Сдам Сам

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Los registros del tiempo que pasa





Los recuerdos capitalizados estбn como inscritos en libretas de ahorro. Madame Alphonse Daudet llama “cronologнa femenina” a las colecciones de reliquias reunidas por mujeres, los guantes de una, los modelos de toda clase de prendas usadas por otra. Como son reliquias tambiйn las inscripciones —algunas lнneas de prosa, versos o croquis— con las que se adornaba el бlbum de las damas y las seсoritas.

La invenciуn de la fotografнa en 1836 (la abreviatura del tйrmino como “foto” data de 1876) y su desarrollo a partir de 1850 serбn la ocasiуn de otros бlbumes. El retrato al уleo instala su tema en la eternidad del arte, al margen del tiempo. En cambio, las fotografнas conservan los instantes. Por una parte, son reliquias que se prestan a la rememoraciуn. Por otra, forman en el бlbum series a travйs de las cuales se capta el paso del tiempo, la evoluciуn del niсo que crece, la familia que se perpetъa a travйs de matrimonios, nacimientos y bautizos.

Caroline Chotard-Lioret, que ha trabajado sobre los archivos de su familia, los Boileau, ha encontrado tres бlbumes que reъnen unos cuarenta clisйs tomados entre 1860 y 1890. Son imбgenes dirigidas a los Boileau por sus diferentes corresponsales. Se conservan numerosas cartas de primos que anuncian a Marie B. el prуximo envнo de una foto reciente de ellos mismos y de los suyos. Podemos ver asн a la misma persona con ocasiуn de su bautizo, de sus siete aсos, de la adolescencia, en el momento de su matrimonio, en edad adulta junto a sus hijos y finalmente sola antes del ingreso en su vejez. Esta prбctica social proporciona “un testimonio concreto del calibre de la red de relaciones familiares”. Marie B., por su parte, con ocasiуn del matrimonio de sus hijas, en 1901, envнa sus retratos a toda la familia. A partir de 1910, la foto se vuelve algo trivial: entre 1912 y 1914, el esposo de Marie, Eugиne, hace fotos que llenan… diecisйis бlbumes.

Los diarios нntimos se escriben tambiйn para ser conservatorios de recuerdos. Gabrielle Laguin, una joven burguesa de Grenoble, tiene diecisйis aсos y medio cuando comienza a llevar el suyo, en julio de 1890: “Dentro de muchos aсos, leerй seguramente con placer estos garabatos comenzados en dнas de juventud y alegrнa” (12 de julio). El dнa 30 de octubre vuelve sobre la misma idea: “Mбs adelante, en plena vejez, me divertirб releerlo, volverme a ver, en este espejo del pasado, tal como era yo entonces”.

Muy pronto, su diario se convierte en una referencia. Al escribirlo, esta mujer se crea una historia. Y al inscribir el presente entre el pasado y el futuro, estructura su propia vida. El presente es lo que menos aparece, porque se transforma inmediatamente en pasado y objeto de referencia.

El futuro es el matrimonio con el que sueсa, con su primo Louis Berruel, de veintiocho aсos. Se casa efectivamente el 3 de octubre de 1891. Pero continъa situбndose, por una parte con respecto al pasado (“Oh, Ўsoy feliz! El sueсo de toda mi vida se ha convertido en realidad desde hace un mes y tres dнas”), y por otra con respecto al futuro —“Pues bien, sн, a pesar e todo, sigo deseando algo y este algo es un precioso niсo; їconseguirй en 1892 la dicha de ser madre?”—. Su diario se detiene aquн. Es el testimonio de un momento crucial en su vida de muchacha. Pero, si le sirve de refugio de las confidencias sentimentales que se hace a sн misma, le sirve tambiйn sobre todo para seсalar el hilo del tiempo, para hacer la historia de su existencia al inscribir su presente en una continuidad.

Veinte aсos mбs tarde, Renйe Berruel, hija mayor de Gabrielle, empieza tambiйn a llevar un diario en unos cuadernos escolares. El primero que nos queda estб fechado en 1905, cuando ella tiene trece aсos. Pero Renйe lo habнa comenzado antes, si hacemos caso de lo que nos dice el 9 de marzo de 1910, al llegar a la pбgina quinientas de su diario: “ЎQuinientas! ЎEsto se pone serio! Bien es verdad que muy pronto harб ocho aсos que comencй a escribirlo”. Hubo como punto de arranque un libro: “Era por Todos los Santos, nos hallбbamos todos reunidos en el comedor junto al fuego en La Buissiиre […] Yo estaba sin saber quй hacer y andaba curioseando en la biblioteca: me topй con Le manuscrit de ma mиre, de Lamartine. Entonces se me ocurriу la idea de escribir tambiйn mi propio diario […]”.

Los diarios нntimos pueden ciertamente proporcionar detalles preciosos sobre la vida de sus autores. Pero es indudable que no resultan menos interesantes como testigos del propуsito de escandir el tiempo. Lo mismo sucede con las correspondencias familiares regulares. Caroline Chotard-Lioret ha recensionado once mil cartas dirigidas a Marie y Eugиne Boileau entre 1873 y 1920, en su mayor parte por sus hijos y los miembros de sus familias respectivas. Estas cartas contienen informaciones que puede leer toda la familia acerca de los hijos, los negocios, las visitas e intercambios familiares, y sobre todo la salud. Pero apenas si dejan traslucir sentimientos нntimos. La correspondencia tiene una funciуn ritual: seсala en concreto la existencia de los vнnculos afectivos y su valor no radica tanto en lo que dice como en la regularidad de su funcionamiento.

El deseo de ritmar el transcurso del tiempo se nos muestra en su estado puro en los almanaques o “libros de aniversario”, basados en el modelo de los birthday books ingleses. Asн, en 1892, el editor Paul Ollendorff publica un Recueil Victor Hugo, precedido por una nota de advertencia. Las publicaciones inglesas, nos dice, contienen una selecciуn de versos de Byron o de pensamientos de Shakespeare. Йl por su parte ha traspuesto este procedimiento para hacer justicia a nuestro poeta nacional. Las pбginas de la derecha estбn en blanco, indican los dнas y los meses. Frente a cada dнa, la pбgina de la izquierda propone una cita de Victor Hugo.

