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Medidas уseas y averiguaciуn del aspecto fнsico





A finales del siglo, el doble problema se encuentra ya resuelto: hay nuevas tйcnicas que permiten conferir a cada individuo una identidad invariable y fбcilmente demostrable. El sistema de reconocimiento vuelve en adelante imposible la suplantaciуn de nadie, ni siquiera entre gemelos; y frustra la falsificaciуn de la personalidad civil. En una palabra, prohнbe la metamorfosis. La misma bigamia se convierte en una hazaсa, precisamente cuando el legislador acaba de restablecer el divorcio. Por el contrario, se han acabado las angustias de la imposibilidad de una prueba; las dificultades encontradas por el coronel Chabert pertenecen ya al pasado.

En 1876, la policнa comienza a utilizar la fotografнa; a finales del decenio, la Prefectura posee ya sesenta mil clisйs. Йstos, efectuados desde todos los бngulos, amontonados en desorden, no proporcionan, bien es verdad, de momento, demasiados servicios; y en cualquier caso, no permiten por ahora descubrir la verdadera identidad de un impostor. Pero todo cambia a partir de 1882, con la utilizaciуn de la filiaciуn antropomйtrica establecida por Alphonse Bertillon. Йste, precisamente cuando la aprobaciуn de la ley del 27 de mayo de 1885 sobre la reincidencia va a agudizar la necesidad de la identificaciуn criminal, demuestra que seis o siete medidas уseas efectuadas de una manera rigurosa y de acuerdo con un procedimiento fijo son suficientes para identificar a un individuo.

El “sistema Bertillon”, desenlace de una investigaciуn muy prolongada, jalonada por los trabajos de Barruel sobre la sangre y el olor individual, por las pesquisas de Ambroise Tardieu, de Quйtelet y de los miembros de la Sociedad de Antropologнa, reinarб sin discusiуn hasta comienzos del siglo XX. Mientras tanto, se vio mejorado por su inventor, que decidiу aсadir las seсales particulares a la filiaciуn definida por las medidas уseas, ademбs de adjuntar la fotografнa al boletнn antropomйtrico.

A decir verdad, el “sistema Bertillon” no constituye sino una etapa. Desde comienzos del siglo XX se impone la identificaciуn mediante el aspecto fнsico y, con mayor precisiуn, por las huellas digitales. Este antiguo descubrimiento chino, utilizado en Bengala por la administraciуn inglesa, fue preconizado por Galton, que lograrнa convencer a Alphonse Bertillon para que integrara este nuevo elemento en su boletнn antropomйtrico.

En vнsperas de la Primera Guerra Mundial, los procedimientos afinados con vistas a delincuentes y criminales desbordan el marco penitenciario. La ley del 16 de julio de 1912 impone asн a los nуmadas y a los itinerantes, lo que quiere decir en adelante a los comerciantes e industriales forбneos, la posesiуn de un “carnй antropomйtrico de identidad”. En йl figuran el apellido, el nombre, la fecha y el lugar de nacimiento, de filiaciуn, las seсas personales, las huellas y la foto del individuo; puede reconocerse ya aquн el antepasado de nuestro carnй de identidad.

Comienza a inquietar la nueva amenaza que semejantes procedimientos hacen pesar sobre el secreto de la vida privada. Mientras el Affaire se halla en su apogeo, la antropometrнa suscita la ira de los dreyfusistas y alimenta un vivo debate. Mientras tanto, y como producto de la misma ansiedad, la afluencia de las protestas obliga al prefecto Lйpine a dejar de exigir a las dueсas de casas de citas la fotografнa de las mujeres que frecuentan sus establecimientos. Podrнan seсalarse probablemente bastantes otros signos de esta nueva susceptibilidad; Philippe Boutry ha detectado tambiйn, a partir de 1860, en numerosas parroquias del Ain, una intolerancia hasta entonces desconocida ante cualquier revelaciуn de actos personales por parte de los predicadores. Los pastores, apegados aъn a la vieja imagen del “denostador elocuente de los abusos individuales”, se ven obligados poco a poco a tener que contar con un nuevo espacio privado de la vida moral fundada en la autonomнa de la persona.

