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Tйcnicas del placer sin riesgo





Fue a finales de los aсos 1850 cuando los mйdicos comenzaron a denunciar con vigor el “onanismo conyugal”. El doctor Bergeret redacta, en 1857, la lista de los procedimientos utilizados entre su clientela de Arbois. La tйcnica mбs divulgada es la del coito interrumpido. El self-control que implica estб de acuerdo con la autonomнa moral que van a exaltar muy pronto los neokantianos, inspiradores de la escuela republicana. Pero Bergeret denuncia tambiйn la masturbaciуn recнproca, calificada por йl de “innoble servicio”, la felaciуn o “coito bucal”, e incluso el “coito anal”, mбs frecuente que el precedente, si se presta crйdito al doctor Fiaux. La gente rica utiliza el condуn, mientras que los obreros siguen creyendo que hacer el amor de pie preserva del riesgo de embarazo.

A fin de siglo se desarrolla la propaganda neomaltusiana. Bajo el impulso de Paul Robin y de Eugиne Humbert, la Liga de la Regeneraciуn Humana (1896), y luego el grupo que publica Gйnйration consciente (1908) propugnan la huelga de los vientres. Los esfuerzos de los neomaltusianos se despliegan incluso entre la clase obrera. La propaganda alcanza a los trabajadores del Norte; Gйrard Jacquemet advierte que se desarrollу tambiйn en el distrito XX de Parнs; hay numerosos prefectos que constatan que los obreros se hallan desde entonces sumergidos en informaciones sobre tйcnicas contraceptivas. Manifiestos y folletos aconsejan los mйtodos mecбnicos, menos molestos y mбs seguros que el coito interrumpido. Las clientes del doctor Forel los conocen bien. Algunas acuden a inyecciones de agua templada acidulada con vinagre; otras utilizan esponjas empapadas en desinfectante y colocadas en el fondo de la vagina. Estбn tambiйn, mбs elaborados, los “pesarios oclusivos” de membrana de caucho, cerrados por un anillo de hueso. Es el procedimiento que Marthe decide utilizar, aconsejada por su mйdico. El preservativo inglйs de caucho ligero se difunde notablemente; es mбs barato que el condуn de tripa —intestino de animal—, que necesita, ademбs, un minucioso mantenimiento. En resumen, la contracepciуn se desarrolla al mismo tiempo que la higiene нntima. La “cбnula inglesa” se convierte en la compaсera del bidй.

A partir de 1882, la antisepsia permite la multiplicaciуn de las ovariotomнas. El doctor Pйan practica 777 en el hospital Saint-Louis, entre enero de 1888 y julio de 1891. Las clientes que opera pertenecen al pueblo. En 1897, el doctor Йtienne Cam, escandalizado, estima que sуlo en Parнs han sido “castradas” asн entre 30.000 y 40.000 mujeres. Zola denuncia en Fйconditй lo que considera como el “gran fraude” conyugal. Pero hay una cirugнa aъn mбs terrible, cuyos estragos sigue siendo imposible medir. Ciertas mujeres aceptan someterse a la operaciуn llamada de Baldwin Mari, que consiste en la creaciуn de una vagina artificial.

En este final de siglo, practicar resueltamente la contracepciуn, entregarse a lo que Guy de Tйramond denomina, en 1902, la “adoraciуn perpetua”, implica no obstante contravenir los mandatos de los confesores y los de la mayorнa de los mйdicos. La mayor parte del cuerpo mйdico sigue estando en efecto convencido de que el “fraude conyugal” es el responsable de una patologнa femenina polimorfa: “hemorragias espantosas” (Bergeret), gastralgias, consunciуn, “enervaciуn”, desarreglos psнquicos, son algunos de los males que acechan a la mujer desequilibrada por la carencia del licor seminal y, sobre todo, por la falta de embarazos sucesivos.

Hay amplias fracciones de la clientela que comparten semejantes convicciones. La familia de Marthe se inquieta al ver cуmo su marido la agota de placer; cuando advierte que no hay ningъn embarazo que acuda a satisfacer el temperamento femenino, la madre empieza a temer por el cerebelo y la longevidad de su hija. Los allegados del esposo piensan, por su parte, que es la joven quien agota a su marido.

Hay un punto que sigue estando oscuro: las modalidades de difusiуn de las prбcticas contraceptivas; en efecto, la propaganda neomaltusiana no alcanza a todos los medios; en cambio, el “fraude conyugal” se extiende de forma masiva, como lo demuestra una encuesta llevada a cabo en 1911 por el doctor Jacques Bertillon. Notemos a este propуsito que la frecuentaciуn de las prostitutas, tradicionales usuarias de las inyecciones, estimulу, sin duda, el aprendizaje de los comportamientos estrictamente erуticos.

