Mediadores del coloquio singular

El estudio cuantitativo de la difusiуn del libro piadoso llevado a cabo por Claude Savart impone la prudencia: en pleno corazуn del Segundo Imperio, la reediciуn de obras antiguas sigue llevando ventaja. Y la continuidad se mostrarнa aъn mayor si el anбlisis se aplicara a la literatura de venta ambulante destinada al pъblico popular. Lo que hace pensar que el sentimiento religioso y las formas de la oraciуn individual sуlo han evolucionado con lentitud. Las tйcnicas de la ejercitaciуn espiritual siguen inspirбndose muy de cerca en los maestros del pasado. La Imitaciуn de Cristo, de la que ofrece Lamennais una nueva traducciуn, sigue siendo por mucho tiempo la guнa mбs difundida del cristiano celoso. El “buen cura” de Ars proporciona el modelo de un eclecticismo espiritual, atemporal, que opera la fusiуn de mъltiples modelos de santificaciуn, y la piadosa Eugйnie de Guйrin sigue leyendo con veneraciуn a san Agustнn, san Francisco de Sales, Bossuet y Fйnelon. Los misioneros de la Restauraciуn, evocadores infatigables de los tormentos del infierno, se inspiran en el tono dramбtico de los predicadores de antaсo. Y el romбntico, fascinado por la muerte, acaba vibrando con los terribles acentos de Tertuliano o de san Bernardo; del modo mбs natural, la meditaciуn sobre las postrimerнas entra a formar parte de las nuevas escenificaciones de la melancolнa.

Hechas estas reservas, no cabrнa negar la originalidad de la piedad del siglo XIX —cuestiуn un tanto desdeсada por la sociologнa religiosa, absorta por completo en la inquietud de calibrar la descristianizaciуn—. El anбlisis de las intenciones de la oraciуn y de los testimonios del reconocimiento lleva a subrayar cуmo las preocupaciones que suscitan el recurso a aquйlla se vuelven mбs especнficas y giran mбs en torno a la familia. Las oraciones por la conversiуn y la salud del esposo o el hermano, por la prosperidad de los negocios o el йxito en los exбmenes, vienen a aсadirse a la considerable existencia de demandas de curaciуn individual, feliz resultado del viaje por mar o salvaguardia del soldado; a este propуsito, el testimonio de los colegas del cura de Ars estб de acuerdo con los resultados obtenidos por Bernard Cousin. Nunca, como en el siglo XIX, se difundieron tanto los exvotos; en Provenza sуlo empieza a vislumbrarse su declinaciуn a partir del decenio 1870-1880; este signo material del agradecimiento lleva la marca de las preocupaciones de la pequeсa burguesнa, para la que llegу a convertirse en una forma privilegiada de expresiуn. La creciente atenciуn dirigida hacia la persona del beneficiario corre a la par que el ascenso del individualismo, que hemos encontrado a cada paso.

De cуmo el recurso a la oraciуn se mueve cada vez mбs en el бmbito familiar es un nuevo testimonio el auge de la plegaria por las almas del purgatorio; fue entonces cuando esta devociуn llegу a hacerse realmente popular. Para aliviar los sufrimientos de los difuntos de su familia cuyas llamadas de auxilio cree escuchar, el hijo piadoso hace celebrar misas, comulga, multiplica las oraciones y se esfuerza por ganar indulgencias. En 1884, un cura rural, el abate Buguet, que se presentarб como “viajante de las almas del purgatorio”, funda en La Chapelle-Montligeon la “Obra expiatoria”, que habrнa de conocer un йxito fulminante; en 1892, contaba ya con tres millones de socios. Este vigoroso impulso revela la necesidad de la presencia de los difuntos en su lugar de vida; sentimiento que expresa tambiйn la boga del espiritismo que se desparramу por los medios cultivados a comienzos del Segundo Imperio. El deseo de evocar a los desaparecidos aumenta con la codificaciуn del culto familiar a los difuntos. Asн es como se comprende que el acento deje de ponerse sobre las llamas del purgatorio y que el teatro de los suplicios temporales se transforme poco a poco en una suerte de tranquilizador “locutorio” (Philippe Ariиs).

