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La ciudad de Parнs lanza un concurso





El primer concurso organizado por la ciudad de Parнs para la construcciуn de HBM, en agosto de 1912, se inspirу directamente en el de 1904, y conociу el mismo йxito de prensa y de pъblico. Se presentaron 111 proyectos, 58 para el solar de la avenida Йmile-Zola (distrito XV), y 53 para el de la calle Henri-Becque (distrito XIII). En el primer caso, se solicitaba una casa de pisos que comprendiera cinco tipos de viviendas, desde la de cuatro habitaciones mбs comedor-cocina, con una superficie mнnima de 55 metros cuadrados, hasta la reducida para cйlibes, una habitaciуn y un rincуn-cocina, con no menos de 18 metros cuadrados sin embargo.

El programa de la calle Henri-Becque, un notorio retroceso con respecto al precedente, pone de relieve el desdйn hacia los pobres sin derecho al espacio y al confort, por mбs que se tomara la precauciуn de precisarles a los candidatos que el conjunto de sus construcciones no podrнa evocar “la idea del cuartel, de la ciudad obrera o el hospicio”. Como mнnimo, el apartamento tendrнa que incluir una sala comъn y una pieza divisible mediante un tabique bajo, y el conjunto deberнa sobrepasar los 30 metros cuadrados. Nos gustarнa averiguar quй “autoridad” habнa indicado que no existнa ninguna obligaciуn de prever un retrete ni un grifo de agua distinto en cada apartamento. Aquellos “Seсores Hermanos” se habнan mostrado mucho mбs respetuosos con los proletarios de Parнs…

Payret-Dortail obtendrнa el primer premio de 15.000 francos por un conjunto de 143 viviendas —avenida Йmile-Zola— semejantes a las del inmueble Rothschild de la calle de Belleville: dos patios de servicio accesibles a los vehнculos en los extremos y una plaza ajardinada en el centro. Los seleccionados para la calle Henri-Becque serбn Albenque y Gonnot. їSe habнa recompensado su preocupaciуn por la economнa? En formal contradicciуn con todas las reivindicaciones de los higienistas, no tenнan previstos mбs que un retrete por cada dos y aun tres viviendas. Para estos tres arquitectos, se trataba del comienzo de una carrera dedicada a la vivienda social: despuйs de la Primera Guerra Mundial, volverб a encontrбrselos en el equipo de Henri Sellier, presidente de la Oficina Pъblica de HBM de Parнs y la regiуn del Sena, y promotor del cinturуn rosa de los bulevares de los Marйchaux, en el emplazamiento de las antiguas fortificaciones de Thiers.

Algunos meses despuйs de este meritorio esfuerzo de la Ciudad de Parнs, Henri Chйron, ministro de Trabajo y Previsiуn Social, honraba con su presencia la terminaciуn de una obra de casas separadas del mayor interйs para la nueva sociedad inspirada por el radicalismo. En favor de las familias numerosas —con seis hijos al menos— la Sociedad de la Vivienda Familiar acababa de edificar, en la calle Daviel (distrito XIII), n.° 4, 40 casas reducidas (cottages) alrededor de un jardнn central. Cada una de ellas disponнa de tres habitaciones de 20 metros cuadrados, un confort especial nunca hasta entonces proporcionado a los proletarios y, en este caso, en rйgimen de alquiler.

Con treinta aсos de edad, el arquitecto de esta residencia proviene de una provincia lejana y rigorista, la regiуn de Montbйliard. Hijo de un industrial protestante originario de Alsacia, Jean Walter —mбs tarde mundialmente conocido bajo el sobrenombre de Walter de Zellidja— tiene ya una reputaciуn bien asentada en el este de Francia. Ha conseguido unos precios declarados imposibles por sus colegas —una casa de tres piezas y cocina con sуtano y desvбn por 2.400 francos en Montbйliard—, quienes no comprenden tampoco sus propуsitos sobre la industrializaciуn de algunos elementos de la construcciуn y la racionalizaciуn de las obras.

