentimentales, valora la referencia orgбnica, y modifica las condiciones psicolуgicas de la ausencia. La foto de los difuntos atenъa la angustia de su pйrdida y contribuye a descargar el remordimiento causado por su desapariciуn.

El nuevo procedimiento favorece finalmente la vulgarizaciуn y la contemplaciуn de la imagen de la desnudez. Tiende a cambiar el equilibrio de los modos de estimulaciуn erуtica, a difundir un nuevo tempo del deseo; lo atestigua el prestigio del “desnudo 1900”. El legislador lo advirtiу con toda claridad: desde 1850, una ley prohнbe la venta de fotos obscenas en la vнa pъblica. Despuйs de 1880, la foto de aficionado suprime al intermediario profesional, aligera el ritual de la pose y abre por completo la vida privada al objetivo, goloso en adelante de la imagen нntima.

La perennidad del recuerdo

En el cementerio se manifiesta la misma voluntad de perpetuarse, de dejar impresa la propia huella. Philippe Ariиs ha relatado el triunfo de la tumba individual y la apariciуn del nuevo culto de los muertos en la aurora del siglo XIX. Sуlo nos interesa aquн el epitafio personalizado, procedimiento totalmente nuevo, tambiйn йl, para la gran mayorнa de la poblaciуn; nueva invocaciуn a la permanencia del recuerdo. La historia de la divulgaciуn de este discurso funerario empieza a dibujarse ahora con nitidez. Durante la monarquнa censataria se multiplican los epitafios que exaltan los merecimientos del esposo, del padre o del ciudadano. Sobre la piedra sepulcral se inscribe el impulso de la privacy. Mбs adelante, la complicaciуn de los cementerios de obra arquitectуnica y la industrializaciуn de la sepultura tienden a borrar poco a poco todo discurso original reemplazбndolo con estereotipos que suelen precisar felizmente los medallones-fotos incrustados en la piedra.

No faltan trabajos que muestran que esta evoluciуn se llevу a cabo de acuerdo con ritmos diferentes y que no se realizу sin contratiempos. En el cementerio de Asniиres, oscura aldea del Ain, el primer texto fъnebre sуlo aparece en 1847. En 1856, la viuda de un modesto notable muy mal visto por sus convecinos hace rodear de una balaustrada el monumento de su esposo. El gesto suscita un movimiento de hostilidad: el mismo pбrroco se subleva al caer en la cuenta de que el mбrmol va a conservar la memoria de aquel mal cristiano, mientras que йl no puede saber dуnde yace exactamente el piadoso mayordomo de su iglesia. En las pequeсas parroquias rurales, la piedra sepulcral, el epitafio, continuarбn contrariando durante mucho tiempo el sentimiento de igualdad. Todavнa en 1840, Eugйnie de Guйrin se ve obligada a quitar la columna blanca que, en el centro del cementerio de Andillac, celebraba la memoria de su hermano Maurice.

En estas minъsculas parroquias, la apariciуn del discurso funerario se acompaсa del ascenso de la honorabilidad post mortem; aquн, es el tendero quien se da aires de solemnidad, despuйs de muerto. A la inversa, esta nueva modalidad de permanencia del aspecto personal favorece el mantenimiento, e incluso la amplificaciуn, del rumor que desacredita. Hay un hilo conductor que une, en efecto, todos estos procedimientos que tienden a reforzar el sentimiento del yo: la tentaciуn de la heroicizaciуn, la hipertrofia de la vanidad tranquilizadora. Esta йpoca proporciona muchos otros signos de lo mismo, de acuerdo con el ascenso de la meritocracia; la importancia atribuida al cuadro de honor, al ritual de las distribuciones de premios, a los diplomas que se cuelgan de las paredes del salуn o de la sala de visitas; asн como el prestigio de la decoraciуn o el tono hagiogrбfico de la reseсa necrolуgica. Para no poca gente modesta, estarб tambiйn la emociуn de leer su nombre en una columna de periуdico. Cualquiera puede sentirse en adelante tentado por una postura de hйroe; aunque no sea mбs que en la esfera familiar, cuyo ambiente puede cambiar el refrendo de una noticia asн. El mismo gesto criminal expresa esta aspiraciуn. Incitado por lecturas ejemplares a lo Plutarco, el joven parricida de Aunay-sur-Odon escribe, como con orgullo, en el encabezamiento de su estupefaciente memoria: “Yo, Pierre Riviиre, habiendo degollado a mi madre, a mi hermana y a mi hermano…”.







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