Al tiempo que crece el agnosticismo y se desarrolla el librepensamiento, se van imponiendo nuevos episodios de la vida espiritual y nuevos ritos de trбnsito del alma. La experiencia de la pйrdida de la fe alcanza a efectivos cada vez mayores. Tambiйn en este terreno se aprecia una profundizaciуn del dimorfismo sexual. El joven sobre todo ha de experimentar la lucha cuerpo a cuerpo entre los diecisйis y los veinticinco aсos, con ocasiуn de su ingreso en la sociabilidad de los adultos. Como una huella duradera del pasado revolucionario hay una imagen trбgica que se obstina en la trastienda de las conciencias, que aumenta la profundidad de la sacudida: la del sacerdote renegado que vuelve irrisorio el sacerdocio; ella es la que inspira a Barbey d’Aurevilly la mбs deslumbrante de sus novelas. Frente a ella, se agiganta la figura del convertido. La nueva categorнa de cristianos celosos que impulsa las tentativas de reconquista encuentra una confortaciуn acrecida en la evocaciуn de una experiencia individual como йsta, capaz de reorientar toda una vida. De madame Swetchine (1815) a Eva Lavalliиre, la “cantбrida malva” (1917), de Huysmans a Claudel, arrodillado al pie del pilar de Notre-Dame, una cohorte de arrepentidos cйlebres, fulminados por la fe, contribuirбn a calmar los estremecimientos de la duda y las angustias de la derelicciуn.

Al margen de estas generalidades, conviene, una vez mбs, dividir el siglo en dos periodos distintos. El primero ostenta la marca de una sensibilidad exagerada que culmina bajo la Restauraciуn y que se halla dominada por la exaltaciуn del dolor. Lo atestiguan la iconografнa y la literatura que sirven de soporte a la oraciуn. El realismo con que se describen los sufrimientos de Cristo se exacerba hasta lindar con el sadismo. La publicaciуn, en 1815, de El Interior de Jesъs y Marнa de Grou y la traducciуn, en 1835, de las Visiones de Ana-Catalina Emmerich sobre la vida de Jesъs y su dolorosa Pasiуn delimitan este periodo. La agonнa en el Huerto suscita entonces pбginas terribles. En esta literatura, que inspira la escuela neolamartiniana, la sangre corre, brota y cubre el cuerpo del Crucificado. La costumbre impone que la corona de espinas ciсa el corazуn. Se difunden las imбgenes que representan a Cristo con el dedo extendido hacia su pecho abierto. Los romбnticos hacen del mismo Niсo Jesъs una figura de sufrimiento; es entonces cuando se elabora la iconografнa del Niсo con el Sagrado Corazуn rodeado por la corona ensangrentada. Tambiйn la devociуn a Marнa testifica esta misma fascinaciуn; Nuestra Seсora de los Dolores, la figura del Stabat mater, focalizan la piedad mariana. Todavнa en 1846, la Virgen de La Salette muestra las insignias de la Pasiуn.

La prбctica refleja esta sensibilidad trбgica, corroborada por la creencia en la circulaciуn de la sangre de Cristo en la historia. Son numerosas las mujeres, e incluso las jуvenes, afiliadas o no a las уrdenes terceras, que, a ejemplo de algunos cйlebres eclesiбsticos, llevan un cilicio, por ejemplo en forma de terribles cinturones metбlicos. El cura de Ars flagela su “cadбver”, mientras que Lacordaire se hace pisotear y escupir en pleno rostro. Ya no basta la imitaciуn de Cristo; las nuevas plegarias exaltan el tema de la penetraciуn hacia el refugio ideal. Machacan el deseo de habitar en el Corazуn de Jesъs, de llegar hasta йl por la contemplaciуn de sus heridas. De esta misma sensibilidad se deriva tambiйn la prбctica del vнa crucis; si bien esta devociуn sуlo se difundirб ampliamente durante la segunda mitad del siglo, como lo demuestran los estudios realizados en las diуcesis de Arras y Orleans. A este propуsito, hace observar Yves-Marie Hilaire que nunca se habнan levantado tantos calvarios como en el siglo XIX.