Se habrб podido advertir sin duda que, en todos los terrenos evocados, hay un giro que se deja sentir hacia 1860 y se precisa en torno a 1880. En pocas palabras, en el momento en que triunfa la Repъblica se lleva a cabo un basculamiento. Culmina el movimiento de individuaciуn que anima el siglo, mientras que el neokantismo inspira a los dirigentes y Pasteur impone la existencia de los microbios, perturbadores del organismo; modelo biolуgico que, aplicado al campo social, plantea el control del individuo como algo esencial para la supervivencia del grupo.

Al mismo tiempo, el temor a la violaciуn del yo y de su secreto engendra el fantбstico deseo del desciframiento de la personalidad que se oculta y de la intromisiуn en la intimidad del otro; preocupaciуn muda que es la base del esnobismo del incуgnito, aviva la tentaciуn de la carta anуnima, contribuye al prestigio del mirуn (voyeurisme) de fin de siglo, y explica la apariciуn del personaje del detective en busca de huellas. Todavнa mбs que Conan Doyle, Gaston Leroux es el testigo de la nueva sensibilidad, el hombre que convierte, no la identificaciуn, sino la identidad misma del culpable, y su enfoscamiento, en el nudo de la acciуn policial.

Las amenazas del cuerpo

El alma y el cuerpo

Serнa inъtil tratar de comprender el sentimiento de intimidad que ordena la vida privada durante el siglo XIX sin una reflexiуn previa sobre la dicotomнa permanente entre el alma y el cuerpo que regнa entonces las actitudes. Las modalidades de esta llamativa particiуn varнan evidentemente de acuerdo con la pertenencia social, el nivel cultural y el grado de fervor religioso. Ademбs, una sedimentaciуn de creencias en el trasfondo de cada individuo asн como una incesante circulaciуn de los modos de comportamiento entre las diferentes capas de la poblaciуn vienen a sembrar la confusiуn en los anбlisis mбs rigurosos. Conviene por lo tanto no perder de vista lo intrincado de los sistemas de representaciones que vamos a distinguir artificialmente, por mor de la claridad.

Numerosos etnуlogos, por ejemplo Franзoise Loux, han puesto de manifiesto la coherencia y el influjo de los saberes del cuerpo en el seno de la sociedad tradicional. Muy curiosamente, йsta parece ignorar la dicotomнa a la que acabo de hacer alusiуn. Los proverbios recogidos por los folkloristas a finales del siglo XIX reflejan una visiуn laicizada de la existencia que privilegia lo orgбnico. Dibujan una moral de la moderaciуn y ponen de relieve que el rechazo de los excesos y el respeto del justo medio en las conductas favorecen la salud y procuran un bienestar mбs solicitado, aquн, que el placer. Esta йtica es el producto de un mundo rural laborioso, preocupado por el valor del esfuerzo y desconfiado respecto de los pobres, que son fermento de violencia y desorden. Mentalidad entretejida de pesimismo y resignaciуn que mantiene una escucha sumisa a los mensajes del cuerpo, basada en la convicciуn de que йstos se hallan estrechamente vinculados al orden cуsmico, vegetal y animal, por toda una serie de correspondencias simbуlicas. La atenciуn prestada a las fases de la luna, celestial pйndulo del ciclo femenino, la ansiosa escucha del discurso del gallinero cuando se perfila el peligro de muerte, la medida del crecimiento del бrbol plantado con ocasiуn del nacimiento del hijo, las prohibiciones que rodean la gestiуn de los desechos del organismo: placenta, recortes de uсas o diente caнdo, atestiguan el carбcter obsesivo de estas arcaicas creencias. Junto a ellas hay una norma higiйnica que admite el buen cumplimiento de las funciones naturales, tolera el eructo y el pedo, el estornudo, el sudor y los signos del deseo, y asume sin mala cara los estigmas de la decadencia de la edad. Sistema de creencias y actitudes que configura un frente de resistencia ante la difusiуn de la higiene culta, y que se insinъa, mediante pйrfidos contraataques, incluso en el interior burguйs, gracias a la complicidad de nodrizas y sirvientas. No hay por quй sorprenderse cuando se encuentra uno con algunas de estas normas, parcialmente interiorizadas por la elite, surgidas de las profundidades sociales, de acuerdo a veces con el higienismo cotidiano de mйdicos sensatos, partidarios, a su vez, del justo medio.