La obra puede utilizarse de tres maneras diferentes: o bien se seсala un acontecimiento de acuerdo con el pensamiento pertinente; o se escogen unos versos como objeto de comentario (puede pedнrsele a una persona amiga que lo comente); o, finalmente, se utiliza el almanaque como si fuese un diario, destinado sobre todo a las mujeres.

El que tengo en mis manos perteneciу a Claire P. de Chвteaufort. Claire hizo de йl diferentes usos, segъn las йpocas de su vida: a veces anotу los aniversarios y las fechas importantes, a veces relatу por menudo ciertas jornadas, como en un diario; y esto en circunstancias en que su vida era particularmente densa, con ocasiуn de sus esponsales, de su viaje a Rusia… A partir de un librito como йste, perdido entre los trastos de un chamarilero y tan atestado de anotaciones minъsculas que con frecuencia resultan ilegibles, se puede ir en busca del tiempo que esta mujer quiso preservar del olvido.

Claire naciу un primero de septiembre alrededor de 1870. Hace su primera comuniуn en 1880. Vive lo mismo en Parнs, avenida de Wagram, que en Montreux, a orillas del lago de Ginebra. La familia posee allн un castillo que vendieron el 30 de mayo de 1896; despuйs de lo cual, alquila una villa. La existencia de la joven se ve jalonada por veladas y excursiones. Pero es el canto lo que mбs cuenta para ella durante su juventud.

Las fechas principales de su vida son el viaje a Rusia en 1899, la enfermedad y muerte de su padre, el 17 de agosto de 1900, los esponsales y luego el matrimonio con Edmond, en febrero y abril de 1902, y el nacimiento de su hijo Albert el 11 de enero de 1903.

El Recueil Victor Hugo contiene algunas anotaciones sobre las relaciones entre Claire y su esposo, muy afectuosas siempre. El 6 de abril, al dнa siguiente de su matrimonio: “Hermoso dнa. Excursiуn en charrette; Edmond y yo por los molinos y regreso por Dampierre y los muelles del Loire. ЎUna preciosidad! ЎDisfruto mucho! Espinos en flor”. El 15 de mayo: “Me anuncia el doctor que espero una criatura. ЎPresento en efecto todos los sнntomas! ЎTengo una inmensa alegrнa, y tambiйn Edmond! ЎMe ha dicho que me quiere aъn mбs! ЎY yo siento cуmo crece su afecto dнa tras dнa!”. El 6 de agosto: “La bendita criatura que espero nos une cada vez mбs”. Claire, en compaснa de su cuсada, parte para Le Pouliguen; se le une allн Edmond del 10 al 17 de agosto. El 20 de noviembre es el santo de Edmond: “Le felicito la vнspera por la noche con plantas verdes y helechos”.

El domingo 11 de enero de 1903 nace Albert. Se le bautiza el 15 de febrero. A partir de esta fecha, las anotaciones se hacen mбs dispersas. El 23 de septiembre: “Dejo Luvigny con Bйbert y Nounou y vamos a Parнs y Saumur para reunirme allн con Edmond”. El 26 de noviembre tiene su primer diente Albert, y el 11 de diciembre el segundo. El 22 de febrero de 1904 le sacan una foto en Saumur; tiene trece meses y medio. El 19 de junio: “Bйbert camina cada vez mejor. En el estanque del Bellay con йl y Edmond. Delicioso dнa”. En 1905, el 6 de mayo: “Regresamos a Saumur, Bйbert, Lucie y yo. Edmond excellent, dichoso de volverme a ver despuйs de ocho dнas de separaciуn. La abuela y las hermanas y hermanos han disfrutado de lo lindo con Bйbert, que habla muy bien para sus dos aсos y tres meses. ЎEncantador! ЎSu padre estб con йl como loco!”. Despuйs hay un salto hasta el aсo 1910. Claire lleva a su hijo a Montreux el 8 de diciembre. El 25: “Бrbol de Navidad muy bonito”. El 31: “Nos vamos todos a jugar con la nieve. Un dнa ideal. Fotos. Albert desciende en trineo con Ferdi”.

Los ъltimos datos consignados corresponden a despuйs de la guerra. El 27 de diciembre anota: “Nice Cimiez, villa Rosa. Encima de las Arиnes. Con mamб, Marie y Albert, pasamos el invierno”. El 29 de agosto: “1919. Parнs, calle de Bellechasse. Pasamos el verano en Parнs”.

Este almanaque es un documento ejemplar para el estudio del tiempo de la vida privada. Libro de cabecera de toda una existencia, seсala perfectamente las etapas de una persona de la buena sociedad: primera comuniуn, adolescencia transcurrida entre bailes, excursiones, artes de adorno, noviazgo, matrimonio, nacimiento y bautizo del bebй. Luego el ritmo del tiempo quedarб marcado por el crecimiento y la educaciуn del niсo. La obra pone igualmente de relieve los diferentes periodos del aсo, subrayados por las festividades religiosas, Navidad y Pascua.

Maсana, mediodнa y tarde

El transcurso de la jornada puede leerse en los manuales de urbanidad, muy numerosos de un cabo al otro del siglo XIX, reeditados una y otra vez, con variantes y adaptaciones. Asн, por ejemplo, el Manual del ama de casa escrito por madame Pariset en 1821, corregido por madame Celnart, volviу a publicarse en 1913 bajo el tнtulo de Nuevo manual completo del ama de casa. Tambiйn se sucedieron unas a otras las mъltiples ediciones del Manual completo del ama de casa o La perfecta esposa, de madame Gacon-Dufour, aparecido por primera vez en 1826.

