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La gestiуn del lecho conyugal





Queda aъn la sexualidad conyugal, tйrmino de los sueсos y los temores de la joven soltera, en este siglo de la virginidad, punto final de una vida de muchacho para quien ha sabido efectuar el recorrido iniciбtico que acabamos de seguir con la imaginaciуn. Lo mismo si se detienen sobrecogidos en el umbral de este santuario que si juzgan demasiado poco incitante lo que dentro de йl acontece, los contemporбneos hablan poco del lecho conyugal. La demografнa histуrica calcula los ritmos de la fecundidad, lo que apenas si nos ilustra sobre las prбcticas del placer. Estбn tambiйn las diatribas del clero, entonces muy imprecisas, y el discurso normativo de los mйdicos, mбs indiscreto. Una lectura atenta del conjunto de las fuentes sugiere algunos hechos importantes. Ante todo, la importancia de la iniciaciуn femenina durante la noche de bodas; y ello es vбlido para todo el siglo. En esa noche se impone una escenificaciуn colectiva del pudor, del sobresalto y de la ignorancia que todos los mйdicos estбn de acuerdo en describir. Y serб la preocupaciуn por alejar del entorno familiar este episodio demasiado fastidioso lo que suscite, en parte, la boga del viaje de novios. La iniciaciуn puede ser brutal, al menos es lo que repiten los testigos; ello sucede cuando los esposos han aguardado a esta noche para descubrirse el uno al otro. En 1905, el doctor Forel advierte aъn que, entre su clientela, las buenas costumbres impiden que los novios hablen entre sн de sus necesidades sexuales.

Desde este momento, el esposo tiene como tarea la de orientar el placer de su compaсera. Como toda mujer, y aunque lo ignore, йsta podrнa convertirse tambiйn en una terrible voluptuosa; sуlo una sexualidad bien temperada le evitarб las ansiedades de la ninfomanнa o, mбs sencillamente, las turbaciones de la “enervaciуn”. Por suerte, segъn se piensa, el deseo femenino necesita ser provocado. El marido se encuentra asн cargado, de acuerdo con el parecer del cuerpo mйdico, con el peso de una grave responsabilidad. Se comprende asн mejor la inquietud del joven que descubre entonces una esposa demasiado experta. Conocemos algunos de los dramas de la primera noche. Para la joven madame Lafarge, casada en 1839, el episodio, incompleto, se desarrolla violentamente, en un banal hotel de provincia. Medio siglo mбs tarde, Zйlie Guйrin, la madre de santa Thйrиse, sufriу un autйntico choque durante su iniciaciуn.

Los mйdicos subrayan con insistencia los peligros de la impotencia masculina. Y aconsejan una severa gestiуn espermбtica de acuerdo con la mentalidad de la clase dominante. El coito conyugal puede conducir tambiйn al hombre al descalabro. De ahн una serie de prudentes consejos, graduados de acuerdo con la edad de los esposos. Esta literatura, extraнda en buena parte de los viejos libros de Lignac y Nicolas Venette, dicta la frecuencia de las relaciones, sin que quede muy claro en quй medida sus mandatos se respetaron. El cuerpo mйdico se muestra hostil a la copulaciуn senil; para la mujer menopбusica —lo mismo que para la estйril— el coito carece ya de utilidad. El hombre ha de desconfiar de estas dos figuras devastadoras, insaciables, a las que ya no puede sosegar ninguna esperanza de gravidez. Muchos de estos mйdicos consideran la cincuentena como el lнmite definitivo de la actividad masculina; mбs allб de esta frontera, el uso del propio sexo precipita la muerte.

La preocupaciуn por el йxito del acto reproductor incita a valorar el vigor del coito. El discurso mйdico, lejos de exaltar el refinamiento y la lentitud de las caricias, asocia la calidad de la relaciуn con el нmpetu y la rapidez masculina; los mйdicos ignoran por tanto el problema planteado por la eyaculaciуn precoz. No obstante, la frecuencia de las pйrdidas seminales involuntarias, de las que no cesan de hablar, hace pensar que esta prбctica, frustrante para el sexo femenino, se hallaba entonces muy extendida. De cualquier manera, la brevedad de las relaciones conyugales sigue siendo evidente durante todo el siglo; lo que hace pensar que el orgasmo simultбneo constituye una excepciуn. En 1905, Forel subraya todavнa su extremada rareza entre su clientela burguesa.