Mientras que la interrupciуn era, desde tiempo inmemorial, una prбctica corriente para el campesino pequeсo propietario, la arrogancia viril del obrero continъa asociada a la fecundidad de la esposa. Este sentimiento, ligado a la incontinencia masculina, frena el auge de la contracepciуn. A partir de los aсos 1880, mientras que los riesgos de infecciуn disminuyen, en este ambiente se desarrolla, sin embargo, lo que llama Angus MacLaren un “feminismo domйstico”. Se extiende una solidaridad de las mujeres, entre madres e hijas, entre matronas y clientes, que permite controlar el tamaсo de las familias. Menos hбbiles que las burguesas en el manejo de los medios mecбnicos de contracepciуn, menos armadas para exigir de su marido el “coito en seco”, las mujeres de la clase trabajadora comienzan a recurrir masivamente al aborto. Cuando los ejercicios violentos, las tisanas y las inyecciones no resultan suficientes, solicitan los servicios de alguna de aquellas “hacedoras de бngeles” que pululaban por las ciudades. Incluso son numerosas las mujeres que practican en sн mismas la intervenciуn, antes de hacerse transportar al hospital.

Hay una nueva permisividad que va aflorando en la opiniуn pъblica; es la que nos explica que en vнsperas de la guerra de 1914 crezca enormemente el nъmero de abortos; de acuerdo con el tipo de cбlculo que se haga, los expertos estiman que, cada aсo, se interrumpen asн entre 100.000 y 400.000 embarazos. En los comienzos del siglo XIX, la muchacha que recurrнa a semejante procedimiento era, las mбs de las veces, una soltera seducida o una viuda asediada por el deshonor. En adelante, serбn sobre todo las mujeres casadas las que integren la clientela de las abortadoras. Una prбctica propia de la desesperaciуn, impuesta por la urgencia, tiende a convertirse en banal, al tiempo que progresa el dominio de las mujeres sobre su propio cuerpo.

La tentaciуn ancilar

El hogar burguйs, tentado por un tнmido hedonismo, parece haber sufrido, por esta йpoca, los renovados asaltos del amor ancilar. La criada se convierte en un criterio social; cualquier pequeсoburguesa ha de tener la suya. En unos apartamentos con frecuencia muy reducidos empieza a instaurarse una nueva promiscuidad. La joven campesina introduce en el espacio privado, hasta entonces tranquilo, la tentaciуn permanente de la carne juvenil y popular. Cuando la haussmanizaciуn, que se prolonga lentamente bajo la Tercera Repъblica, haya relegado la servidumbre a los reducidos cuartos del sexto piso, nada serб tan fбcil para los hombres de la casa como una corta escapada por la escalera de servicio. Consolar al seсor, oнrle desahogarse sobre su seno, es algo que puede constituir para la criada una grata revancha frente a una seсora demasiado autoritaria. Los burgueses de la nueva generaciуn, cuidados por una nodriza “a domicilio”, educados por una niсera, estбn habituados a recurrir a las mujeres del pueblo para todo cuanto tenga que ver con la cultura somбtica; llegada la edad de la iniciaciуn, y luego la de la madurez sexual, se comprende muy bien que sientan la tentaciуn de acudir a la buena de la criada. Йsta se halla inscrita en la cadena de los cuerpos abdicados, al servicio de la libido burguesa. Los psicoanalistas tendrнan probablemente mucho que decir sobre el fetichismo del delantal. Esta prenda tan accesible simboliza al mismo tiempo la intimidad de la esfera privada y la disponibilidad del cuerpo femenino. Llegado el caso, la dueсa de la casa puede convertirse en cуmplice de un mйnage а trois; enferma, frнgida o abandonada, acantona asн los retozos de su marido, o incluso los de su hijo. Los amorнos con la criada evitan la dilapidaciуn de una fortuna o un compromiso para la salud; asн como frustran los “asuntos molestos”.

La literatura novelesca se complace en estos escбndalos ancilares. Zola, Maupassant o Mirbeau los celebran a porfнa. Pero se trata de una prбctica imposible de medir. La facundia de los escritores refleja demasiado claramente el fantasma de unos hombres fascinados por el cuerpo de origen popular, accesible y domesticado, de modo que hay que proceder con prudencia.

Con este retorno —probable— de la sexualidad de dependencia habrнa que relacionar la conducta de numerosos patronos y sobre todo contramaestres que utilizan su autoridad para seducir a las jуvenes obreras. Los militantes, en particular los anarco-sindicalistas, no cesaron de manifestar su indignaciуn contra el nuevo “derecho de pernada”. Esta utilizaciуn abusiva de la carne popular contribuнa, segъn ellos, a minar la moralidad de los trabajadores. Nos consta que no se trataba de un simple fantasma. En Limoges, en 1905, tales maniobras desencadenaron autйnticas cazas del sбtiro por las calles de la ciudad. Nacieron asн las graves alteraciones pъblicas que ese aсo ensangrentaron la ciudad de la porcelana.







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