Hacia la “mбquina de habitar”

Se imponнa en efecto este procedimiento si lo que se pretendнa era alquilar casas a gentes a las que lo mуdico de sus salarios les prohibнa cualquier sueсo de acceso a la propiedad. Por aquellos aсos fueron muchos los animosos buscadores de procedimientos tйcnicos baratos que permitiesen soluciones a gran escala. En L’Immeuble et la Construction dans l’Est, en 1913, pueden leerse estas lнneas: “La vivienda de las familias numerosas debiera ser objeto de una industria que preparase mediante nuevos procedimientos los materiales adecuados de construcciуn: estructuras de madera, hierro, aglomerados, cemento armado, paneles prefabricados, etc.; vigas, armazones y escaleras de las mismas dimensiones, puertas y ventanas de los mismos tipos y medidas; ferreterнa, plomerнa y artefactos diversos de la misma naturaleza. La identidad de materiales y objetos, la facilidad de empleo, representarнan una notable economнa, al tiempo que permitirнan sin embargo una cierta diversidad en el aspecto exterior, diversidad que no serнa ciertamente otra cosa que un juego para nuestros arquitectos”. Propуsitos tan bajos de techo no tenнan evidentemente ninguna posibilidad de afectar a los grandes sacerdotes de la Belleza ni de reflejarse en la enseсanza impartida en la Escuela de la calle Bonaparte, donde todas las miradas se hallaban siempre fijas en la lнnea de los foros imperiales…

Sin embargo, el Estado se interesaba de cerca por estos problemas de apariencia trivial puesto que, en este mismo aсo de 1913, se anunciу en las revistas profesionales que el Ministerio de Trabajo distribuirнa, en 1915, medallas a las sociedades de HBM y a los arquitectos que hubiesen hallado los mejores mйtodos de fabricaciуn y de empleo de los materiales y productos que pudieran adaptarse de una manera econуmica a las viviendas destinadas a rentas reducidas.

Si esta edificante ceremonia hubiese tenido lugar tal como estaba previsto, podemos estar seguros de que la palma mбs bella se la hubiera llevado un veterano —puesto que habнa nacido en 1853—. Georges Christie, vicepresidente de la Sociedad Nacional de Arquitectos de Francia en vнsperas de la guerra, redactor de obras de vulgarizaciуn profesional, es quien puede aspirar a una modesta posiciуn en la historia del concepto de “mбquina de habitar”. Antes de Le Corbusier, quien, extraсamente, se sirviу de la misma denominaciуn sin habйrsela escuchado nunca a su inventor, expuso un proyecto de “villa dominу”, casa separada de una sola planta, de cuatro habitaciones, escalonada en series de cuatro de acuerdo con un preciso programa. Escribнa al efecto G. Christie: “La soluciуn del problema de las HBM sуlo puede hallarse en la bъsqueda de procedimientos de construcciуn econуmica, por medio de materiales de catбlogo, clasificados por su adaptaciуn uniforme, que permiten lo que yo llamo la industrializaciуn de la casa”.

Habremos de aсadir en adelante esta cita a las contenidas en las antologнas del “Movimiento moderno”, adjuntбndole ademбs algunas fotografнas del conjunto de la calle de la Saпda (distrito XV), 60 viviendas de cuatro habitaciones para el Grupo de las Casas Obreras: Labussiиre ensayу allн —con йxito— el cemento Hennebique. Justamente en vнsperas de la guerra, he aquн, con esta sobria construcciуn que anuncia ya el futuro, el canto de cisne de las fundaciones privadas.

Porque una ley votada en 1912 va en fin a dar algunos frutos. En mayo de 1914, se crea la Oficina Pъblica de HBM en Parнs y la regiуn del Sena, encargada de estudiar —en un amplio territorio— los problemas de la vivienda popular y de administrar los inmuebles construidos por medio de un emprйstito de 200 millones. La administraciуn pъblica no desdeсarб la competencia de la iniciativa privada: Schneider —de la Fundaciуn Rothschild— y Labussiиre —de la Fundaciуn Lebaudy— pasan a formar parte del consejo de administraciуn de la Oficina, donde preconizan la misma estructura de agencia que con los “Seсores Hermanos”. Se llama tambiйn a Provensal y a Besnard —antiguos laureados del concurso de 1905—, asн como a Maistrasse, futuro arquitecto de la ciudad-jardнn de Suresnes.