La evoluciуn de estas guнas sigue el movimiento de la urbanizaciуn. Dentro aъn de la primera parte del siglo, Alida de Savignac propone dos formas diferentes de vivir, una para Parнs (La joven ama de casa, en 1836), y otra para el campo (La joven propietaria, en 1838). Lo que sucede es que paulatinamente va dirigiйndose de modo exclusivo a las mujeres de la ciudad, dejando sуlo un apйndice para las que habitan en el campo. El apйndice sigue retrocediendo, hasta desaparecer por completo. No queda otro modelo de vida que el urbano, y al campo sуlo se lo evoca como lugar de vacaciones.

Los manuales de urbanidad son los herederos de economнa domйstica de los siglos precedentes. Insisten en la racionalidad econуmica del papel de la mujer en un espacio privado del que ella serнa la responsable. Pero su multiplicaciуn y su йxito son un sнntoma de la preocupaciуn por encontrar un nuevo modo de vida y un nuevo tipo de felicidad. El modo de vida es exclusivamente privado, el marco ideal de la dicha es el cнrculo familiar, y el medio para adquirir semejante dicha es la buena gestiуn del tiempo y del dinero. Estas obras explican cуmo organizar los diferentes momentos de la existencia y cуmo acertar en ellos. Describen los ritos que jalonan el tiempo y los papeles que los distintos miembros de la familia han de asumir.

El papel principal le compete al ama de casa, encargada de poner en escena la vida privada tanto en la intimidad familiar —las ceremonias cotidianas de las comidas y las veladas junto al fuego— como en las relaciones de la familia con el mundo exterior —la organizaciуn de la sociabilidad, las visitas y las recepciones—. Ella habrб de ser quien dirija el curso de las faenas domйsticas de modo que todo el mundo, y el primero de todos su esposo, encuentre en la casa el mбximum de bienestar.

El tiempo de los hombres es el de la vida pъblica, su empleo se halla dictado por el ritmo de los negocios. Son raros los hombres de la buena sociedad que viven ociosos y pueden organizar sus jornadas como bien les parezca. Si, todavнa en 1828, hay un manual que le traza al fashionable un empleo del tiempo libre, a medida que avanza el siglo las publicaciones para uso masculino se convierten en guнas profesionales… Cada vez se vive menos de las rentas.

La vida privada es el puerto al que los hombres se acogen para descansar de las fatigas de su trabajo y del mundo exterior. Todo ha de estar preparado para hacer armonioso este puerto. La casa es el nido, el lugar del tiempo suspendido. La idealizaciуn del nido lleva a la idealizaciуn del personaje del ama de casa. Es preciso que, como un hada, haga surgir la perfecciуn esforzбndose por disimular los esfuerzos desplegados a tal fin. Que sуlo se advierta el resultado y no el trabajo de la escenificaciуn: “Semejante al maquinista de la Уpera, ha de presidirlo todo sin que se la vea actuar”.

Empleo del tiempo

Una organizadora dispone de un instrumento esencial: el empleo del tiempo, que ha de obligar a sus ejecutantes, el servicio domйstico, a que respeten, y ha de respetar ella misma escrupulosamente.

Ley fundamental de la buena gestiуn del tiempo: la regularidad. Y ante todo en la hora del despertar matinal. El ama de casa es en principio la primera que se levanta y la ъltima que se acuesta. Se le aconseja estar ya de pie a las seis y media o siete en verano, y a las siete y media u ocho en invierno. Desde por la maсana, ejerce su vigilancia. Aunque haya una criada que les lave la cara a los niсos, los vista y les prepare su desayuno, la mirada de la madre es imprescindible antes de su partida para la escuela.

Los criados requieren una vigilancia, discreta pero constante. La burguesнa media emplea por lo general a tres: un criado-cochero, una cocinera y una doncella. El ama de casa arregla con ellos las cuentas del dнa anterior. Y les da a continuaciуn sus уrdenes para el dнa (menъs y faenas que cumplir). Sabe dуnde estбn las provisiones de comida, de leсa o de carbуn; comprueba la ropa sucia que se lleva la lavandera y la ropa limpia que vuelve a traer a la semana siguiente. Si no cuenta con mбs servicio que el de una criada para todo habrб de echarle una mano y ayudarla en los trabajos del hogar.

Cuando el ama de casa cuenta con una servidumbre en nъmero suficiente puede consagrar la segunda parte de la maсana a actividades personales: el correo, el piano, o la costura. En efecto, una mujer que se estime no sale de casa por la maсana. Si se la encuentra en la calle, la buena educaciуn requiere que no se la salude. Se da por supuesto que se halla consagrada a actividades filantrуpicas o religiosas sobre las que prefiere guardar silencio.

El ama de casa tiene como misiуn privilegiar los momentos en que la familia se reъne en torno a la mesa, para las comidas.

Comidas

En el artнculo “Dоner”, el Larousse du XIXe siиcle ofrece una larga descripciуn que es como una imagen de Йpinal de la comida en familia: “Todo el mundo estб allн, el abuelo, los niсos, y hasta el benjamнn, instalado en su silla alta. El vino duerme en las botellas transparentes sobre el mantel inmaculado, la criada les pone a los chiquillos las servilletas atadas al cuello y luego la sopa de yerbas y la pierna de cordero, cuyo hueso se envuelve en papel recortado. La madre riсe a Renй que come con los dedos o a Ernest que le estб haciendo rabiar a su hermana pequeсa. El chiquitнn se agita como un cabritillo; el padre le corta en pedacitos la carne en su plato o le ofrece un racimo de uvas que hace oscilar primero ante su nariz […]”. La escena transcurre al mediodнa, en una ciudad de provincias. En Parнs, a esta misma hora, se estarнa “almorzando”.

La denominaciуn de las comidas es diferente en provincias y en Parнs. En provincias se “come” a mediodнa (dоner) y se “cena” (souper) por la noche. En Parнs, en cambio, la cena es una comida frнa que se toma despuйs de los bailes y las grandes veladas (soirйes), a la una o las dos de la madrugada. La terminologнa acabу por uniformizarse a partir de la capital, pero en las provincias, hoy todavнa, bien puede suceder que se llame dоner al almuerzo y souper a la cena.