Pero conviene evitar cualquier anacronismo; el problema no se plantea en estos tйrminos; se presta muy poca atenciуn al placer del otro. A finales de la monarquнa de Julio, el descubrimiento de los mecanismos de la ovulaciуn demuestra ciertamente que la mujer no es un simple “vaso”, como pensaba Aristуteles. Como ya presentнa Galeno, participa activamente en la concepciуn. Pero, en contra de las opiniones del mйdico griego, esta participaciуn no exige placer. El automatismo de la ovulaciуn justifica el desentenderse del disfrute. El descubrimiento cientнfico legitima el egoнsmo masculino, inaugura un periodo desfavorable al orgasmo femenino y fundamenta la hostilidad contra el inъtil clнtoris. Observemos, sin embargo, que este mismo descubrimiento pudo liberar a ciertas mujeres que, persuadidas hasta entonces de la necesidad del placer en la concepciуn, procuraban no acceder a йl, por miedo a un embarazo. Todavнa a finales de siglo, algunas mujeres, sorprendidas, que no habнan experimentado nunca el orgasmo, rechazarбn por esta razуn la idea de hallarse embarazadas. Lo que demostrarнa, si fuera necesario, el desfase producido entre los descubrimientos cientнficos y las prбcticas cotidianas.

El culto de la virginidad, el angelismo romбntico y la exaltaciуn del pudor fuerzan al burguйs ferviente a representarse la alcoba y el lecho conyugal como un santuario y un altar donde tiene lugar el acto sagrado de la reproducciуn. El joven Auguste Vacquerie colocу un reclinatorio en la alcoba de su Lйopoldine; la vecindad del lecho, el crucifijo y el mueble para la plegaria acentъan con frecuencia la religiosidad del lugar. El pudor impone que el amor se haga en la sombra, lejos de todo espejo; los mйdicos recomiendan ademбs mantenerse en la postura llamada del misionero; si bien, a semejanza de los prбcticos del siglo precedente, consideran lнcito —igual que los teуlogos— todo lo que facilite la concepciуn; por eso dan tambiйn su aprobaciуn al coito retro.

їHasta quй punto llegan a invadir el lecho conyugal las figuras de la voluptuosidad aprendidas por el esposo en el mundo sexual marginal? їHasta dуnde podнan llegar la audacia masculina y la confesiуn femenina del placer sin chocar contra el pudor y provocar el desdйn o el disgusto de la pareja? Por muy rebosantes que se hallaran de deseos, їquй placeres podнan concederse los esposos sin verse obsesionados por la amenaza de la enfermedad o de la condenaciуn? Las fuentes enmudecen sobre todos estos aspectos: los procesos de separaciуn de cuerpos no evocan el desentendimiento sexual, salvo que йste se camufle bajo las rъbricas de “sevicias” e “injurias”. Habrб que esperar a finales de siglo para que haya mujeres que osen manifestar pъblicamente que se niegan a practicar la felaciуn.

El peligro del anacronismo

La sexualidad, hoy en el centro de las uniones, no constituнa entonces sino un segundo plano de la vida conyugal. Adeline Daumard ha puesto de relieve hasta quй punto era entonces fuerte la solidez de los matrimonios burgueses, dictados las mбs de las veces por las estrategias patrimoniales. La gran cantidad de las donaciones entre vivos y de las disposiciones testamentarias que aseguran al esposo superviviente, una vez establecidos los hijos y las hijas, lo esencial de la fortuna de la pareja demuestra la existencia de una ternura real. En este ambiente, el que no tiene hijos sуlo en raras ocasiones desposee a su cуnyuge en beneficio de su familia de origen. La forma en que los testamentos aparecen redactados pone tambiйn en evidencia la realidad de un afecto que contribuye a su vez a demostrar la extremada rareza de las separaciones.

No es mucho lo que se sabe de la sexualidad de las parejas campesinas. Guardйmonos, sin embargo, de insistir con demasiada complacencia en la falta de intimidad y la promiscuidad familiar de los retozos. Aquн, la alcoba y el lugar del amor se hallan ampliamente disociados. El hуrreo, el granero, el bosque, favorecen, en cualquier momento, la discreta satisfacciуn del deseo. En este medio, de momento, no existe la ropa interior, ni las lazadas complicadas, ni la higiene нntima; la uniуn sexual ignora el refinamiento de las trabas y las repugnancias burguesas. Dicho lo cual, conviene, como pide Martine Segalen, evitar la subestima de la ternura entre los esposos. Las duras labores llevadas a cabo en comъn, la solidaridad en el reparto de las tareas, la educaciуn de los hijos, parecen haber tejido entre los cуnyuges lazos estrechos y duraderos. James Lehning hace notar que entre los campesinos de Marlhes, pequeсo municipio del Loire, se habнan multiplicado entonces los contratos de matrimonio con comunidad de bienes gananciales asн como las donaciones entre esposos.







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