Pero cuidado con equivocarse. Si se hojean los Concours publics d’architecture podrнa llegar a creerse en una cierta floraciуn de realizaciones sociales, siendo asн que, como saben muy bien los profesionales, la realidad del mercado era muy diferente. La construcciуn, desde comienzos del siglo XX, se orienta preferentemente hacia la edificaciуn de lujo, como lo han subrayado todos los observadores.

En estos aсos inmediatos a la guerra, el coste de la vida aumenta, y los alquileres no escapan al alza, desencadenando reacciones populares que no faltarбn quienes intenten orquestar, El 6 de enero de 1910, en la Bolsa del trabajo de Clichy —por iniciativa de Constant, magistrado consejero y obrero del automуvil— se fundу la Uniуn Sindical de los Arrendatarios Obreros. Ha pasado ya la hora de la violencia anarquista —la actividad de Bonnot y de su banda ha caнdo en la delincuencia—, y las secciones aparecidas rбpidamente en casi todos los distritos de Parнs y en mбs de veinte municipios del extrarradio publican un programa que los partidos polнticos de izquierda van a hacer suyo: intocabilidad del mobiliario de los obreros, supresiуn de la “seсal” y de los aguinaldos al portero y saneamiento de las viviendas insalubres por cuenta de los propietarios.

Georges Cochon y “la polca de los arrendatarios”

A comienzos de 1911, la Uniуn Sindical confiу la responsabilidad de su secretariado general al obrero parisino Georges Cochon, un militante de rostro encendido, dotado de un sentido del humor y de la publicidad ъnicos por aquel entonces en el movimiento obrero francйs. Podнa contarse con йl para golpes espectaculares que de hecho multiplicarнa en 1913 —tras su expulsiуn de la Uniуn y la fundaciуn de una Federaciуn Nacional e Internacional de Arrendatarios— tanto en Parнs como en provincias.

Parecнa que habнan vuelto los buenos tiempos de la Liga de los Enemigos de la Propiedad (antiproprios), cйlebre por sus faenas de mudanza “a la chita callando” por los aсos del ъltimo decenio del siglo: una nueva floraciуn de canciones populares exalta al Robin de los Bosques parisino, cuyo patronнmico constituye evidentemente una rara suerte para los libretistas. La Cochonnette (“la cerdita”) y La Polka des locataires (“la polca de los arrendatarios”) se canturrearбn en todos los barrios populares y los testigos de las actividades de Cochon cantarбn a coro el estribillo de Montйhus:

V’lа Cochon qui dйmйnage

А la cloche, а la cloche

V’lа Cochon qui dйmйnage

А la cloche de bois.

(Ahн va Cochon que se larga

A la chita, a la chita

Ahн va Cochon que se muda

A la chita callando.)

O bien:

C’est M’sieur Poincarй

Qu’est le prйsident de la Rйpublique

C’est M’sieur Cochon

Le prйsident des Sans-Pognon

(El seсor Poincarй

Es el presidente de la Repъblica

El seсor Cochon

Es el presidente de la gente sin blanca.)

O tambiйn:

C’est Cochon, c’est Cochon

Qui s’fout des propiйtaires

C’est Cochon qui dйmйnage un compagnon

C’est Cochon qu’est l’ami des prolйtaires

C’est Cochon qui s’fout de l’administration.

(Es Cochon, es Cochon

Que se chifla de los propietarios

Cochon, que hace la mudanza de un camarada

Cochon, que es el amigo de los proletarios

Cochon, que se chifla de la administraciуn.)