Los horarios de las comidas cambiaron tambiйn en el transcurso del siglo XIX. El “primer desayuno” o “desayuno ligero” (а la tasse) se toma al levantarse. Consiste en una taza de leche, de cafй, de tй o de chocolate, acompaсada de un panecillo o de una tostada.

El “segundo desayuno”, llamado “desayuno fuerte” o “almuerzo”, se sirve entre las diez y el mediodнa. Lleva consigo entremeses (hors-d’њuvre, entremets), charcuterнa y carnes frнas. Alimentos calientes y ensalada sуlo se sirven si el almuerzo tiene lugar un poco tarde. El hйroe de Taine, Frйderic-Thomas Graindorge, por los aсos 1860 en Parнs, almuerza a las once un pollo o un perdigуn frнo y una botella de Burdeos.

El almuerzo es la comida cuya hora ha variado mбs. Se ha ido retrasando constantemente. El Journal de Stendhal nos hace saber que en 1805 se invitaba a comer a las cinco de la tarde. Йl por su parte almorzaba a veces antes. Asн, por ejemplo, el 3 de mayo de 1808: “A las cuatro menos cuarto he comido cordero asado, patatas fritas y ensalada”. En 1821, escribe madame Pariset que a finales del siglo XVIII en Parнs se almorzaba a las cuatro o mбs tarde, mientras que entonces se hacнa a las cinco o antes, y a veces incluso a las seis. Segъn ella, esta hora mбs tardнa se debнa a las actividades masculinas en el mundo de los negocios.

A finales de siglo, las comidas por invitaciуn estбn previstas hacia las siete y media. La etiqueta, completamente al revйs de lo que en la actualidad se practica, requiere entonces que se llegue con cinco minutos y hasta con un cuarto de hora de adelanto. Alos invitados se les concede un cuarto de hora de retraso, transcurrido el cual se pasa a la mesa.

Pero hay gentes que no se habitъan a los nuevos horarios de las comidas. Los viejos Ragon, en Cйsar Birotteau (1837), ruegan a sus invitados que no se retrasen mбs allб de las cinco, “porque estos estуmagos de setenta aсos no se sienten capaces de plegarse a los nuevos horarios adoptados por el buen tono”.

Como la hora del almuerzo se vio tan netamente retrasada, se empezу a servir, basбndose en el modelo inglйs del five o’clock tea una taza de tй a las cinco, acompaсada eventualmente de pastas.

Sentarse a la mesa no es solamente comer, sino que equivale a encontrarse en familia. Los manuales de educaciуn y urbanidad insisten mucho en el papel del ama de casa que sabe, en torno de la mesa familiar, producir autйntica felicidad. En su Manuel des dames (1833), declara madame Celnart: “No hay que limitarse a cuidar los detalles de la mesa cuando hay extraсos, hay que hacerlo tambiйn aunque sуlo sea para el esposo, a fin de civilizar el interior domйstico. Utilizo este tйrmino a propуsito; porque lo distintivo de la civilizaciуn estб en imprimirle a la satisfacciуn de todas nuestras necesidades un carбcter de disfrute y de dignidad. Hay que hacerlo asн porque las ocupaciones de la vida social, sobre todo para los hombres, apenas le dejan a la vida de familia otro tiempo que el de las comidas, y porque la experiencia y el arte de prolongar la vida aconsejan que este tiempo se consagre a la jovialidad a fin de hacer la digestiуn fбcil e imperceptible. Cuбntos motivos para embellecer vuestras comidas con la amable conversaciуn […]”.

El almuerzo, en particular, es una comida familiar a la que sуlo raras veces se admite a extraсos. Por eso se la sirve incluso sin manteles. Pero esta tradiciуn de reunir a la familia para la comida de mediodнa va a irse perdiendo poco a poco: los hombres, demasiado ocupados con sus negocios, o que trabajan en oficinas excesivamente alejadas de sus domicilios, no podrбn seguir acudiendo a almorzar a casa. Un movimiento inevitable que va a llegar a la jornada continua con almuerzo, si no en el mismo lugar de trabajo, sн desde luego fuera de la familia. En 1908, los Usages du monde recomiendan evitar los almuerzos, que cortan la jornada.

El almuerzo o la comida del domingo se transforman con frecuencia en un rito familiar. Es una ocasiуn de reunirse regularmente, que escande los meses y los aсos al igual que las fiestas del calendario. George Sand habla con emociуn, cuarenta aсos despuйs, de las comidas dominicales de su infancia, hacia 1810, en casa de su tнo-abuelo de Beaumont: “Era una vieja costumbre familiar muy sabrosa aquella comida semanal que reunнa invariablemente a los mismos comensales […]. A las cinco en punto llegбbamos mi madre y yo y encontrбbamos ya junto al fuego a nuestra abuela sentada en un vasto sillуn frente a frente del vasto sillуn de mi tнo-abuelo […]”. Maurice Genevoix se acuerda, a su vez, del rito dominical, tambiйn mucho tiempo despuйs, hacia 1895: “Comнamos juntos, reunidos en torno a la mesa en el comedor de los abuelos. Йramos diez […] їPor quй, cuando evoco aquellas comidas del domingo, me recuerdan siempre el invierno? Tal vez se deba justamente al profundo sentimiento de reuniуn y de intimidad que me inspiraban cuando yo era niсo”. En el exterior, la noche y el frнo; en el interior, el calor en todos los sentidos del tйrmino. De Rousseau a Michelet, he aquн el ideal de la dicha.

Dнa de recepciуn

La tarde se consagra a los “deberes de sociedad”, lo mismo si se cumplen en casa o fuera de ella. A partir de 1830 y hasta 1914, las damas de la buena sociedad tienen un “dнa” de recepciуn. Al comienzo de la estaciуn mundana envнan su tarjeta con estas palabras impresas: “Estarй en su casa tal dнa de la semana, de tal hora a tal hora”. Una vez que se retrasу la hora del almuerzo, durante la segunda mitad del siglo, se recibнa por lo general entre las dos y las seis de la tarde en provincias, y de tres a siete en Parнs.