La piedad se distendiу al dнa siguiente de la revoluciуn fraternal de febrero de 1848. Diez aсos antes, el trapense-mйdico Pierre Debreyne habнa criticado ya la violencia ascйtica, acusada de favorecer la histeria tanto como la tisis. Una religiуn mбs afectiva sometнa a discusiуn el reino del temor y el antimisticismo. Los temas de la iconografнa evolucionaron hacia una mayor placidez. La nueva mariofanнa y la evoluciуn del dogma impusieron una piedad serбfica; la radiante dama blanca de Lourdes se alejaba de la Mater dolorosa de La Salette; la suave imagen de la Inmaculada Concepciуn de Sйes se aproximaba a la figura tranquilizadora del бngel de la guarda que, muy pronto, iba a triunfar en el “cromo”. La misma Virgen del Sagrado Corazуn de Issoudun no tiene ya nada de trбgico.

Se impone una escena nueva, que simboliza la distensiуn: la plegaria infantil y maternal. Los manuales de educaciуn exaltan el “conmovedor cuadro”. Es la madre quien atrae al niсo sobre sus rodillas, junta sus manecitas y le hace balbucir las primeras palabras. Es asн como en los corazones infantiles enraнzan las imбgenes de la Virgen y el Niсo Jesъs asociadas con la de la madre. El suave aprendizaje viene a renovar aquella religiуn domйstica tan mal conocida aъn por los historiadores. Y prepara el decreto Quam singulari que en 1910 autorizarб la comuniуn privada.

El culto del “santнsimo sacramento” y los progresos de la comuniуn frecuente concurren a la distensiуn. La adoraciуn perpetua, que, a tнtulo de ejemplo, se instituyу en 1852 en la diуcesis de Orleans y se rehabilitу al aсo siguiente en la de Arras, hizo brotar una nueva fuente de emociуn individual. Esta suerte de guardia de su Dios de igual a igual, este frente a frente solitario y prodigioso impresionan a los fieles mбs rudos. En el entorno del “buen cura” (el cura de Ars), se evoca con gusto la figura de aquel campesino inculto que acude a pasarse las horas en la iglesita, sуlo para ver al Buen Dios; y que responde al que le interroga sobre las formas de su meditaciуn: “Le miro y me mira”. Este sublime grado cero de la oraciуn invita a no olvidar la importancia que revisten el recitado del rosario y la meditaciуn sobre sus misterios. Semejantes prбcticas tienden a la vez a ampliarse y a popularizarse entre 1850 y 1880 gracias al resurgimiento o la creaciуn de numerosas cofradнas.

Con posterioridad a 1850 se multiplicaron las devociones particulares. Un desparramamiento asн de la devociуn, una multiplicaciуn de este gйnero de los interlocutores de la oraciуn, como atestigua abundantemente la estatuaria sansulpiciana, constituye una suerte de hбbil rodeo para entablar la batalla contra el culto popular de los “buenos santos” y las “fuentes saludables” cuya persistencia en Charente como en Limousin, en el Loir-et-Cher como en Morbihan, han mostrado numerosos historiadores. Y de la misma estrategia podrнa derivarse parcialmente el renacimiento o la fundaciуn de no pocas peregrinaciones diocesanas, o cantonales, incluso antes de que adquiriera incremento, al dнa siguiente de la derrota y de la Comuna, la boga de las grandes manifestaciones nacionales, orquestadas por los asuncionistas.

Al comienzo de los aсos 1860 empieza a dibujarse la nueva imagen de una religiуn seria, moralizante y sobre todo calculadora, poco preocupada por lo gratuito y lo espontбneo; el discurso de la piedad tomarб en adelante sus prйstamos al lenguaje del capitalismo: tal va a ser la conclusiуn capital de las investigaciones de Claude Savart. Esta nueva concepciуn utilitaria de la oraciуn, de acuerdo con la boga de los exvotos, llevу a la renovaciуn del ascetismo. Al tiempo que los reclinatorios burgueses se vuelven mбs confortables, la violencia fнsica va cediendo poco a poco su lugar al recuento de mйritos. La disciplina cotidiana de los impulsos, la ofrenda de la fatiga del trabajo, las abstinencias moderadas, incitan a un incesante cбlculo del alma que integra estrechamente la oraciуn en la cotidianidad de la vida privada.

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