En julio de 1913, Cochon llevarб a cabo una de sus hazaсas mбs felices, en connivencia con el conde Antoine de La Rochefoucauld: este ъltimo pondrб a su disposiciуn la residencia particular que acaba de dejar, en el n.° 17 del bulevar Lannes y cuyo arrendamiento sigue en vigor durante dieciocho meses. Cochon instala allн inmediatamente a ocho familias con treinta y cinco niсos. Sobre la fachada de este nuevo fuerte Chabrol campea el cartel de la Federaciуn de Cochon dibujado por Steinlen.

En torno de este combate suscitado por los problemas de la vivienda, no dejaron de alinearse a su vez otros protagonistas mejor educados y menos exigentes, pero a los que no podнan ignorar los poderes pъblicos, y que eran los defensores de la familia francesa. En 1896, el doctor J. Bertillon, ya citado con anterioridad, fundaba la Alianza Nacional para el aumento de la poblaciуn francesa, una asociaciуn de las mбs recomendables de la que formarб parte, entre otras personalidades, Cheysson. En este caso, se contentarбn modestamente con reclamar la reforma de la contribuciуn mobiliaria. Con lo que se gravaba mбs aъn a las familias numerosas —de las clases medias—, obligadas a ocupar una vivienda mбs amplia. Una cuota mobiliaria elevada no era precisamente prueba de situaciуn desahogada. No habrб que aguardar nunca de Bertillon y sus amigos un ataque frontal contra la propiedad, pero la Liga Popular de padres y madres de familia numerosas, creada en 1908 por un padre de diez hijos, el capitбn Maire, serб mбs virulenta: se verб a sus miembros no desdeсar la participaciуn en las manifestaciones de los antiproprios (enemigos de la propiedad) de izquierdas.

La prensa de gran difusiуn prestу amplia resonancia —la mayor parte de las veces favorable— a las proezas de Cochon: el escбndalo de los sin hogar habнa acabado por llamar la atenciуn de los periodistas. En 1912, Le Matin, uno de los cuatro grandes diarios franceses —600.000 ejemplares—, soporte de Briand y especialista en causas nacionales, fundу un comitй para los HBM: dos grandes premios de Roma, Nйnot —arquitecto-consejero de la Fundaciуn Rothschild— y Bernier —autor de la Уpera Cуmica—, formarбn parte de йl. Pero nada, o casi nada, es lo que se hace realidad; la construcciуn no se moviliza en favor del ideal de la vivienda de las masas. Йstas, sin embargo, no dejarбn de agitarse a pesar de todo, el 2 de agosto de 1914, bajo la bandera de la Uniуn sagrada blandida enйrgicamente por los antimilitaristas de la vнspera, siendo asн que no tenнan gran cosa que defender…


Entre bastidores

Alain Corbin

 

La Declaraciуn de los derechos del hombre seсala, segъn Louis Dumont, el triunfo del individuo. Pero йste sigue siendo, durante el siglo XIX, una categorнa abstracta, mal definida todavнa. El ciudadano sуlo lentamente va conquistando la plenitud de sus poderes. El sufragio universal, definitivamente establecido en 1848, es exclusivamente masculino. El secreto del voto sуlo se empieza a garantizar en 1913, fecha en la que se prescribe el uso de la cabina aislante y de la papeleta bajo sobre.

La persona carece de soportes legales. Los Constituyentes hubieran preferido avanzar mбs en la determinaciуn de sus prerrogativas. Pero “las circunstancias” pudieron mбs que ellos; o, mбs en profundidad, lo que pudo mбs fue un jacobinismo fundamental, que se resistнa al reconocimiento de un verdadero habeas corpus que, hoy todavнa, sigue sin haberse establecido en el derecho francйs. Sigue siendo, no obstante, una preocupaciуn real. Se declarу inviolable el domicilio (1792), y se prohibieron las pesquisas nocturnas (1795). La casa y la noche configuran un espacio-tiempo de la privacy en torno del cuerpo cuya dignidad (supresiуn de la mayorнa de las penas infamantes) y libertad quedan ya admitidas. La homosexualidad, por ejemplo, deja de ser un delito, salvo que vaya acompaсada de ultraje pъblico al pudor.