Tradicionalmente, la seсora de la casa se sienta a la derecha de la chimenea. Hacia 1880, una moda nueva pretende que ocupe una silla volante en el centro del salуn. Se levanta para recibir a las mujeres, a los ancianos y a los sacerdotes, pero permanece sentada a la llegada de un caballero. Porque, aunque las damas sean mбs numerosas, no faltan los hombres en dнa de recepciуn. Suelen acudir rentistas, hombres de letras (cierto salуn se honra con la presencia de Paul Bourget o de Marcel Prйvost), pero tambiйn gentes menos disponibles, seсores ocupados en negocios o en la vida polнtica, pero que, a pesar de todo, se las arreglan para pasar un rato junto a sus esposas o en casa de sus amigas que reciben. Como se va volviendo cada vez mбs difнcil distraer algъn tiempo durante la tarde, a finales de siglo son muchas las mujeres que prefieren dejar de recibir durante el dнa y se deciden por la noche, a partir de las ocho y media, de forma que puedan asistir tambiйn los caballeros.

Se dispone una mesa con pastas, hojaldres, canapйs, y se sirve el tй. Lo sirven las seсoritas de la casa. Las visitantes no se detienen mucho en estos “dнas”, porque es frecuente que tengan que acudir a varios en la misma tarde. Lo conveniente es quedarse durante un cuarto de hora o media hora.

Cuando se llega a un salуn, y mбs aъn cuando uno lo abandona, la costumbre es inclinarse en silencio, para no interrumpir la conversaciуn. Si llega el caso, se estrecha la mano. Para irse, mбs vale aguardar a alguna ligera pausa en la conversaciуn general y levantarse sin precipitaciуn. Cuando la reuniуn es muy numerosa, puede uno marcharse “a la inglesa”, sin despedirse. En ciertos salones, en los dнas de recepciуn tiene lugar un desfile ininterrumpido. G. Vanier cuenta que su madre, en su hфtel de Ruбn, recibнa cada viernes a cerca de doscientas personas.

Durante la primera mitad del siglo se considera de buen tono que una dama que recibe tenga las manos ocupadas. La joven ama de casa Alida de Savignac escucha el consejo de su madre: “En el salуn conviene que bordes mientras charlas; de lo contrario, vas a estar de plantуn”. Segъn madame Celnart, en 1833, las pequeсas labores de aguja aseguran un aspecto agradable y procuran una ocasiуn de mostrar elegancia y buen gusto.

Cincuenta aсos mбs tarde, el buen tono habнa evolucionado. Resulta vulgar que una mujer trabaje el dнa en que se queda en casa para recibir a sus amistades. De modo que tendrб que hacer desaparecer cualquier vestigio de labor, tapicerнa, bordado o escritura. Ya no cabe mezclar la intimidad con la mundanidad.

Durante la Belle Йpoque comienza a abandonarse el rito del “dнa de recepciуn”. Ciertas damas, que ya no quieren seguir quedбndose inmovilizadas en casa toda una tarde por semana, reservan un “dнa”, pero sуlo de cinco a seis, o incluso sуlo los segundos y cuartos martes del mes. El “dнa” acabу por caer en desuso con la guerra.

Visitas

Las tardes en que no recibe en casa, una mujer ha de hacer acto de presencia en los “dнas” de las otras y devolver la visita. Tiene la misiуn de mantener las relaciones de la familia, que pueden ser legiуn. La madre de G. Vanier tenнa ciento cuarenta y ocho nombres en su agenda correspondiente.

Las ocasiones para las visitas son mъltiples: visitas “de digestiуn”, en los ocho dнas que siguen a una comida o a un baile al que uno ha sido invitado, lo mismo si se pudo asistir como si no; visitas “de conveniencia”, tres o cuatro veces al aсo, a personas con las que se desea mantener determinadas relaciones sin ir, no obstante, demasiado lejos; visitas de felicitaciуn (con ocasiуn de un matrimonio, un nombramiento importante o una condecoraciуn), de condolencia, de ceremonia (debidas a los superiores, una vez al aсo; la esposa ha de acompaсar en ellas a su marido); visitas de despedida y de regreso, antes y despuйs de un viaje, con el fin de ahorrarles las consiguientes incomodidades a quienes se arriesgaran a venir mientras uno se halla ausente…

Si la persona que se ha ido a visitar no se encuentra en casa se les deja a los criados o al conserje una tarjeta doblada o plegada a lo largo, segъn la moda del momento. Una tarjeta doblada o plegada significa que el titular de la tarjeta se ha ido de viaje. En cambio, una tarjeta no se dobla si ha sido depositada por un criado o por los servicios de una administraciуn. Se puede alquilar los servicios de un “mensajero” a la High-Life, antecesor de nuestro Bottin mondain. Tales “visitas por carta”, que hacia 1830 se tenнan por vulgares, adquirieron, no obstante, mбs tarde una enorme extensiуn.

Las visitas forman parte obligatoriamente de la gestiуn del tiempo de una mujer de la buena sociedad. No cabe prescindir de semejante ritual sin pasar por extravagante. Andrй Germain, nieto del fundador del Crйdit Lyonnais, casado en 1906 con Edmйe Daudet, hija del escritor, pretende que ella haga visitas por las tardes. Pero ella se niega: se pasea en carruaje, sola, por el bosque de Boulogne, y luego toma el tй en un restaurante o escucha mъsica cнngara. Semejante rechazo de toda sociabilidad mundana ha de resultar por fuerza sospechoso.

Escenificar las relaciones sociales, asegurar su continuidad, representa una dimensiуn esencial de la vida privada burguesa. Es la seсora de la casa la encargada de asegurar la circulaciуn entre los distintos бmbitos privados. Las mujeres pequeсo-burguesas lo saben muy bien, ya que son ellas las que legitiman su pertenencia a la burguesнa reservбndose un “dнa”, recibiendo y devolviendo visitas y plegбndose al ritual sobre el que descansa el tejido social.

Veladas

El espacio del salуn encuentra una prolongaciуn que parece paradуjica, ya que se trata de un lugar pъblico, pero del que se dispone como de un espacio privado: el palco, en el teatro o en la уpera.