En el otro polo de las viejas creencias se inscribe la permanencia y, en ciertas esferas, la acentuaciуn del mensaje cristiano fundado en el antagonismo entre el alma y el cuerpo. Desdeсosa de los lнmites dogmбticos del desprecio de la carne que trazan el misterio de la Encarnaciуn, el sacramento de la eucaristнa y la fe en la Resurrecciуn, hay toda una visiуn pesimista, afinada por los Padres de la Iglesia, concretamente por Tertuliano, y recogida por Bossuet y por los jansenistas, que reduce la piel mortal, futuro pasto de los gusanos, a una prisiуn provisional. El cuerpo, al que el cura de Ars sуlo llamaba “el cadбver”, compromete al alma con los instintos y la impide elevarse hacia su patria celestial. Asн es como se justifica la guerra perpetua contra los impulsos, contra las pulsiones orgбnicas; si el alma no consigue dominar al cuerpo, йste, como un dragуn, se revolverб contra ella para esclavizarla. No hay compromiso posible. Pues bien; es este desdoblamiento cuasi esquizofrйnico el que justifica los comportamientos ascйticos.

Sostenidas por el aumento de los efectivos de las congregaciones religiosas, por la multiplicaciуn de los pensionados y la proliferaciуn de las уrdenes terceras, estas prбcticas, procedentes de un lejano pasado, evolucionan incesantemente a lo largo del siglo XIX. Hasta los inicios del Segundo Imperio, sobreviviу un rudo ascetismo, compaсero del rigorismo persistente. Se trata de una violencia que armoniza con la imagen romбntica del Cristo del Gуlgota, cuya sangre se complacen entonces los artistas piadosos en hacer brotar en terribles surtidores. A partir de mediados de siglo declinan las grandes mortificaciones, poco de acuerdo con la feminizaciуn de la prбctica. La Iglesia, que ha apostado por la mujer a fin de llevar a cabo su reconquista, ha de tener en cuenta el discurso mйdico que subraya a porfнa la fragilidad de las hijas de Marнa. La sangre y el dolor se ven sustituidas por infinidad de pequeсas mortificaciones mбs de acuerdo con el ritmo del tiempo femenino. De esta forma la renunciaciуn de sн mismo se interioriza en lo cotidiano y se inaugura la contabilidad de los sacrificios menudos.

Mбs innovadores se revelan los discursos cientнficos. A este propуsito, fue decisiva, a finales del siglo XVIII, la difusiуn en Francia de los escritos de Georg Stahl y su huella en el pensamiento mйdico. Lo mismo si invocaban el vitalismo montpellierano, el animismo o el organicismo, la mayorнa de los mйdicos de la йpoca, concretamente los que, como Roussel, elaboraron el discurso sobre la especialidad del sexo femenino, se afiliaron al dogma de la supremacнa del alma sobre el cuerpo. El alma rectora, en posesiуn del secreto de la vocaciуn del cuerpo, es quien dirige su realizaciуn. Asн, no son las formas de la anatomнa ni los rasgos especнficos de la fisiologнa de la mujer los que determinan su carбcter y justifican su misiуn maternal; sino el alma, que modela a la vez el cuerpo y el espнritu femeninos: la maternidad es ante todo vocaciуn metafнsica para quien ha recibido la misiуn de colaborar con la Naturaleza.







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