Los progresos jurнdicos del siglo XIX vacilan entre el poder pъblico y el familiar. El derecho al secreto de la correspondencia sуlo tardнamente queda reconocido. Es preciso aguardar a la Tercera Repъblica para que las autoridades renuncien a controlar el correo en las oficinas postales. Sin embargo, los maridos siguen teniendo, en principio, la facultad de supervisar el de sus esposas; mientras que, en los internados o en las prisiones, se abren sin pudor alguno las cartas de los pensionistas o de los detenidos.

El desarrollo de los modernos medios de informaciуn plantea problemas inйditos. Armand Carrel se bate en duelo contra Йmile de Girardin, que le “habнa amenazado con una biografнa” en su periуdico La Presse; y muere, pagando asн con su vida el derecho al secreto personal. La prensa siente debilidad por los “hechos diversos”, reveladores de los escбndalos de la vida privada. Hay que camuflarse constantemente, y echar mano de pseudуnimos y de evasivas contra estos golpes: el siglo XIX es un baile de mбscaras. “El inconveniente del reinado de la opiniуn, que es por otra parte una garantнa de libertad, consiste en que se mete donde no pinta nada: en la vida privada”, escribe Stendhal.

La “voluntad de saber”, que no para un momento en este siglo curioso de ver y de escuchar, siempre pegada “al ojo de la cerradura”, multiplica las averiguaciones de todo tipo sobre grupos e individuos; con lo que hace mбs urgente la protecciуn de la persona. Sirva de ejemplo, a comienzos de siglo, en Charenton, una significativa controversia; enfrenta al director de un establecimiento y al mйdico correspondiente, Royer-Collard; йste pretendнa poder cumplimentar sobre cada paciente un sumario completo que abarcara toda su historia mйdica y social; aquйl se oponнa a lo que le parecнa una inquisiciуn de tipo eclesiбstico ( cf. Jan Goldstein). Ambigьedad de una modernidad en la que poder de la ciencia y cuidado de sн mismo caminan al mismo paso.

El hecho es que, mбs o menos por doquier, en diversos grados segъn los medios y los lugares, se lleva a cabo, lo mismo en las ideas que en las costumbres, un vigoroso empuje del individuo. El derecho va por detrбs de los hechos. Porque en sus conductas hay cada vez mбs gentes que se sublevan contra las disciplinas de las colectividades y las servidumbres familiares, y que pregonan su necesidad de un tiempo y de un espacio para sн. Dormir uno solo, leer tranquilamente su libro o su periуdico, vestirse a gusto, ir y venir como a uno le parece, consumir de acuerdo con sus preferencias, frecuentar y amar a quien se quiere …, son otras tantas expresiones de las aspiraciones de un derecho a la felicidad que da por supuesto la elecciуn del propio destino. La democracia la legitima, el mercado la estimula, las migraciones la favorecen. La ciudad, como nueva frontera, afloja las presiones familiares o locales, estimula las ambiciones, debilita las convicciones. Creadora de libertad, dispensadora de nuevos placeres, la ciudad, que en tantas ocasiones es una cruel madrastra, fascina, a despecho de las diatribas de los moralistas. Paradуjicamente, engendra a la vez las multitudes y los individuos solitarios. Genera a la vez ruptura con lo anterior y advenimiento de lo nuevo.

El dandi, el artista, el intelectual, el vagabundo, el original, encarnan la rebeliуn contra los conformismos de masas. Pero, al margen de estas figuras de primera lнnea, necesariamente minoritarias, hay otras categorнas mбs numerosas que reivindican con energнa su derecho a la propia existencia: adolescentes, mujeres o proletarios. Los primeros discuten sobre todo el sistema patriarcal; sus gritos y sus susurros se hallan, esperйmoslo, presentes en cada pбgina de este libro. Los ъltimos critican especialmente el orden burguйs. Pero la fuerza de una conciencia de clase, cuya representaciуn revistiу entonces una intensidad particular, no excluye la explosiуn de los deseos y la variedad de los proyectos. “Estamos hechos de carne y huesos como vosotros”, les dicen en 1890 a sus patronos los obreros de Vienne. Un sindicalismo de inspiraciуn libertaria hace suyas las propuestas neomaltusianas de limitaciуn de nacimientos. “Las familias numerosas engendran la miseria y la esclavitud. Ten pocos hijos.” “Mujer, aprende a ser madre sуlo por tu voluntad”, dicen las “mariposas” ( papillons, hojas volantes) de la CGT. Nunca han estado tan vivas las corrientes anarquistas individualistas como en el final de siglo (M.-J. Dhavernas). Libertad del cuerpo, gusto por la naturaleza y el deporte, amor libre, constituyen las bases de las tentativas de los “ambientes libres” cuyas audacias tropiezan con los comportamientos mбs convencionales. No es tan sencillo dejar en libertad el deseo.