De acuerdo con los cуdigos del siglo XIX, una dama puede asistir sola a un espectбculo, a condiciуn de que ocupe una butaca en un palco. Pero si, en cambio, se sienta en una localidad de platea o de orquesta, ha de hallarse acompaсada por un hombre: marido, hermano o pariente. Porque йstos son espacios abiertos, expuestos, donde, salvo que se halle dispuesta a que se sospeche que es una mujer “pъblica” —asimilada al lugar en que se encuentra— necesita un guardaespaldas.

Por el contrario, el palco es un mundo cerrado y protegido, la intimidad de la propia casa reconstruida en el teatro. La costumbre de la buena sociedad consiste en adquirir abonos anuales para los palcos. En 1850, en Ruбn, en el teatro de las Artes, una localidad en un palco costaba al aсo 250 francos para un hombre y 187 para una mujer. La soluciуn mбs confortable era alquilar un palco con salуn. Bajo el Segundo Imperio venнa a salir, con seis plazas, a 1.800 francos.

Una dama se conduce en un palco como si estuviese en su salуn: no sale de йl para pasearse por los pasillos, recibe en йl a sus amistades con la misma etiqueta que en casa y acepta que le presenten personas de sus relaciones.

Los ritos de las veladas en casa son muy diferentes segъn que se estй solamente en familia o que se haya invitado a gentes ajenas al cнrculo familiar. Diferentes tambiйn segъn se viva en la ciudad o en el campo. Diferentes, en fin, de acuerdo con el grado de bienestar de que se disfruta.

Hay que imaginar aquellas soirйes sumidas en la penumbra, hasta la apariciуn de la electricidad. Sуlo quienes conocieron el paso a la electricidad pueden atestiguar lo que fue aquel cambio. Bernard Cazeaux, nacido en Parнs en 1909, pasa su niсez en un piso iluminado con gas. Todavнa recuerda el asombro experimentado el dнa en que entrу, en casa de un camarada, en un apartamento iluminado con electricidad. Era el final de los rincones oscuros, la victoria sobre las ъltimas tinieblas.

Esta pequeсa revoluciуn no comienza en los interiores parisinos hasta 1890. A comienzos del siglo XIX, las gentes acomodadas se iluminaban o bien con bujнas —caras en comparaciуn con las velas de sebo—, o bien con lбmparas de aceite. En 1800 adoptaron la lбmpara inventada por Carcel, que permitнa conseguir que el aceite ascendiera regularmente hasta el nivel de la llama. El alumbrado de gas se difunde en las casas particulares en 1825. En 1828, Parнs cuenta con 1.500 abonados; en 1872, con casi 95.000; a finales de siglo, con 220.000. En 1855, gracias a la fusiуn de diferentes compaснas en una sola Compaснa parisiense de alumbrado y calefacciуn por gas, el precio del metro cъbico de gas se volviу mбs abordable: pasу de 0,49 a 0,30 francos.

Entre los catуlicos, la velada en familia puede iniciarse con la plegaria en comъn, “costumbre muy conmovedora y muy ъtil”, escribнa madame de Lamartine el 5 de septiembre de 1802. Ъtil para los sirvientes, que tienen asн un momento de comuniуn cotidiana con sus amos, y ъtil para los amos a los que la oraciуn en comъn les recuerda la igualdad cristiana. La burguesнa hizo suya con frecuencia esta tradiciуn aristocrбtica de la oraciуn en comъn.

Las veladas en familia se ocupan a veces con juegos de cartas o de dados. En Milly, en septiembre de 1806, madame de Lamartine juega al ajedrez con su marido, mientras que sus hijos se entretienen y aprenden las fбbulas de La Fontaine. La lectura en voz alta es un placer que se comparte con los hijos.

Pero las veladas en familia son ante todo el tiempo de la “charla нntima” y del “rincуn junto al fuego”. En 1828, Horace Raisson concluye su Code Civil (una guнa de urbanidad) con una “Apologнa del rincуn junto al fuego”: “Creerнamos”, escribe, “haber cumplido imperfectamente nuestra tarea si, a la vista de las severas reglas de la etiqueta y de los ceremoniosos placeres del salуn, no mostrбsemos tambiйn la dicha de la vida interior y los pequeсos encantos del rincуn junto al fuego de la chimenea”. Y, a fin de ilustrar estos “pequeсos encantos”, que son, no obstante, tan tнpicos del siglo XIX, evoca a aquellos antepasados nuestros que, en los castillos gуticos, prestaban enorme atenciуn al fuego del hogar, prueba de que sabнan muy bien lo que se hacнan en el arte de bien vivir.

Este valor atribuido al “rincуn junto al fuego” ha de ponerse en relaciуn con la idea de “nido”, que se va abriendo paso a todo lo largo del siglo XIXhasta volverse tan obsesiva al final. Una idea que se desarrolla a medida que el rincуn junto al fuego en su sentido propio estб a punto de desaparecer: los inmuebles elegantes de la segunda mitad del siglo se hallan provistos de calorнferos por aire caliente, llamados a suplantar el fuego de leсa o de carbуn en las chimeneas. Una idea que desemboca en la imagen de la familia pequeсo-burguesa reunida bajo la lбmpara, junto a la estufa, que difundirбn los trozos escogidos de las lecturas de la escuela laica.

Si el cнrculo familiar se abre al mundo exterior, las veladas se transforman de acuerdo con el nъmero de invitados y el grado de intimidad que se tenga con ellos. Hay un pesar que anima constantemente al siglo XIX, el de la sociabilidad del XVIII. Los burgueses como los hermanos Goncourt sitъan en la йpoca precedente las veladas ideales, veladas que segъn ellos habнan conjugado la solemnidad mбs refinada y la charla нntima mбs lograda.

Las damas de la nobleza que habнan frecuentado la corte de los Borbones y de Napoleуn I contribuyeron a crear y mantener el mito de la sociabilidad ideal tipo Antiguo Rйgimen. En 1836, en la Gazette des salons, la duquesa de Abrantиs nos describe lo que eran las soirйes de antaсo: el cogollo de las gentes del gran mundo contaba entonces con unas ochenta personas que se veнan constantemente y unas doscientas que iban y venнan de un salуn a otro a lo largo de la semana; los caballeros jugaban al billar, las damas bordaban o dibujaban; a las dos de la madrugada se servнa la cena y entonces llegaba el momento mбs palpitante, el de la charla нntima e “incluso un poco perversa”.

La caнda de Napoleуn I seсalу el final de las reuniones нntimas mundanas y el comienzo de los raouts o saraos a la moda inglesa de las reuniones variopintas, en las que se apretuja una muchedumbre de gentes no escogidas. Madame Trollope, inglesa de visita por Parнs en 1835, lamenta que semejantes saraos hayan reemplazado a las cenas, en las que se reunнan los espнritus cultivados y que constituнan a sus ojos el encanto de las costumbres francesas.

Los saraos son una circunstancia muy adecuada para que los aficionados practiquen la mъsica y el teatro. Entre amigos, se organizan de buena gana grupos de instrumentistas o de cantores que se reъnen regularmente, en casa de unos o de otros, sobre todo en las provincias, donde las distracciones culturales son mбs restringidas y donde cada uno se ve forzado a extraer de su contorno inmediato las fuentes de diversiуn.

Cuenta George Sand que una vez, hacia 1810, habнa llegado a su regiуn natal del Berry, a La Chвtre, una troupe de cуmicos ambulantes. Los aficionados a la mъsica de los contornos formaron una orquesta para acompaсar el espectбculo: “Por aquel tiempo habнa aъn en provincias mucha gente con habilidades artнsticas. No habнa una sola localidad por pobre y pequeсa que fuese donde no hubiera medios para organizar un buen cuarteto, y la gente se reunнa todas las semanas, unas veces en casa de un aficionado, otras veces en la de otro, para hacer lo que llaman los italianos musica di camera, honesto y noble pasatiempo que ha desaparecido junto con los viejos virtuosos, que fueron los ъltimos guardianes del fuego sagrado en nuestras provincias”. George Sand da a entender que en 1850, cuando escribe sus memorias, se ha perdido ya la costumbre de hacer mъsica. Si bien a pesar de todo habrнa de proseguirse durante todo el resto del siglo.

Madame Bl., nacida en 1894, pasу su infancia en Caen. Siendo como era una buena pianista, habнa formado una orquesta con sus hermanos y sus amigos. Ensayaban durante la semana y el domingo tocaban para sus padres y familiares. Cada dos domingos, la reuniуn musical se celebraba en su casa; el domingo intermedio se dedicaba al bridge (juego este que alcanzу un gran йxito durante la Belle Йpoque).En Ruбn hubo dos burgueses que se hicieron cйlebres por sus voces, Fйlix Bourgeois durante la monarquнa de Julio y Georges Vanier en la йpoca de la Tercera Repъblica. Eran el ornamento vocal de las veladas mundanas.

El teatro amateur formу igualmente parte del modo de vida privado. Las charadas en acciуn fueron la diversiуn preferida del siglo XIX. En 1859, el Dictionnaire universel de la vie pratique а la ville et а la campagne explica el funcionamiento de este “pasatiempo agradable, en el que cada uno es sucesivamente autor y espectador”. La mitad del grupo representa la charada, la otra observa y trata de adivinar la palabra. Si lo consigue, representa a su vez otra charada.

Hubo otros entretenimientos que aspiraron a concurrir con las charadas, pero en vano. Hacia 1830 se pusieron de moda los “cuadros”. “Se trae al salуn un marco muy grande, cubierto con una tela detrбs de la cual se agrupan con toda exactitud unas personas ataviadas como los hйroes a los que tratan de representar.” Georgette Ducrest evoca en una novela una soirйe en casa de madame Duras en el curso de la cual el barуn Gйrard se habнa encargado de “reproducir su admirable composiciуn de Corinne ”. Los cuadros tienen un inconveniente: requieren, a fin de que las escenas sean exactas, prolongados preparativos que interrumpen el ritmo de las veladas y enfrнan la atmуsfera.

Junto a las charadas, la gente se divierte tambiйn interpretando comedias de sociedad. Son de todo tipo, desde el sainete que se representa en familia o con algunos amigos hasta la comedia extensa que se ha visto cuando se estudiaba francйs o alemбn y que las gentes de mundo ocioso se aprenden para representarla en un salуn ante… cuatrocientas personas. Concretamente, Scribe obtuvo un йxito muy duradero.

El teatro amateur se encuentra tambiйn, sуlo que a la hora de la merienda, entre los niсos, cuya sociabilidad imita con frecuencia la de los adultos. Asн, por ejemplo, con ocasiуn del Aсo Nuevo, Renйe Berruel y su hermana invitan a sus amigas. Meriendan e interpretan pequeсas piezas de teatro: Le dйsespoir de Louison, Colombine hйritiиre o Ma tante Flore.

La aficiуn se deja sentir igualmente en las veladas danzantes, en que las invitadas se turnan al piano para hacer bailar a la asistencia. Segъn nos hace saber Le Journal des jeunes filles en febrero de 1849, йstas interpretan contradanzas y polcas. La contradanza estuvo de moda entre el Primer Imperio y el Segundo, y se la bautizу en seguida como cuadrilla. La polca llegу desde Praga en 1844. En cuanto al vals, tenнa mala fama. Introducido en Francia a finales del siglo XVIII, todavнa en 1820 seguнa prohibido en la corte. Y Flaubert se vio perseguido en 1857 por haber descrito un vals, sin ocultar sus componentes sexuales. A finales del siglo XIX, el tango fue a su vez objeto de una reprobaciуn anбloga.

Pero la simple aficiуn tiene sus lнmites. Una autйntica grande soirйe supone el alquiler de una orquesta para hacer bailar a los invitados. Otra diversiуn de moda consiste en alquilar los servicios de una cantante, que viene a domicilio a dar un recital.