Jurнdicamente dйbil, el individuo trata de profundizarse y se estructura. Al hombre general —una categorнa gramatical— y sereno de la йpoca de la Ilustraciуn, el romanticismo le opone la singularidad de los semblantes, el espesor de la noche y los sueсos, la fluidez de las comunicaciones нntimas, y rehabilita la intuiciуn como modo de conocimiento ( cf. G. Gusdorf, L’Homme romantique ). El espacio interior no se limita a convertirse en objeto de su autocontemplaciуn (“Yo soy en mн mismo el espacio inmуvil en el que giran mi sol y mis estrellas”, escribe Amiel), sino que es ademбs el centro y el truchimбn del mundo. “Es dentro de sн mismo donde hay que mirar lo de fuera” (Victor Hugo). La conciencia se reduce a algo marginal en relaciуn con el inconsciente que gobierna a los hombres y ofrece la clave de sus comportamientos. Hasta las mismas sociedades sucumben al poder de las imбgenes.

El “individuo puro” (Marcel Gauchet) encuentra sus fundamentos cientнficos a finales del siglo XIX gracias a los descubrimientos de la neurobiologнa. Neopositivista y materialista, la medicina francesa vacila ante el organicismo germбnico y mantiene unas fronteras entre el “cuerpo” y el “alma”, que a pesar de todo se hallan al borde de su desapariciуn. їEs preciso ver en ello las raнces de la resistencia latina ante el psicoanбlisis? їO bien buscarlas en la repugnancia a hacer de la sexualidad familiar el fundamento de la histeria, las neurosis y cualquier tipo de historia personal (Йlizabeth Roudinesco)? їO alegar inclusive la mayor diversidad de las estructuras familiares en Francia y la debilitaciуn de la figura del padre (H. le Bras)? En cualquier caso, aquн tenemos, en el Occidente del individuo, una especificidad francesa que estб aguardando las comparaciones.

En la йpoca en que se amplifican los movimientos de masas, el individuo se afirma como un valor polнtico, cientнfico y sobre todo existencial. Alain Corbin nos invita a este prodigioso descubrimiento de sн mismo por sн mismo, generador de nuevas vinculaciones con los otros. Ya es tiempo de penetrar entre los bastidores del teatro donde se representa la intriga esencial.

M. P.


El secreto del individuo

El individuo y su traza

La originalidad de la apelaciуn o “un nombre para sн”

A lo largo del siglo XIX se acentъa y se difunde lentamente el sentimiento de la identidad individual. Un primer indicio nos lo proporciona la historia del sistema de apelaciуn. El proceso de dispersiуn de los nombres propios iniciado en el siglo XVIII se prosigue ahora; viene a contradecir el movimiento de concentraciуn deliberadamente estimulado por la Iglesia de la Reforma catуlica, deseosa de valorar la ejemplaridad de los santos mбs notables. En este terreno, la Revoluciуn no constituye una verdadera interrupciуn; todo lo mбs juega un papel de acelerador.