Cuando la velada familiar se abre al mundo exterior y acoge gente extraсa aparecen dos tendencias contradictorias. Si las seсoritas de la casa tocan el piano para que bailen los amigos de la familia preservan el carбcter нntimo de la sociabilidad. Cuando en cambio se contrata a profesionales de moda, la intimidad pierde su fuerza en beneficio de lo suntuario. A pesar de lo cual el lugar de la fiesta sigue siendo el espacio privado.

Las fiestas anuales

El aсo estб marcado de un lado por las vacaciones estivales en el campo y de otro por las festividades de la Iglesia. La estancia aristocrбtica en el campo se generaliza en forma de vacaciones de verano entre la clase burguesa. Se asiste al nacimiento de la ideologнa del descanso y el ocio, y la vida escolar habrб de adaptarse a ella alargando las vacaciones.

Lo mismo si se es creyente que si no, si se acude a la iglesia que si no se acude, todo el mundo depende del calendario cristiano. El aсo transcurre al ritmo de las fiestas litъrgicas, desde Navidad a Todos los Santos, del nacimiento de Cristo a la conmemoraciуn de los difuntos.

Estas festividades litъrgicas, que son pasos obligados durante el aсo, se convierten, mбs o menos, en ocasiуn de fiestas familiares. La forma sigue siendo la misma, pero adquiere otro sentido. Navidad, por ejemplo, se disociarб del nacimiento de Jesъs en Belйn para convertirse, progresivamente, en la festividad de los niсos. De este modo, la familia se apodera de las fiestas cristianas para autocelebrarse.

El бrbol de Navidad

El бrbol de Navidad proviene de los paнses escandinavos. Los suecos lo llevaron consigo durante la Guerra de los Treinta Aсos (primera mitad del siglo XVII) a Alemania, donde no se popularizу hasta comienzos del siglo XIX. Todavнa en 1765, Goethe, que se encuentra en Leipzig en casa de un amigo, se sorprende mucho al ver en la casa un бrbol de Navidad (no obstante, la costumbre de poner en las casas un бrbol de Navidad se halla atestiguada en las usanzas de la ciudad de Estrasburgo en 1605…).

En 1840, la costumbre alemana se introduce simultбneamente en Inglaterra y en Francia. En Inglaterra, por obra del prнncipe Alberto, esposo de la reina Victoria. En Parнs, gracias a la princesa Helena de Mecklemburg, duquesa de Orleans, y de las familias protestantes de Alsacia y de Alemania. Durante el Segundo Imperio, la tradiciуn del бrbol de Navidad se instala definitivamente, favorecida por la emperatriz Eugenia. Los alsacianos y loreneses que emigraron tras la derrota de 1870 contribuyeron a su difusiуn. Para Littrй y Larousse, el “Бrbol de Navidad” no es mбs que una “gran rama” de abeto o de acebo adornada y provista de dulces y de juguetes destinados a los niсos.

A finales de siglo da la impresiуn de que la costumbre se ha “nacionalizado”: todos los aсos se les envнan бrboles de Navidad engalanados lo mismo a los misioneros de Groenlandia que a los colonos de Бfrica. En los ambientes familiares son mбs o menos parecidos a los que conocemos en la actualidad.

El “nacimiento”

En 1863, Littrй no habla en absoluto de “nacimientos”, ni en las iglesias ni en las casas. Algunos aсos mбs tarde, Larousse no menciona mбs nacimientos que los de las iglesias, nacimientos vivientes y parlantes, y ello para fustigar ampliamente los nacimientos provenzales. Son, en su opiniуn, irreverentes, porque mezclan lo sagrado y lo profano y hacen reнr a los fieles. Sin embargo, se aprecia un progreso: el бngel procura hablar en francйs en lugar de hacerlo en patois. Ya es tiempo de acabar con las viejas tradiciones…

Sin embargo, los nacimientos instalados en las casas catуlicas durante las Navidades debнan de ser numerosos, si hemos de creer a monseсor Chabot, en 1906. Vende, en efecto, mбs de 30.000 al aсo, que cuestan entre 20 y 3.000 francos. El nacimiento supone siete u ocho personajes cuando menos.

Los nacimientos marselleses, con sus figuras de arcilla de origen italiano, tienen derecho a una menciуn particular. Porque, ademбs de los personajes sagrados tradicionales, cuentan con figuras profanas como el afilador, el tamborilero, el extasiado, el molinero, el panadero, etc. La modernidad se cuela de rondуn bajo la forma de casas de cuatro o cinco pisos que se iluminan en la oscuridad mediante una bujнa, y de locomotoras de vapor…

El ejemplo alemбn

Antes de que el pino de Navidad se importara a Francia habнa sus mбs y sus menos sobre esta costumbre alemana. Es curioso observar que suele hablarse sobre este particular en tono de lamentaciуn, como si el pino hubiese sido una tradiciуn francesa caнda en desuso. El dнa 20 de diciembre de 1830 deplora La Gazette des mйnages que en Francia y sobre todo en Parнs “la generaciуn actual conserve tan escaso apego a los viejos usos”, al revйs que Alemania, modelo de tradiciones domйsticas.

En diciembre de 1849, Le Journal des jeunes filles evoca con pareja emociуn las costumbres alemanas, lamentando que los franceses no sepan explotar la atmуsfera de lo mбgico: en Alemania, los aguinaldos “descienden del cielo”, traнdos por el Niсo Jesъs o “Cristo Niсo”. Francia debiera seguir el modelo alemбn y convertir las fiestas de fin de aсo en ocasiуn de reuniуn de las distintas generaciones en torno del hogar domйstico, en particular en casa de los abuelos.

Las ideas de 1830 y las de 1849 son idйnticas. A propуsito de las conmemoraciones de fin de aсo, lo que hacen es glorificar la vida privada. A raнz de dos revoluciones, se considera que la estabilidad de la vida familiar es lo opuesto a la inestabilidad de la cosa pъblica: “Las alegrнas de la familia”, concluye el periodista de 1849, “son el ъnico lugar y la ъnica felicidad que las revoluciones no pueden arrebatarnos jamбs”.







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