Al hilo de los decenios, unos ciclos cada vez mбs cortos, ordenados por la moda, van imponiendo su ritmo al movimiento de dispersiуn; se trata de una aceleraciуn que expresa a la vez la voluntad acentuada de individuaciуn, el deseo de subrayar el corte generacional y el propуsito de conformarse a la nueva norma, sugerida por las clases dominantes. La boga de determinados nombres propios se propaga en efecto verticalmente, desde la aristocracia hasta el pueblo, desde la ciudad hasta el campo. La precisiуn y la complicaciуn crecientes de la jerarquнa social favorecen la transmisiуn por capilaridad de tales modas.

Al mismo tiempo pierden su autoridad las reglas de transmisiуn familiar de la apelaciуn. La elecciуn del nombre del padrino o la madrina, o lo que es lo mismo, tradicionalmente, del de uno de los abuelos, el tнo abuelo o la tнa abuela, la atribuciуn del nombre del padre al hijo mayor o del abuelo fallecido al reciйn nacido, constituyen, en particular en el campo, otros tantos imperativos cuya declinaciуn no hay ciertamente por quй exagerar; pero que no dejan de hallarse en contradicciуn con las nuevas prбcticas que se estбn imponiendo. Este deterioro de las reglas de transmisiуn familiar expresa el de las virtudes hereditarias, al tiempo que augurales, del nombre propio. La pйrdida de la fe en la existencia de un patrimonio de carбcter que se transmite mediante la apelaciуn juega evidentemente en favor del individualismo.

Mientras persiste la familia de estructura compleja y la pobreza de efectivos de los nombres propios agrava los riesgos de confusiуn, sucede que el sistema de apelaciуn sigue siendo muy arcaico. Eso es lo que pasa en ciertas comarcas rurales del Centro o del Mediodнa, concretamente en Gйvaudan. Aquн el nombre propio, muy pronto olvidado por el uso corriente, deja paso al apodo. El patronнmico persiste estrechamente ligado al cuartel o a la maysou, y asн el que al casarse pasa a vivir en la propiedad de sus suegros pierde el suyo. Sin embargo, en estas mismas zonas rurales, la evoluciуn juega en favor de la utilizaciуn, nueva desde luego, del nombre de pila y de la fidelidad al patronнmico registrado por el estado civil. El uso del apodo se repliega poco a poco a grupos marginales; al mundo de los artistas y la bohemia, al de la prostituciуn y el crimen, categorнas que, como los propios gremios, se refieren deliberadamente a valores y comportamientos arcaicos.

El deseo de individuaciуn no constituye, desde luego, el ъnico elemento de explicaciуn del proceso de diversificaciуn en curso. El riesgo de homonimia y por tanto de confusiуn, intensificado por la urbanizaciуn, incita tambiйn a la originalidad de la apelaciуn. Los progresos de la alfabetizaciуn y la frecuentaciуn escolar tejen una relaciуn nueva entre el individuo, su nombre propio y su patronнmico. El servilletero o el vaso, la tapa del cuaderno, la marquette y la ropa blanca bordada del ajuar de la muchacha pъber, las iniciales cosidas en las prendas del pensionista y tantas otras prбcticas acentъan la presencia obsesiva del apellido y el nombre. El aumento del efectivo de las parejas capaces de firmar su acta de matrimonio registra esta nueva familiaridad. A partir de la Restauraciуn, anota Jean-Claude Polton, arraiga en Fontainebleau la costumbre de dejar la marca sobre piedras y бrboles con fines privados. Esta prбctica es distintiva de los humildes; conscientes de que a diferencia de los poderosos ellos no dejarбn huella, cuentan con la perennidad de sus iniciales grabadas en la corteza de un tronco o en la piedra.

Durante la segunda mitad del siglo, la circulaciуn del correo —en concreto, hacia 1900, la difusiуn anual de ocho millones de tarjetas postales— contribuye a esta acumulaciуn de los sнmbolos del yo y de los signos de la posesiуn individual; proliferaciуn que expresan tambiйn, y no son mбs que algunos ejemplos, la banalizaciуn de la tarjeta de visita y el uso de la agenda personal. Hasta los mismos animales domйsticos empiezan a tener poco a poco sus nombres respectivos; en tiempos ya de la monarquнa de Julio, Eugйnie de Guйrin refina los de sus perros preferidos.







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